Entre Papeles y Café (Gumshall/AU)

42. Quien teme sufrir sufre del temor

Después de haberse quebrado y reconstruido por nada más que unos minutos, la pareja decidió no perder más tiempo. Así fue como Marshall se duchó mientras el peliclaro preparaba té para ambos, que extrañamente el azabache rechazó diciendo que si sentaba dos minutos y parpadeaba, sentía que podría dormirse hasta el día siguiente.

Y aunque el peliclaro sólo soltó una risita diciendo que exageraba, al momento en que ambos subieron al auto y comenzaron a andar, realmente fue sorprendente la rapidez con la que se escuchó roncar al mayor.

Gumball sonrió con lástima, estacionando y suspirando sin querer despertar al azabache. Así que decidió dejar que duerma, aunque sea en el auto, y queriendo que esté más cómodo comenzó a ajustar el asiento, en el proceso despertando de golpe a su pareja.

— ¿Llegamos? —fue lo primero que mencionó al despertar, claramente desorientado.

— Sí. —suspiró el peliclaro sin lograr su cometido, luego aclarando— No dormiste mucho tiempo, estate tranquilo.

Marshall asintió saliendo del auto, posteriormente caminando con dificultad hasta dentro del edificio y tropezando algunas veces con los escalones del lugar, pero todas sin caerse gracias a la compañía del peliclaro.

Cuando al fin llegaron al piso correspondiente, antes de entrar a la habitación se cruzaron de frente con alguien que reconocieron como un doctor— Ah, buenas tardes. —mencionó al verlos— ¿Son los tutores del niño, verdad?

— Sí. —respondió rápidamente el azabache, ignorando el plural y diciendo con impaciencia— ¿Ya tiene los resultados?

El hombre asintió mientras comenzaba a hablar, con una tonalidad seria— Los resultados no han sido buenos. —realmente sus palabras no terminaron allí, pero en realidad Marshall se desconectó por completo, sin creer lo que oía y sin saber cómo se mantenía de pie ni como milagrosamente pudo captar y entender lo último que decía el médico en su monólogo informático— Así que una de las opciones que barajamos con los demás profesionales, siendo la más rápida y efectiva así como también riesgosa, es realizar una operación a corazón abierto.

— Ah. —fue lo único que atinó a responder— ¿Cu-Cuando sucedería eso? —preguntó nerviosamente.

El hombre ojeó un momento los papeles que traía consigo, luego diciendo— Cuando mucho dentro de los próximos días, el cuadro del niño es inestable y sería mejor que se quede internado. Tendremos que comenzar a hacer los preparativos para la operación lo más pronto posible, si es que usted lo considera como una opción aceptable para su hijo.

— S-Sí. —soltó mientras asentía, sin haber entendido mucho en realidad.

— Piénselo, pronto enviaré a un cadete para que usted firme los permisos oficiales y demás. —habló mientras comenzaba a retirarse y palmeaba suavemente el hombro izquierdo del azabache.

Después de que el doctor se fue, la pareja se mantuvo un momento más en aquél pasillo solamente en silencio intentando asimilar toda la información que les había llegado. Aunque siendo honestos, el que más debía prestar atención irónicamente fue quien más fuera de sí estaba, volviendo a la tierra únicamente cuando el menor mencionó que deberían entrar a compartir lo que ahora sabían.

Marshall volvió asentir con un poco de dificultad, dirigiéndose hacia la puerta y tomando la perilla encontrándose con la mirada del resto de la familia.

— ¿¡Dónde demonios estaban?! ¡Un doctor entró con noticias pero no quisieron decirme nada! —se quejó de inmediato la adulta del cuarto.

— S-Si. —parecía que era lo único que el azabache podía decir.