014 Epifanía

93 14 86
                                    

Cuando creí que mi clase de Química duraría toda la vida, escucho el timbre que da por terminadas las clases, me ha salvado del aburrimiento en su máximo esplendor

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Cuando creí que mi clase de Química duraría toda la vida, escucho el timbre que da por terminadas las clases, me ha salvado del aburrimiento en su máximo esplendor. Doy gracias que no debemos quedarnos a ninguna junta, hoy es la tan esperada bienvenida y todos tenemos que estar listos para esta noche por lo que bastó con despedirme de ellos desde lejos, hoy todos tenemos prisa.

Al cruzar el patio del colegio puedo sentir el calor sobre mi piel y un recuerdo sobre Lia visita mi mente. Voy hasta la entrada secreta que tenemos, sólo ella y yo, ya debe de estar ahí, esperándome.

Afortunadamente no nos han descubierto, eso se debe a que prácticamente esta parte de la escuela está abandonada, se suponía que iban a remodelar para convertirlo en nuevos salones pero no hicieron nada.

Lo único qué hay aquí son salones viejos y olvidados.

—Qué bueno que saliste temprano, ya estaba aburrida sin saber que hacer.

La chica que estaba detrás de una pequeña barda sale de su escondite. Algo dentro de mi se remueve pero no digo nada. No me gusta que esté escondiéndose como si fuera un criminal, no ha hecho nada malo.

—Pues no te acostumbres que sólo ha sido por hoy— le digo mientras me acerco hacia ella.

—Lo sé, pero también estoy emocionada, por fin estrenaré mi vestido.

—Ya, lo has dicho desde en la mañana, antes de irte al parque y justo ahora.

—¡Uy, perdón por estar feliz!

¿De verdad usar un vestido nuevo la hace feliz? ¿Aunque no sepa dónde está su familia, ni quien es ella? Sin embargo, algo atraviesa mi estómago, una punzada... ¿cómo sería posible extrañar algo de lo que no tienes ni un sólo recuerdo?

—Anda, vamos que se hace tarde.

Como ya ha sido costumbre, tomamos camino hacia casa pero por una ruta totalmente diferente, eso es todo los días. Nunca vamos por el mismo camino. Siempre cambiamos las calles, aquí y por allá. Nunca donde nuestros rostros puedan ser recordados por la gente.

No tardamos en llegar a casa pues todo el trayecto, Lia parecía estar en un maratón y estaban dispuesta a ganar el primer lugar. Puedo adivinar que es lo que está cruzando por su mente, quiere ponerse ese vestido cuanto antes.

Una vez que estamos en casa, la abuela Nina nos abre la puerta, lleva un delantal y su largo cabello esta sujetado por una trenza. Tiene ese aspecto maternal que nunca le vi a mi madre pues su trabajo requiere tiempo y atención, algo de lo que siempre carecí, pero no me quejo, mi abuela siempre ha sido buena conmigo. Y mi madre me ha dado lo que ha podido con la poca ayuda de mi padre.

—Justo los estaba esperando para comer— nos dice Nina una vez que estamos dentro de casa —. Pongan la mesa, tienen que darse prisa.

Oui, oui Nina – Habla Lia, prácticamente es lo único que dice cuando estamos con mi familia.

Agridulces PalabrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora