35. Celos

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Por suerte o por desgracia el rubio pareció reconocerlo también, pues los nervios se le notaron cuando habló— A-Aquí está la carta, volveré e-en un momento.  —luego se alejó rápido, sin intención de quedarse un segundo de más.

Gumball tembló en lo que tomaba el menú, aunque sabía lo que pediría intentó distraerse y calmarse un poco.

Aunque lo último que lograría era calmarse al sentir que alguien golpeaba la mesa— ¡Adivina quién quedó en el trabajo! —habló Marshall con contento.

— Ah, que bien que lo lograste. —acotó suavemente mientras bajaba el menú y observaba al mayor sentarse frente a él.

— No lo hubiera hecho sin ti. —sonrió tomando la mano del menor, desde el lado opuesto de la mesa.

— Sin el superior, en realidad. —contestó con una sonrisita acariciando la mano ajena.

— ¿Por qué sigues diciéndole así? Tiene nombre, por si no lo sabías. —bromeó rebozando de contento.

— Bueno, no soy bueno con los nombres. —mencionó algo avergonzado.

— ¡No sabes su nombre! —descubrió soltando una carcajada.

— N-No, lo escuché sólo una vez y no retuve la primera letra siquiera. —habló con una risita avergonzada,  causada sólo por la sonrisa divertida y boba de su pareja.

— Se llama Nestor. —le dijo aún sonriendo— "El que es recordado con cariño" —recitó como si lo estuviera leyendo— Una vez leí el significado. —se explicó un poco avergonzado.

— Al menos lo recuerdas. —le quiso reconfortar junto con una risita— Y le queda bien el nombre, pues es cierto.

— Siendo tan bueno, claro que sí. —comentó Marshall de manera suave, pensando en que cuando tuviese oportunidad le tendría que agradecer personalmente por la ayuda.

Antes de que la pareja pudiese acotar algo más, el mesero volvió tomando absolutamente toda su atención— ¿Ya decidieron que ordenar?

Marshall de inmediato cambió su humor, apretando con furia la mano que aún sostenía— Tú... —gruñó con aire de querer atravesarlo con una cuchara.

— Un jugo de naranja, un café cortado y sándwiches tostados. —respondió rápidamente el peliclaro, antes de que se comience una discusión.

El semirubio asintió mientras anotaba, antes de poder irse el azabache le preguntó al borde de su control— ¿Qué demonios haces aquí?

— Trabajo. —respondió cortamente mientras se iba.

— ¿Tú sabías que él estaba aquí? —habló el azabache soltando su mano y tomando los bordes de la mesa.

— A-Apenas llegué y él se acercó. —admitió suavemente, pero antes de poder decir algo más el mayor habló.

— ¿Él te dijo algo? —dijo con un tono embravecido, con toda la intención de dar vuelta la mesa para ir a darle una buena paliza al teñido.

— No, nada. —se atajó rápidamente— Sólo me dio la carta y se fue. —explicó y rogaba internamente que Marshall conservase la compostura.

— ¿Eso es todo lo que te dijo? —indagó con ferocidad latente.

— Sí, te lo juro. Él no dijo ni una palabra más. —aseguró y el azabache aunque por un momento lo dudó finalmente suspiró dándole una chance.

— De todas las malditas cafeterías de la ciudad tenía que trabajar justo en esta. —maldijo al cielo, luego  de unos minutos de incómodo silencio vio que el casi castaño se acercaba con lo que habían pedido— ¿Planeabas hacer algo atendiéndonos específicamente a nosotros? —preguntó de manera tajante.

Entre Papeles y Café (Gumshall/AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora