6. Solo un poco de incomodidad

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El par conversó con tanta liviandad que hasta casi no se dan cuenta de que ya era hora de irse, así que en lo que se hicieron compañía y sus caminos se cruzaban, continuaron con las charlas banales hasta que ya no pudieron hacerlo más y cada uno se dirigió a su destino. Aunque cada uno se mantuvo pensando en la parte seria de la conversación, Marshall se moría de vergüenza al recordar lo patético de su comportamiento y Gumball no encontraba el porqué de su sentimiento de querer consolar al azabache, siendo que hace nada de tiempo no eran más que desconocidos, que luego pasaron a compartir mesa en el café y que por azares del destino habían coincidido en el trabajo, hasta que ese día llegaron al punto que le gustó catalogar como confidentes.


Mientras que Marshall también pensó en lo que se podría calificar como una relación creciente, de desconocidos a lo que sea que terminen siendo, pero lo importante no era eso. Lo que le parecía importante era la embarrada olímpica que había pasado por su honor al casi largarse a llorar durante esa tarde, y entre lo que su mente discutía el cómo compensar lo sucedido ese día, su cuerpo se cansaba al tener que oír a medias el interminable discurso de la directora del colegio de sus niños. Suspiró de alivio cuando por fin escuchó que aquella señora de cabello blanco con mucho fijador soltó un concluyente "Cuídense, nos vemos mañana" , luego esbozando una sonrisa en lo que observaba a sus retoños acercarse.


Estuvo distraído mientras oía lo que sus hijos le contaban, lo único que pudo captar fue una noticia de que un niño se golpeó en clase de gimnasia y que le llevaron a enfermería, también algo de unos preparativos para un festival que sería como cierre del año en esas últimas semanas. Cosas sin mucha importancia en realidad.


Aunque una vez que llegaron a su hogar, la niña entre los azabaches se percató de que había un par de tazas usadas para lavar— ¿Alguien vino mientras no estábamos? —preguntó con cierto tono celoso y con cierta curiosidad, mientras tiraba del borde de la camiseta de su progenitor. El cual asintió afirmativamente sin realmente saber a qué, pues aunque terrenalmente se encontrase por lavar lo que había llamado la atención de su hija, su mente divagaba sin sentido— ¿Quién estuvo aquí? —chillaba y zarandeaba a su padre, o al menos intentaba hacerlo, queriendo llamar su atención a toda costa.


— ¿Tu amigo Gumball vino? —el menor del grupo familiar se incluyó en la conversación, con tono contento pero aún así copiando el gesto de su hermana, al tironear de la ropa de su padre, aunque él tomase el costado del pantalón.


Como si fuese una palabra mágica, el nombre de su compañero de trabajo lo devolvió completamente al mundo terrenal, y antes de siquiera poder contestar cualquiera de las preguntas que se le habían hecho, el par de infantes continuó queriendo resolver sus incógnitas— ¿Y quién es ese? —cuestionó la niña, al ser la primera vez en mucho tiempo que no tenía conocimiento de algo.


— ¡Pues un amigo de papá! —respondió el varoncito en lugar del mayor, y continuó emocionado sin lugar a más aclaraciones— ¡Es súper agradable y tiene una linda aura, además de que tiene cabello rosado! —soltó lo último junto a una risita y emoción que daba la impresión de haber hecho el descubrimiento del siglo.


— ¿Y por qué es que no lo conozco? —se quejó mientras cruzaba sus brazos, con clara indignación.


Marshall suspiró en lo que tuvo un espacio para hablar, y se acuclilló para estar a la altura de sus retoños y comunicarse mejor, cosa que hacía usualmente— Lo conocí hace apenas unos días, Maxi lo vio casualmente cuando lo retiré de la escuela, nada más que eso.

Entre Papeles y Café (Gumshall/AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora