32. Es más que eso

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 Verse al espejo estando repleto de marcas le causó escalofríos.

Desde hace días Marshall era demasiado insistente con el sexo además de ser algo rudo, cada día al volver del trabajo se encontraba con el azabache listo para la acción que duraría incluso hasta antes de que tengan que ir a retirar a los niños. Claro que durante ese tiempo el menor siempre se quedaba en el departamento para ducharse y poder acostumbrarse a la idea del nuevo comportamiento de su pareja, quien luego de volver con los niños se iba por horas para buscar trabajo.

Esta vez habían sido chupones acompañados de alguna que otra mordida, rozó los contornos de algunas con los dedos antes de oír que el trío de pelinegros llegaba al departamento. Se colocó su camiseta para luego salir del baño y encontrarse con los pequeños que lo saludaron animadamente.

— ¡Gumball, no tienes idea de lo que hicimos hoy! —exclamó el menor luego de abrazarle en forma de saludo, y después sentándose en el sofá.

El peliclaro soltó una risita suave mientras comenzaba a oír las anécdotas del niño, que momento después serían interrumpidas por Marshall— Saldré. —mencionó colocándose su chaqueta— No me esperen para la cena. —habló para luego despedirse e irse.

Gumball tragó un poco de saliva por lo incómodo que quedó el ambiente, el infante había quedado callado y algo cabizbajo— ¿A dónde es que se fue mi papá? —preguntó finalmente.

— A trabajar.

— Creí que los trabajos eran de día. —mencionó llevando su mirada hacia la habitación donde estaba su hermana.

— Hay trabajos que son de noche. —volvió a responder sin querer que la conversación se extienda más.

Un segundo de silencio después, donde el peliclaro creyó y agradeció que el tema se terminó, el pequeño azabache habló— ¿Crees que mi mamá trabajaba de noche?

Gumball se tensó sin remedio, jamás de los jamases había oído hablar de aquella mujer en boca de los niños. Creía que no la recordaban o bien no querían hacerlo, pero la primera vez para mencionarla no fue nada oportuna— No lo sé, yo no alcancé a conocerla. —respondió lo más tranquilo que pudo.

— Yo tampoco la conocí mucho. —mencionó balanceando sus pies— Yo era muy pequeño y siempre que le pregunto a Lia ella me regaña, dice que no son cosas que yo debería saber.

— Aún eres muy pequeño para ciertas cosas. —sonrió y le acaricio un poco los oscuros mechones de su cabello.

— ¡No soy pequeño! —se quejó quitándose la mano ajena— ¡Tengo 5 años! —mostró su mano extendida con sus cinco deditos que representaban los años mencionados— ¡Y éste año cumplo 6, así que no soy pequeño! —refunfuñó levantándose.

Gumball rió un poco y finalmente contestó— Bien, no eres tan pequeño. —sonrió y al ver que el niño sólo bufó una vez más pero aún así continuó frente a él, decidió cambiar de tema con un tono más amable— ¿Qué es lo que quieres para cenar hoy? —al recibir una mirada luminosa de sorpresa del infante, entendió que esa pregunta no era hecha tan a menudo— Tú puedes elegir el menú hoy, ya que eres el más pequeño hay que mimarte ¿verdad? —finalmente rió un poco en lo que veía al pequeño saltar de contento por lo dicho, mencionando muchos platos y combinaciones de comidas que quería para esa noche.

Y tal cual lo prometió, tiempo después el peliclaro cocinó la cena elegida por Maxi. Una vez  concluida, los niños exhaustos se durmieron en sus camas y Gumball limpió el departamento mientras esperaba la llegada de su pareja.

De manera algo dubitativa finalmente decidió ir a dormir, si Marshall llegaba o no él tenía que trabajar al día siguiente y eso no iba a cambiar. Por lo cual mientras su mente aún intentaba descifrar el comportamiento del azabache, estuvo recostado un buen tiempo hasta que escuchó la puerta del departamento abrirse, después sintiendo que su pareja caía como peso muerto en la cama.

Entre Papeles y Café (Gumshall/AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora