20. Fortaleza puramente compartida

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Marshall despertó en la cama vacía, se sentó en ella y luego se vistió. No oía sonido alguno que indicara que el pelirosa estuviera haciendo algo.

Caminó por el corto pasillo y tanteó con la mirada la cocina, vacía. Se dirigió al baño, y allí encontró a su pelirosa en la tina.

Suspiró y sonrió al verle recostado con los ojos cerrados— Es peligroso dormirse en agua ¿Lo sabes? —habló y el menor dio un respingo del susto.

— No me dormí. —habló acomodándose en su lugar.

Marshall soltó una pequeña risa y se acuclilló para estar a la altura de su pareja. Acarició su cabello y preguntó suavemente— ¿Estás muy cansado?

— Y  también adolorido. —volvió a cerrar los ojos con tranquilidad pero con una sonrisita.

Continuando con el suave tacto, habló— Perdona, sabes que no fue mi intención ¿Te duele mucho? —soltó una pequeña risa, que ya no podría haber sido contenida— ¿Qué te duele específicamente? -preguntó sin frenar su picardía.

— Sabes bien lo que me duele, y ni siquiera es tanto, solamente me molesta. —murmuró y luego se hundió de repente en el agua de su bañera. El azabache rió entendiendo que lo había avergonzado, y luego de un corto momento el pelirosa emergió cual submarino— Fue suficiente tiempo en el agua. Ve y prepárame un café, mientras yo me visto.

— Claro, mi príncipe. —le dijo con tono dulce, mientras volvía a ponerse de pie y se dirigía a la cocina.

Luego de desayunar y más tarde almorzar, la pareja favorita se hallaba en la puerta de la casa del menor, rogándole al pelinegro quedarse un poco más de tiempo.
— Sé que soy muy egoísta por esto pero, al menos, quédate unas horas más.

— Dulzura, sabes que debo irme. El viaje es largo y ya de por sí llegaré algo tarde a casa.

El pelirosa suspiró y agachó la cabeza. Abrazó a su novio y posteriormente murmuró— Bien.

— Entiendo que es difícil. —musitó el azabache mientras le rodeaba con los brazos y acariciaba su cabello— Pero debes de saber que no estarás solo, no te estoy dejando.

El pelirosa chasqueó la lengua y antes de que dijera algo sarcástico y vivaz sobre ello Marshall le interrumpió;

— Y sabes que no me refiero a la forma literal, puedes contar conmigo aunque no esté físicamente contigo.

El menor desvió la mirada con una pequeña sonrisa, sintiendo que le había leído la mente.

— Bueno ya, vete de una vez. —soltó algo venenoso, mientras se apartaba del azabache empujándole con la mano.

— Claro, claro. Pero antes de eso... —le tomó de manera algo brusca y le obligó a verle, sonrió y le besó, quitándole el atisbo de desdén que le había surgido.

Una vez apartados el pelirosa sonrió cortamente mientras le alejaba nuevamente con su mano, esta vez de manera mas suave— Ya vete. —le dijo casi como un susurro.

El azabache sonrió y volteó para tomar la perilla de la puerta, pero antes de que esto sucediera, se volvió a su novio y habló firmemente— Promete que me llamarás si te sientes mal, aunque parezca una tontería.

El menor sonrió algo avergonzado e igualmente asintió.

Marshall le besó rápida y cortamente antes de finalmente cerrar la puerta e irse.

Y cuando volvió a su hogar, sus niños corrieron a recibirle, preguntando con ánimo cómo se encontraba el pelirosa, que si ya se sentía mejor, si podían ir a visitarlo, si mejoraría solo o deberían de ir a cuidarlo, mejorar su ánimo y salud con juegos y cariño.

Entre Papeles y Café (Gumshall/AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora