004 Jouska

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Salir o no salir del escondite

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Salir o no salir del escondite.

Esa es la cuestión.

Si salgo, ¿Qué debería decirle? ¿Qué la seguí hasta aquí y quiero que me explique todo esto? O, ¿irme a casa y olvidarlo?

No, no, no Jared. Esto no será en vano.

Seguramente mi madre me castigará por no seguir sus órdenes así que haré que esto valga la pena. Antes de pararme de este escondite respiro profundamente y me preparo para el encuentro.

Mis pasos son silenciosos, únicamente escucho mi respiración y la brisa chocar contra los altos árboles. Ophelia está frente a ese kiosco color verde, parece que va a entrar por esa pequeña ventana qué hay debajo pero mi voz la detiene.

—¿Qué haces Lia?— ¿En serio acabas de decir eso Jared? —Uhm... yo... quiero decir...

Ella voltea hacia mi, tiene los ojos muy abiertos y aunque hay poca luz puedo percibir ese brillo en su mirada. Ahora puedo decir que sus ojos son azules o eso creo. Porque sin duda alguna, no los puede tener color lila, ¿verdad?

—¿Me estás siguiendo?— es la primera vez que la veo con el ceño fruncido, hasta parece molesta.

Más bien, está molesta.

—¿Por qué no estás en tu casa?— digo, sin rodeos. He podido armarme de algo de valor. —Es muy tarde.

—Porque...

Ahora ella parece que está nerviosa e incluso luce intimidada. Mi mente comienza a crear varias hipótesis sobre la situación, todas un poco raras, sin embargo sé que no debo de estar muy lejos de la realidad.

Parece que va a hablar pero un sonido del otro lado de la calle nos sobresalta. Estos kioscos son utilizados principalmente por los policías de los alrededores. En la parte inferior de estos tienen pequeñas oficinas que usan por el día para vigilar el lugar. Seguramente un policía está por venir.

Antes de que que pueda reaccionar siento como Lia toma mi mano y me jala para comenzar a correr. Nos vamos del lado contrario de donde escuchamos el sonido de esta persona.

Mientras corremos como locos por las calles desiertas puedo sentir la brisa chocar contra mi rostro, la mano de Lia es delgada con dedos largos y huesudos aún así emanan calor. Lo único que veo es su nuca y su largo cabello dorado que se ondea de izquierda a derecha. En su espalda cuelga esa mochila rosa que la vi llevar el primer día que nos conocimos.

No paramos hasta que hemos avanzado unas cuantas cuadras. Mi respiración se torna agitada al igual que la de ella. Y, aunque ya hemos dejado de correr no ha soltado mi mano. Aún sujetándome, voltea hacia mi. Quedamos frente a frente, sus mejillas toman un color rosado al igual que la punta de su nariz y sus labios.

No, no me gusta.

No estoy enamorado de ella. Pero puedo jurar que es la chica más bonita que he visto en mi vida.

Agridulces PalabrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora