027 Eigengrau

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 Cuando vamos al colegio, nos enseñan todos los colores existentes y nos dicen como aplicarlos; el azul para el cielo, agua; el verde para todo aquello relacionado con la naturaleza; el rosa para las flores, explican que es una tonalidad exclusiva...

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 Cuando vamos al colegio, nos enseñan todos los colores existentes y nos dicen como aplicarlos; el azul para el cielo, agua; el verde para todo aquello relacionado con la naturaleza; el rosa para las flores, explican que es una tonalidad exclusiva para las niñas, así como el azul para los niños. Absurdo, pero eso es punto y aparte. Y el amarillo es para el sol como el rojo al fuego.

Pero muy pocos conocen el color eigengrau, porqué aunque no lo crean, existe. Sólo basta cerrar los ojos por unos segundos y el color se hará presente. La mayoría supone que lo que ha visto es negro, sin embargo no lo es. Es eigengrau. Término dado por el psicólogo alemán Gustav Theodor Fechner. Claro, ese sería su nombre en alemán, literalmente al español sería inherentemente gris, en español.

Eigengrau.

E - i - g - e - n - g - r - a - u

El gris intrínseco, color visto por el ojo humano en perfecta oscuridad.

Simple. Un gris oscuro que no puede llegar a negro, por la carencia de luz.

Eso es lo que ha predominado a mi alrededor, el único color ante mis pupilas.

Eigenlicht, gris cerebro, luz oscura, cualquier nombre que reciba este pigmento lo usaría para pintar mi vida sin Ophelia.

Una amarga ausencia de resplandor, en perfecta oscuridad.

Todo a mi alrededor ha sido invadido por dicho color, desde hace dos días. En el preciso momento que Lia volvió a desmayarse, el mismo tiempo que ha estado en cama.

Cuarenta y ocho horas ha durado esta cruda sensación y la cuenta sigue corriendo. Cada respiración es más pesada que la anterior, mientras veo a Lia dormir. Mi corazón repentinamente resplandece cuando veo el violeta de sus ojos, el único tinte con vida visible para mi. Pero apenas me acostumbro a verlos cuando sus párpados vuelven a caer cual pétalos al final de la primavera.

Es una pieza de porcelana, sumamente frágil.

Una chica despiadada reposa junto a mi, un par de gotas de lluvia se cuelan dentro de la habitación a través de la ventana e incienso de lavanda invade nuestro entorno, un aroma tan agradable que sé que le encantaría, pero ella se rehusa a despertar.

¡Levántate Ophelia, ya has dormido suficiente! ¡Mírame otra vez! ¡Por ti estoy aquí, no me puedes dejar solo! No puedes dejarme sólo.

Por favor, no juegues más conmigo, pequeña chica despiadada. Vuelve a mirarme con ese par de ojos lila. Prometo comprarte toda la comida que desees. Vuelve a contarme esos chistes tan malos tuyos, prometo reírme hasta llorar.

Pero no me hagas llorar por tu ausencia, que ya he tenido suficiente.

¿Vas a estar bien, cierto? ¿Estás jugando conmigo? ¿Quieres hacerme sufrir un rato más? Está bien, pero no tardes tanto. No creo poder seguir soportando este dolor.

Agridulces PalabrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora