30. Camino al bienestar

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Luego de una pequeña explicación a los niños y un improvisado pero silencioso almuerzo Marshall dijo que se ducharía. Por lo cual el pelirosa se encontraba prácticamente solo en el sofá enfrente de la televisión encendida.

— ¿Puedo acompañarte? —escuchó la voz del niño que había estado bastante calmado ese día.

— Claro. —sonrió y luego de que el pequeño azabache se sentó a su lado ambos vieron la pantalla varios momentos.

De repente el pelirosa sintió que tomaban su mano, y aunque de primera instancia se sorprendió, luego se acostumbraba poco a poco a la manía del niño. Durante el tiempo que llevaba con ellos había aprendido de las pequeñas manías y costumbres de los hijos de Marshall; como por ejemplo el hecho de que Lia siempre enfilaba sus juguetes de una forma específica, o era exigente con que todo esté ordenado antes de dormir. Mientras que Maxi hacía cosas como repetir palabras o frases al caminar por la calle hablándole o despidiéndose de los árboles, faroles o cualquier cosa con la que pase por un costado. O la bastante persistente manera de jugar con sus manos o las de los demás, tocando suavemente las palmas hasta llegar a la punta de los dedos, una y otra vez.

Y ésto último es lo que hacía en ese preciso momento con la mano de Gumball, totalmente concentrado en la acción que realizaba, como si estuviese descifrando un secreto cósmico. Finalmente la cosquilla provocada por el pequeño roce produjo que el mayor moviese un poco la mano,y así mismo sacando al infante de su trance.

 —  Perdón. —mencionó rápidamente mientras soltaba la mano ajena.

El pelirosa soltó una pequeña risa— Esta bien. —le reconfortó sabiendo que la hermana del pequeño siempre le reñía por aquellos hábitos inconscientes— Sólo me hizo algo de cosquillas.

— ¿No te molesta? —indagó un poco inseguro.

— Claro que no.—sonrió— ¿Por qué me molestaría?

— A Lia le molesta. —habló cabizbajo, jugando esta vez con sus propias manos— No le gusta ningún tipo de cosquilla, dice que invaden el espacio personal de las personas. —hizo un pequeño puchero al hablar.

— Oh, bueno quizá a ella no le gusta. —habló en realidad sin saber qué decir.

— ¿Al resto de las personas no les importa?

— No  podría decirlo con total seguridad pero... —pensó un corto momento y continuó— Supongo que a la mayoría de las personas no les molestan las cosquillas.     

— Lia es una amargada. —bufó finalmente.

Gumball sólo sonrió un poco y le preguntó al pequeño si es que había peleado con ella últimamente por algo, como si hubiese adivinado el niño se tensó de repente y desvió la mirada— Me echó del cuarto por decir que sus juegos eran aburridos. —concluyó con sus bracitos cruzados

Gumball quiso reírse por un momento, pero al percatarse de que era una situación relativamente seria, preguntó— ¿Y a qué quería jugar cada uno?

— Yo quería jugar con los peluches, ella eligió hacer una fortaleza de bloques.

— ¿Entonces por qué no hacen una fortaleza de bloques donde puedan jugar con los peluches? —sugirió y los ojos del niño se iluminaron.

— ¡Gracias por la idea! —le respondió mientras se levantaba del sofá y corría a su habitación.

Gumball sonrió luego de que el niño se fue, aunque al verle volver arrastrando los pies, preguntó— ¿Ella dijo que no?

El pequeño azabache hizo un puchero mientras asentía, luego se reincorporaba en el sofá y lloriqueaba— Yo quiero jugar con los peluches.

— Pues juega aquí conmigo con los peluches. —solucionó sonriente.

Entre Papeles y Café (Gumshall/AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora