Parte 48 (Race)

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Ha estado en su habitación casi todo el maldito día, no salió para nada, cuando fue la hora de la cena le hable y solo contesto que no tenía hambre. Eso llevo a que toda su familia y yo le rogáramos que comiera, o lo que sea, no abrió la puerta y empezamos a preocuparnos. Lo que sea que hubiera en esas malditas cartas no podría ser bueno, no para que ella decidiera no salir para nada.

Hubo un punto en antes de que todos los demás fueran a dormir que Rams amenazara con romper la puerta, maldiciendo y echándose la culpa por mostrarle las cartas. Hasta que Adilene al fin se asomara antes de que Rams cumpliera sus amenazas.

-Podrían solamente tranquilizarse. –Dijo refiriéndose a todos que estábamos afuera. Algunos ya en pijama.

-No estoy haciendo ningún acto suicida, en cuanto quiera comer lo hare, solo déjenme terminar con esto.

Y antes de que alguno de nosotros lograra pasar a su habitación, nos volvió a cerrar la puerta en nuestras narices.

Otros gritos más y decidieron ir a dormir, yo claro me quedo afuera paseando en círculos hasta que al fin sale.

Rápidamente voy hacia ella buscando algo mal en ella. no hay nada más que una expresión en blanco en su rostro.

-Estoy lista para comer. –Me dice apenas abro la boca para preguntarle qué pasa.

-Uh... Claro, vamos.

Comenzamos a bajar las escaleras y directo a la cocina.

-Me apetece algo como al carbón, o a la leña.

Dice mientras busca en el refrigerador y saca salchichas y de la alacena algunos malvaviscos y galletas. Y ahí noto que deja a un lado una caja de zapatos.

Solo me le quedo mirando buscando algo malo en sus expresiones, pero solo veo su concentración en colocar todo en una bandeja.

-¿Listo? –Me pregunta.

-Si vamos, te ayudo con la bandeja.

A pesar de ser ya de madrugada y comenzar un campamento en medio de su jardín, no dudo en complacer sus deseos, sabiendo que algo pudo haber pasado después de leer las cartas, confió en que en cualquier momento me contara que sucede en su mente.

Mientras dejamos las cosas en el suelo, ella comienza acomodar la leña, pero le digo que mejor se siente en los troncos mientras hago yo lo más pesado, aún no está bien para hacer este tipo de cosa por muy fáciles que sea.

Cuando logro prender la leña ella ya ensarto algunas salchichas y malvaviscos en los palillos de madera.

Asamos y comemos en un cómodo silencio a pesar de la situación. Solo esperando a que ella al fin hable o lo que sea.

-Se arrepentía, ¿sabes?

Dejo una salchicha a unos milímetros de morderla preguntándome qué demonios.

-¿Lo hacía he?. –Pregunto con sarcasmo ya sabiendo bien de quien habla.

-Al menos es lo que expresa en esas cartas, hasta que en las ultimas solo me pide perdón sabiendo que iba hacer lo que hiso por más que comentaba que no quería, es lo que no entiendo, decía que, por su papá y el club, pero a la vez que no haría nada por el... era tan confuso.

-Estaba demente, si no quería hacerlo no lo hubiera hecho y ya, pero ya vimos que no sentía tanta pena he.

-Sí, creo que a veces por amor haces locuras.

¿Qué mierda?

-¿Amor?

-Me quería, o lo que fuera que sintiera...

-Aun así, casi acaba con tu club y familia, ¿Qué tipo de amor es eso? –La interrumpo enojado.

-No lo sé, amor por su club, por su padre no lo creo, por mi o lo que sea, estaba dividido.

-Si si... Entiendo que uno haría lo que sea por tu club, pero ¿Lastimándote en el camino?

-Bueno todo acabó como tenía que acabar, el pagando todo lo que hizo, si lo quería un poco, todo se esfumo en el momento que supe que fue él y cuando dije su ubicación.

-¿No te estas sintiendo mal ahora o sí? –Pregunto preocupado.

-No, pero si tan solo hubiera confiado más en mí, quien sabe, hubiera cambiado las cosas.

-Sí y ahorita estuvieran felices para siempre.

De repente se me quitaron las ganas de seguir con los malvaviscos.

-¿Celoso?

-¿Qué diablos? –La miro como si estuviera loca.

-¿Qué, no? –Ahora se está burlando.

-No, claro que no, a pesar de todo lo que has vivido y que daría mi vida por qué no lo pasaras, por algo paso todo, no estuviéramos aquí, mi club no se hubiera aliado con el tuyo cuando tu padre necesitaba apoyo cuando aún no acababa todo esto, no, no le doy las gracias por todo lo que te hizo pasar, pero sí que la cagara a lo grande en no confesar y... tu sabes, no tengo que explicar todo. –Resoplo.

Se acerca más a mí, tomándome de la mano.

-Está bien tranquilo, digo al menos él se entregó, no estará en paz en estos momentos, se estará pudriendo en el infierno y lo que sea, no lo perdono del todo, pero si le doy las gracias en algo, no estaríamos aquí, los dos juntos a punto de tener una familia propia, unas gracias por eso, un lo entiendo por no saber qué hacer, por más enfermo que suene, le doy algo de paz con eso... -Duda. -¿Estoy mal?.

-Mientras no lo volvamos a decir en voz alta... Acabemos con esto ¿De acuerdo? –Le pregunto levantando la caja de zapatos.

-Por su puesto.

Toma la caja y la abre...

-Espera. –Le tomo la mano

-¿Qué pasa?

-No quiero comer malvaviscos con el fuego de las cartas. –Le digo haciendo una cara de asco.

Se ríe y acepta diciendo que tengo razón.

Cuando estamos ya demasiado llenos de malvaviscos y galletas, comienza sacando y aventando al fuego de una por una.

La ultima la rompe en al menos unos mil pedacitos e igual los suelta, algunos se vuelan, pero la mayoría cae al fuego.

Deja salir el aire y se recuesta en mí, ya más ligera.

-Te amo. –Le oigo decirme.

-Te amo igual.

Nos quedamos así abrazados y dormimos recargados en el tronco hasta el amanecer, igual que la primera vez.

LIFE NOWDonde viven las historias. Descúbrelo ahora