029 Alba

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Todos tenemos ese alguien que es nuestra debilidad

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Todos tenemos ese alguien que es nuestra debilidad. Quien hace temblar nuestro mundo, estando en constante movimiento, provocando que nuestras piernas se sientan frágiles. Nuestra respiración se conecta en perfecta sincronía con el tic tac de nuestro corazón, tal cual reloj de cucú que, dando las doce en punto podría hacernos explotar. Con tan sólo un saludo, un abrazo, un beso.

Nos convertimos en piezas débiles. Frágiles. Lentas. Torpes. Con una única razón de estar vivos. Por quien fácilmente lo daríamos todo, así sea toda nuestra fuerza, tiempo e incluso familia.

Como algunos dicen; nuestro talón de Aquiles.

Casualmente el mío está justo detrás de mi, caminando a hurtadillas. Tratando de hacer el menor ruido posible pero entre el rechinar de la madera del suelo y la débil risa que se escapa de sus labios, es misión imposible. Si pretendía pasar desapercibida está fallando rotundamente.

Doy una vuelta de ciento ochenta grados para averiguar que es lo que está tramando. Nuestras miradas chocan y un instante después, da un salto hacia atrás, completamente asustada.

—¡Ahh!— grita Lia tirando lo que había en sus manos al aire. Por la poca luz que hay en la habitación fue imposible ver su rostro lleno de miedo. Es una lastima.

—Shhh— pongo mi dedo indice sobre mis labios, haciéndola callar—. Vas a despertar a los demás.

—Es que tú...

Unos golpes en la pared resuenan en la habitación, seguido de la voz gruesa de un hombre. —¡Epaa, amigo, no queremos saber...

Rápidamente me levanto quedando a unos centímetros de Lia, cubriendo sus oídos para evitar que escuche cualquier tipo de vulgaridad que nuestro vecino quiera decirnos. Tengo a Lia tan cerca que puedo sentir como mi pie está pisando el suyo. Mis manos siguen en sus oídos aunque ya no hay sonido alguno en nuestro entorno. No hace falta que levante tanto su cabeza, es tan alta como yo. Nuestras miradas se encuentran, se habían extrañado.

Escucho susurros en mi oído, diciéndome lo que está próximo a suceder. Parece que vamos a besarnos, otra vez. Cierros los ojos instintivamente esperando que el momento llegue, sin embargo, lo siguiente que acontece no era lo que esperaba.

Con sus manos, me aleja todo lo que puede. Ella... ¿acaba de rechazarme?

—¡Por tu culpa tiré los cupcakes!— dice mientras enciende las luces de nuestra pequeña habitación temporal.

—¿Mi culpa?— me siento en la cama teniendo una mejor perspectiva del desastre que ahora hay en el suelo—. ¿Quién fue quién se asustó sólo por qué volteé?

—Hmm... pero no esperaba que hicieras eso.

—Y yo no esperaba que estuvieras despierta a las...— me detengo para mirar el reloj digital que está en el buró que divide nuestras camas—. Cuatro cuarenta y tres de la mañana asechándome.

Agridulces PalabrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora