13. Autocontrol y tiempo

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Marshall aún sentía el rubor sobre su rostro, recordar lo que prácticamente gritó, le causaba aún más bochorno. Pensar que el pelirosa a quién iba dirigido aquél sentimiento llegaría en cualquier instante, le daba aún más nervios.


— Soy tan idiota. —murmuró para sí mismo al volverlo a pensar. Pensar que por un instante, por más pequeño que haya sido no hubo otra cosa en su mente que no sea lo que sentía por aquel muchacho. Que aunque haya sido exclusivamente por ese momento, se olvidó qué hora era, dónde y con quién estaba, porque podría apostar que si hubiese usado simplemente su sentido común, no hubiese gritado como lo hizo, y consiguientemente no hubiese despertado a sus retoños.


— Buenas, Marshall. —escuchó luego del sonido de la puerta, de repente se tensó y murmuró un "Buen día" apenas audible.


Podría haber visto sonreír al pelirosa si es que hubiese tenido la valentía suficiente para voltear y verlo directamente, pero se mantuvo dándole la espalda recordando lo cursi que había sido.


— Fue algo lindo, lo de anoche. —escuchó que decía con el tono suave que adoraba oír, dulce y agradable, tierno y tranquilo. Seguidamente pudo escuchar una pequeña risa del menor, que luego decía— ¿Tanta vergüenza te dio? —sentía que los roles se habían invertido, pues lo nervioso de su cuerpo se había vuelto irremediable y la cercanía del pelirosa le sorprendió.


Aún así, suspiró quitando cualquier inquietud de su cuerpo— Ya lo dije antes, no es algo fácil de decir, aunque por ti... cualquier cosa vale la pena. —respondió seductor como siempre, se sentía más confiado, sobre todo cuando el menor se ruborizó adorablemente. Aquella imagen automáticamente lo hizo relajarse y casi suspirar enamorado.


—Ése es el Marshall que me gusta. —sonrió para luego palmear el hombro del mayor y poder abocarse a su trabajo.


Sin darse cuenta, entre que hablaban de vez en cuando de tonterías y se concentraban en hacer bien sus tareas, la jornada laboral se había acabado— ¿A dónde iremos hoy? —preguntó queriendo dar tema de conversación mientras acababa de guardar su computadora.


— A mi departamento. —respondió cortamente, colocándose su abrigo.


— ¿De verdad? Hoy parecía un buen día para pasear.


— Bueno, ya que te incomoda estar en público y yo no siempre puedo contenerme...—dudó en cómo continuar, no le había gustado como dijo eso de "contenerse", le hacía sentir como un puberto estúpido— Sólo pensé que necesitaríamos algo de privacidad, ya sabes, como pareja.


Gumball sentía como su corazón se estrujaba ya sea de dolor o ternura, y sin poder expresar alguna de las dos, habló algo cabizbajo— Gracias, Marshall.


Ante el pensamiento de que quizás su novio no quería ir al departamento, aclaró nerviosamente— Aunque si no quieres ir, podemos hacer otra cosa.


— No...—murmuró sin verlo, pero seguidamente tomando valor para encararlo con una actitud más pícara— Quiero estar sólo contigo...—sonrió estando listo para irse, o quizás armar una pequeña escena romántica allí mismo, y debía de admitir que la última opción le agradaba bastante.

Entre Papeles y Café (Gumshall/AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora