Quedan dos meses

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Bosque encantado dos meses después.

Una cunita tallada en madera ébano era el primer regalo que había recibido el bebé de parte de su padre Facilier.
El padre estaba tan contento de poder tener a este bebé que no veía la hora de tenerlo entre sus brazos y poder darle todo su amor, se veía que era un padre orgulloso y feliz.

Facilier además de haber dejado este regalo en la habitación de Regina también dejo una nota dejándole saber a la morena las siguientes palabras:

Hola, mi amor.
Te dejo esta nota junto al primero de muchos regalos que le daré a nuestro bebé, busque al mejor tallador que se ha visto jamás y le pedí que me hiciera la cuna, no quería decirte nada por que quería que fuera una sorpresa para tí, espero que te haya Gustado tanto como a mí, te veré más tarde espero que te alimentes muy bien ya que tú y el bebé lo necesitan.
Con amor: Facilier.

Ese hombre la tenia volando en las nubes y no era para menos, él se había convertido en su otra mitad, en su alma gemela.
Regina como se lo dejo dicho Facilier bajo y tomo un deliciosa y gran desayuno que su padre junto a sus sirvientes le habían preparado.
—Hola, hija. Que bueno verte, ¿cómo dormiste?.—
—Bien, dormí como un bebé jajaja.—
—Ya lo veo, me parece bien que descances como se debe, ven sientate, los sirvientes y yo te preparamos algo delicioso.—
—No debiste molestarte, papá.—
—Déjame concentirte un poco.—
—Papá, ya no...—
—Lo sé, ya no eres una niña pero mientras estés conmigo quiero concentirte en todo lo que más pueda.—
—Está bien, pero no te pases.—
—Yo no me paso.—
—¿Ah no? Me haces el desayuno, me capillas el cabello, me bajas cargada por las escaleras, me tomas de la mano cuando quiere caminar y aveces hasta me das la comida. No es pasarse, ¿verdad qué no?.—
—Ejem, come que se te va a enfriar.—
Dejo un beso en la cien de su hija y se sentó a su lado para tomar el desayuno con ella.

Pasaron unas horas y Facilier se apareció en la habitación de Regina con un canasto lleno de frutas silvestres y con sus ropas llenas de barro.
—Hola, he vuelto y mira lo que te traje.—
—Frutas silvestres.—
—Si, y están recién cortadas.—
—Gracias. ¿Qué paso con tus ropas?.—
—Bueno, es que no es fácil cortar frutas en el bosque sin que te ensucies.—
—¿Y por qué no usaste magia?.—
—Ammm, si, no pensé eso, ahora que lo dices es verdad pude haber evitado todo esto.—
—Jajaja, pareces un mendigo.—
—¿Ahora me ofendes?.—
—No te ofendo solo que te ves muy gracioso jajaja.—
—Ja, ja, ja, ríe todo lo que quieras pero si lo hice, lo hice por tí y no pensé en usar magia por que mi mente estaba concentrada pensándote.—
—Lo siento, es que me pereció muy gracioso, disculpame.—
—No tienes por que, me gusta verte reír, amo escuchar tu risa.—
—Y yo amo que hagas todo esto por mí. Por cierto, me encanta la cuna, es hermosa.—
—Un bebé de la realeza merece algo de realeza. No veo la hora en que nuestra bebé nazca, sera tan bello cómo tú.—
—Y yo espero que sea canelita cómo tú.—

El viento abría las cortinas y el frío comenzaba a penetrar los huesos de Regina, Facilier al ver como Regina sobaba sus brazos tratando de darse calor fue y cerro las ventanas pasándole un abrigo.
—Encenderé la chimenea.—
—¿Sabes encender una?.—
—Claro, soy un profesional en el tema de chimeneas.—
Facilier tomo la candela y acomodo los troncos de madera en la chimenea he intento encenderla pero al parecer no le funcionaba.
—¿Seguro qué sabes cómo hacerlo?.—
—Si, no te preocupes.—
—Bueno, es que creo que debes usar paja seca para encenderla. Bueno, eso creo.— Hablo sarcástica Regina a lo que Facilier asintió rápidamente.
—Si, claro, paja, ya lo sabia.—
—Ujum, claro.—
Encendió la paja seca y esta comenzó a echar un humo negro el cual lleno la cara de Facilier pero logro encender la chimenea.
—Listo, ves, te lo dije.—
—Jajajajajajaja.—
—¿Qué es la risa?.—
—Jajajajajajajaja es, jajajajaja.—
Facilier no entendía la risa de Regina pero quería entender.
—¿Qué pasa?.—
—Es que tu cara esta más negra de lo normal jajajajja ahora si pareces un mendigo.—
Facilier ae miro al espejo y efectivamente tenia la cara negra del humo que provoco la chimenea.
—Ja, ja, ja no me causa risa.—
—A mí, si y mucha.—
El padre de Regina entro a la habitación y lo primero que vio fue la cara de Facilier y sus ropas.
—¡Ay dios! ¿y este mendigo quién es?.—
—Jajajaja, papá es Facilier.—
—¿Eh? ¿y por qué está en esas fachas?.—
—Intento encender la chimenea.—
—El hombre no sabe encender una chimenea, ¿qué vida le brindaras a mi nieta e hija?.—
—Papá, dejalo, al menos lo intento.—
Facilier se sentía ofendido con esas palabras pero sabia que él tenia razón, él jamás se había preocupado por aprender las cosas ya que contaba con su magia y con ella hacia todo por eso estaba decidido aprender mucho oficios entre ellos cocinar.

Él de verdad lo estaba intentando, se estaba esforzando para demostrarle a los padres de su amada de que era capaz de hacer por su amada hija.
Después de escuchar que parecía un mendigo se dirigió al baño a darse una ducha, bueno al menos Henry ya no lo quería echar del castillo, al menos ya se estaba acostumbrando a verlo allí junto a su pequeña hija.

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