43. Egoísmo saludable

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Aunque le hubiese encantado despertar con el placer inundando su cuerpo, fue la dichosa alarma quién le despertó. Así que resignado del día que tendría que enfrentar, Marshall comenzó por despertar a su pareja que claramente tenía que trabajar igual que él.

Le movió del brazo, luego acercándose y pronunciando su nombre con voz somnolienta— Ya es hora. —al oír que el otro murmuraba algo y abría sus párpados lentamente, continuó— El día será largo, vamos levántate.

— Eso no me inspira mucho. —sonrió perezosamente, estirando su mano para tocar el rostro de su pareja.

Correspondiendo al tacto, el azabache inclinó su cabeza apoyándola en la mano del menor, luego volteando para besarla y más tarde acercándose para darle un beso en los labios— Levántate. —susurró volviéndolo a besar, una y otra vez hasta que el otro comenzó a soltar risitas aceptando y sentándose en la cama.

Antes de que ambos se pusieran de pie, sus miradas se encontraron fijamente aún sonriendo con tranquilidad hasta que el azabache suspiró y su pareja le dijo— Hoy tendremos buenas noticias. —aunque sea un deseo más que una afirmación, le sacó otra sonrisa al mayor.

— Te amo. —susurró acercándose para besarlo nuevamente— Adoro tu optimismo. —confesó aún cercanamente, junto con una risita algo amarga.

— También te amo. —lo acercó abrazándolo de repente, volviendo a quedar acostados— Y me preocupa que caigas en tu propio vórtice de negatividad.

Marshall soltó otra risita, ahora más avergonzado— Eso no pasará siempre y cuando estés conmigo. —correspondiendo al abrazo, pasó sus manos por la espalda del menor, aferrándose a él.

— Tan cursi como siempre. —rodó los ojos con una sonrisa, en lo que se acomodaba para quedar frente a frente—Y justo así me gustas. —se acercó nuevamente para besarlo, esta vez de manera más lenta y vigorosa.

Calentando poco a poco sus cuerpos, los besos que compartían eran cada vez más húmedos y excitantes, tanto que el azabache había pasado del puritano abrazo hasta el tacto de la cintura de su pareja, jugando al borde de esa zona erógena— Deberíamos hacer estas cosas más noche ¿No crees? —habló pesadamente con clara excitación, ahora moviendo su cadera para encajar con la ajena.

— No hay una hora específica para hacerlo. —sonrió pícaramente mientras se relamía los labios, imagen que provocó que el mayor se mordiera por control.

— ¿Por qué eres así de sexy? —sonrió quitando sus manos de la cintura del otro, para tomar sus manos y llevarlas casi hasta la cabecera de la cama. Mientras que con su mano libre, subió la camiseta del menor repartiendo pequeños besos que provocaban espasmos en su pareja, aunque nada comparado con el placer producido por la masturbación algo brusca que ejerció por encima de la tela del pantalón mientras lamía con lentitud su sensible pecho.

Balbuceando el nombre del mayor, poco a poco la cordura se le resbalaba entre los dedos, y más aún cuando el azabache mordisqueó uno de sus pezones, provocando que soltase un gemido que rápidamente fue interrumpido por la mano del mayor que le cubrió la boca evitando que más sonidos salgan. Sumando la super erótica mirada seria que le decía Silencio sin siquiera pronunciar palabra, las sensaciones en su cuerpo eran demasiado fuertes como para rechazar el deseo de correrse y en el proceso ser lo más ruidoso que sus cuerdas vocales se lo permitirían.

Así que continuando con la labor de excitar enormemente a su pareja, Marshall ahora encajó sus cuerpos comenzando a rozar sus entrepiernas, suspirando profundo al saber y sentir que el otro estaba duro. Dando estocadas lentas ahora el azabache se centró más en tocar con vigor los costados del menor, quien teniendo sus manos libres tironeaba delicada y ansiosamente los mechones negros tan alborotados como sus hormonas.

Entre Papeles y Café (Gumshall/AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora