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🌿 Veintitrés

Martín se tiró sobre el suelo rendido,  se tomó la nuca con ambas manos y por primera vez en toda su vida sintió un peso encima como del tamaño del mundo.

Se mantuvo así por al menos quince minutos y después dejó de tomarse de la nuca,  miró hacia al frente y comenzó a reír como el desquiciado mental que es.

Tenía la mejor idea de crimen del mundo y eso lo hacía relajarse y sentirse mejor,  pues ya pensaría después en que hacer con la polícia,  por lo pronto seguiría con sus planes verdaderamente horrorosos en cuestión de crimen.

Se levantó del suelo y se sentó sobre el sofá,  miró al techo y se percató de que estaba lleno de musgo.

-Por las barbas de mi abuelo! No es posible con un carajo! - Dijo Martín levantándose de golpe y con enfado nuevamente.

Subió las escaleras a prisa y de tal furia, sus pisadas se oían extremadamente fuertes cada qué subía un escalón.

Entró a su habitación y abrió las cortinas,  quería mirar al cielo y ver tan lindo paisaje que mostraban las estrellas en el.

Lo idolatró por más de veinte minutos hasta que la furia y el humor se le fue bajando.

Cerró la ventana y con ella, las cortinas.

Se recostó sobre su cama y de pronto volvió a recordar su pasado qué no lo dejaba descansar ni un minuto.

-Suelta me!. - Decía su hermana tratando de zafarse del agarré de su tío qué recién había llegado de visita.

Martín era ese chico de dieciséis años que se encontraba detrás de la puerta de la habitación mirando todo.

Su tío estaba abusando de su hermana,  y llegó un momento en el que la furia lo invadió y ya no pudo más,  abrió la puerta de golpe pero para el colmo....

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-Vete de aquí Martín!  Mira lo que haz hecho!. - Dijo entre lágrimas su madre.

-Vamos Martín qué esperas?  Piensas arruinar tu vida?  Vete ya!. - Gritó su padre.

-Eres el hijo del mismo demonio. - Comentó su madre enfadada.

Y entonces Martín sacudió su mente tratando de olvidar su terrible y doloroso pasado.