15. Cielo despejado

550 48 3
                                    

El pelirosa se sorprendió al ver la tenue luz filtrarse por las ventanas del oscuro sitio.
Creyó que el azabache quería salir a caminar para despejarse, por ello no espero encontrarse en el estacionamiento del subsuelo.

Le siguió varios pasos hasta el auto que ya conocía. Sin decir palabra Marshall subió al vehículo y el menor le imitó.

Nuevamente rompiendo con lo esperado, el azabache solo se quedó en silencio, sin poner las llaves para encender el motor o hacer algún sonido que quiebre el momento.

Finalmente soltó un suspiro, robándole la atención al menor— Perdón. —musitó cabizbajo— Perdón por la escena, por mi hermana y por las cosas que no hubieses querido saber.

— Aún así. —habló el menor— Aunque el método de tu hermana no sea el mejor, en algún momento, realmente me hubiese gustado saber todo de ti... —hizo una pequeña pausa— Tanto lo bueno, como lo malo. —concluyó con un tono suave y acercando su mano a la del azabache, queriendo darle cierto consuelo.

— Por favor. —rodó los ojos con voz irónica— Realmente no podrías saber todo de mí, así como yo tampoco de ti.

— Pero ciertas cosas, debería saberlas ¿No?

— ¿Ciertas cosas? ¿Qué tanto es lo que quieres saber?

— Sabes a lo que me refiero. —musitó ya avergonzado, triste de solo la idea del tema a tratar.

— ¿En serio creíste lo que dijo mi hermana? —soltó con cierta saña

— No es lo que crea o deje de creer, simplemente supongo que lo dijo por una razón.

Marshall suspiró nuevamente, luego se reincorporó y le contestó— Mi hermana exagera, sólo lo dijo para crear problemas. —hizo una corta pausa y ante la persistente duda del pelirosa, continuó— Si no hubieses oído lo que dijo ella ¿Creerías que soy capaz de hacerlo? ¿De deshacerme de los problemas deshaciéndome de mi mismo? —finalmente su voz se quebró y el menor no pudo evitar desviar la mirada— ¿Siquiera puedes mirarme a los ojos y solo pensar en que podría dejar a mis hijos solos?

Finalmente el pelirosa se llenó de valor para verle, y como el azabache dijo, le miró a los ojos, esos penetrantes e intensos orbes que adoraba ver, y que en ese instante simplemente no se le daba la idea de que él abandonaría a sus hijos, que simplemente no podría siquiera con el solo supuesto.

— Perdón, Marshall. —chilló finalmente, y lanzándose a abrazarle, sin más que cuestionarle— Perdón por dudar de ti... —murmuró aún sin soltarle.

Y aunque era incómodo abrazarse sin acercar tanto sus cuerpos, el azabache acabó sonriendo un poco más sereno internamente.

El menor aún no tenia la intención de apartarse, apoyó su cabeza en el hombro ajeno y tomó su mano— Simplemente no podía con la idea... —murmuró suavemente.

— Bueno ya, deja el tema, no te amargues más. —le dijo para luego besarle cortamente.

— Bien. —murmuró volviendo a besarle, y así también sonriendo— ¿Deberíamos volver o...?

— Nah. —dijo interrumpiéndole— Dejemos que Marceline se encargue. —sonrió finalmente— Tenemos al menos tres horas sólo para nosotros dos. —se acercó al menor con aire seductor, con toda la intención de volverle a besar.

El pelirosa no se negó ante las acciones del azabache, se entregó a la sensación de los besos y las pequeñas caricias. Un momento luego de haber separado sus bocas, preguntó— ¿Y qué planeas? —con igual tono de seducción que el mayor

— No lo sé. —ronroneó mientras le besaba en la mejilla— Podríamos hacerlo en el asiento trasero del auto, quizá.

Inmediatamente el pelirosa enrojeció y desvió la mirada, totalmente avergonzado, pero con una diminuta sonrisa escondida en el rostro.

Entre Papeles y Café (Gumshall/AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora