Capitulo 20

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El estómago me gruñía, prepare algo rápido y sencillo, me senté en el sillón y mire la televisión mientras comía, al terminar me quede dormida, el ruido del timbre me despertó, me desperece y abrí la puerta sin mirar, al ver a Jorge me pasme, no lo esperaba en absoluto, estaba parado en el umbral con una enorme caja en las manos.

—¡Hola!

—Ho..hola

—¿Puedo pasar?

—Si...claro perdona. —me hice a un lado y coloco la caja en el suelo.

—¡Aaahhh! —grité asustada y me escondí tras él apretando sus brazos. —La...la caja se mueve.

El comenzó a reír y le solté un golpe en el brazo.

—¡No te rías!, ¿¡Porque se mueve?!, ¿¡Qué hay ahí?! —señale la caja.

Jorge me miro divertido, la tapa se abrió y un bellísimo cachorro color café corrió hacia mí con su lengua de fuera, dio pequeños saltitos y movió su colita rápidamente, me miro y soltó un ligero ladrido, abrí la boca sorprendida y enseguida me agaché a abrazarlo.

—¡Aaahhhh!, ¡Un perrito!, ¡Hola!, ¡Eres hermoso!, ¿Quién es hermoso eh?, ¿Quieeeeenn? – mi voz se volvió chillona e infantil.

El pequeño cachorro me dio lengüetazos por toda la cara.

—¡Ay!, ¡Ya te amo! — me incorpore con el cachorro en brazos. —¿Es mío? —pregunte ilusionada.

—Si. —sonrió satisfecho.

—¡Oh, pero estarás solo todo el día! —mire al cachorro que ya tenía mi corazón —Te llevare con Diana por las mañanas para que te comas su sillón.

—Qué bueno que te gustó, tenía miedo de que no lo quisieras, su mama vivía en la calle y un amigo se la quedó, pero la perrita dio a luz a 3 pequeños y solo nos falta encontrarle hogar a uno más.

—Gracias. —le di un beso en la mejilla. —Me encanta, ya no estaré sola, me siento muy feliz. —mire al cachorro y me mordí los labios mientras pensaba en alguien que pudiera querer un perrito. —¡Ya se quién puede quererlo! —mire a Jorge.

—¿Quién?

—Diana. —esboce una sonrisa.

—¿De verdad?

—¿Y sabes cómo no lo podrá rechazar?

—¿Como?

—Si Leo se lo regala.

—Perfecto, ¿Podemos ir por el ahora?

—¡Ay sí!, ¿Y me acompañas a comprar cosas de perritos?

—Claro.

Salimos de mi casa con el cachorrito en brazos y subimos a su auto, inevitablemente inhale, quería saber el aroma de su auto y compararlo con el de Isaac, era un aroma más cítrico, como naranja con cuero o madera.

—¿Qué nombre le pondrás? —arranco el auto.

—Uhmmm. —levante al perrito y mire debajo de su estómago. —Eres niño. —lo regrese a mis piernas. —No lo sé...

—Uhmmm... ¿Cómo qué te gusta?

—No le voy a poner cerveza, Tecate, cigarro o Marlboro. —arrugue la frente mientras pensaba y miraba a Jorge sonreír con mis pésimas ideas. —Te llamaras Baileys, ¿Te gusta? —le pregunte al cachorro y el simplemente movía la cola y lamia mi mano. —Si, le gusta.

Aparcamos en casa de su amigo para recoger al otro cachorro, a los pocos minutos regresó con el otro pequeño en los brazos.

—¡Ay tú también eres hermoso! —use esa voz chillona de nuevo.

Mi mejor decisiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora