3. Interrogatorio de un infante

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Cuando volvieron a la cafetería, Gumball no les había visto llegar, estaba tan inmerso en sus pensamientos y lo interesante que parecía mezclar el jugo de naranja con una cucharita.


El niño entró corriendo y Marshall no lo detuvo, ambos sabían dónde estaba el bolso, ya que el pequeño lo había visto desde la ventana por donde pasaron— ¡La encontré, papá! —el joven de cabello rosado observó al niño con asombro y éste le devolvió la mirada— ¿Lo conoces? —le pregunto a su padre una vez que este se volvió a sentar en la mesa.


— Sí, vamos. Siéntate Maxi. —el infante se sentó y sonrió.


— Sabía que volverías por tu bolso. —mencionó mientras tomaba el primer de sus sándwiches que había pedido y le acababan de traer. El niño le miró con ojos hambrientos, rápidamente Gumball lo notó y le ofreció— ¿Quieres un poco?


— ¡Sí! —respondió alegremente y tomó el sándwich, un momento después escuchó la voz de su padre soltando un "¿Como se dice?" a lo que el niño volvió a sonreír y dijo— Gracias.


— Es idéntico a ti—sonrió Gumball enternecido.


— Lo sé, aunque tiene los ojos de su madre. —soltó con cierta melancolía, tocando el cabello del pequeño, quién al sentir la mirada de los mayores sobre sí soltó un "No me miren" avergonzado, luego comenzó a comer su sándwich.


Ambos mayores rieron y luego de un momento el pequeño comenzó a observar detenidamente a Gumball, preguntando curiosamente— ¿Por qué tu cabello es rosado?


Marshall se tensó ligeramente, había estado pensando aquello desde la primera vez que lo vio y no se había atrevido a preguntarle directamente.


—Es porque me gusta. —le dijo al niño— Y si tú también tienes curiosidad... —ahora se dirigía a Marshall, con una sonrisita divertida— Una vez lo teñí por una apuesta en la universidad y me gustó como quedaba. 


— Aparentemente cambiaste bastante en la universidad. —preguntó Marshall, sonando curioso. Sin embargo, Gumball frunció el ceño ligeramente ante tal comentario, siendo que poco que se conocían— Es decir cambió la forma en que te llamaban y también el color de tu cabello, ¿qué más cambió? —preguntó queriendo dar tema de conversación. Y Gumball podía ver con claridad las similitudes con su hijo, la misma curiosidad, pensando que de tal palo tal astilla.


— La forma en la que hablo, mi forma de vestir, gustos, de todo. —levantó la vista un poco como si le ayudase a recordar— Simplemente quería un cambio.


El mayor sonrió ante la respuesta, comprendiendo la situación para después tomar la palabra— Si a ti te gusta, está bien. Un cambio siempre puede ser bueno.


—Independientemente si los cambios son buenos o no, creo que las personas cambian en cada momento, nunca son las mismas—contestó para luego beber su jugo, de manera pensativa.


—Mi papi siempre ha sido el mismo. —el menor se incluyó en la conversación, probablemente se sentía ignorado— Siempre desde que estamos juntos jugamos, vemos películas o paseamos—Sonrió mientras su atención poco a poco se dispersaba a medida de que movía con su dedo las migajas de pan sobre la mesa. Un momento de silencio después el niño volvió en sí y se dirigió al pelirosado— ¿Cómo te llamas? —preguntó con curiosidad.

Entre Papeles y Café (Gumshall/AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora