16. Buscando el punto de quiebre

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— Al fin. —habló Marceline al verles entrar.

— Vinimos en el tiempo que nos diste para volver, no te quejes. —le contestó su hermano mientras guardaba el postre en su lugar correspondiente.

— No creí que se tardarían más de media hora, agradece que me tome en serio lo de cocinar. —dijo mientras aún revolvía la salsa.

— Agradece tú que no nos tardamos 4 o 5 horas. —sonrió mientras husmeaba qué hacían sus retoños, los cuales jugaban tranquilamente en su habitación— ¿Fue muy difícil entretenerlos? —habló de manera sarcástica mientras comenzaba a despejar la mesa para cenar.

— Uy si. Tus hijos son un caos, como siempre. —sonrió y Marshall chasqueó la lengua.

— Lo dices porque no los has visto con el carácter cruzado, son más que un dolor de cabeza. —suspiró mientras le alcanzaba algunos cubiertos al pelirosa. Que sin siquiera hablar le había pedido permiso para ayudarle a poner la mesa y ambos ya estaban en eso.

— Aunque no los haya visto, apuesto a cómo son cuando pelean. —sonrió volteando a ver a su hermano— No es como si no hubiese sido protagonizado pleitos infantiles.

El azabache soltó una pequeña risa— Sí, aún recuerdo y siento los golpes que me dabas cuando tomaba tus cosas.

— Tsk, te lo merecías totalmente. No te victimices. —rodó los ojos mientras comenzaba a servir la cena en lo platos.

— ¿Cuanta diferencia de edad tienen? —preguntó algo cohibido el pelirosa.

Marshall esbozó una pequeña sonrisa y miró a su hermana— ¿Cuánto crees? —respondió ella.

— ¿2 años? —arriesgó dubitativo, no podría adivinar aunque quisiese, tanto Marshall como Marceline aparentaban unos eternos 24 o 25 años con aire adolescente.

— Le erraste por casi nada. —sonrió la fémina, provocando que su hermano rodase los ojos.

— Somos gemelos, ella es mayor por casi 3 minutos.

El pelirosa dio un respingo de la sorpresa, primero no adivinó que eran hermanos, y ahora cómo no supuso que eran gemelos, si se lo planteaba seriamente ¡eran casi idénticos!

— Y esos más de cien segundos de ventaja, me otorgan el derecho total de tratarle como mi hermanito, de aquí hasta el día que muera. —rió y luego se dirigió hacia la habitación de los niños.

Lo que dio el espacio para que el azabache se acercase al menor y pueda decirle— Parece que hoy no has tenido una buena racha analizando y siendo tan inteligente como siempre ¿verdad? —sonrió burlón y acortó cada vez más su distancia.

— Cállate, contigo no puedo racionalizar nada. —se quejó mientras lo alejaba, de manera ruborizada.

— ¿Por eso es que aceptaste salir conmigo? —lo besó cortamente y finalmente se apartó. Sonriendo y colocando jugo en su vaso.

— ¡Gumball, volviste! —se escuchó y sin tener tiempo de siquiera acomodarse para recibirle, un abrazo del infante le sorprendió.

— Claro que volví. —sonrió mientras sostenía al pequeño entre sus brazos— No me iría sin despedirme. —acarició su cabellera azabache y el infante rió.

— Y tampoco sin jugar conmigo ¿verdad? —mencionó mientras el pelirosa le dejaba sentado frente a un plato de espaguetis.

— No claro que no. —sonrió— No me iría sin jugar aunque sea un poco. —concluyó mientras también se sentaba en la mesa.

Entre Papeles y Café (Gumshall/AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora