LA HORCA

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{ABADÓN}

- No...- murmuro sin apenas voz de tanto gritar.
Soy incapaz de mirar cómo le atan a Alex, mi hermana, mi melliza, la soga alrededor del cuello.
- ¡Tirad!- grita Elisa y me estremezco.
Un pequeño aullido suena a lo lejos.
Y pienso que todo se ha acabado.
Pero no, aún no. Han caído los dos que estaban más a la izquierda, dos híbridos. Pero mi hermana es la siguiente.
Nuestros ojos se cruzan. Ambos queriendo reunirnos de nuevo, fundirnos en un gran abrazo.
- ¿Has visto?- se ríe Elisa, a mi lado-. Y ahora le toca a tu querida hermana. Cuando de la orden, mis guardias bajarán la trampilla. Y vamos a obligarte a observarlo todo. No quería llegar a esto, Aba, de verdad. Sentía algo por ti, algo que rápidamente se convirtió en odio cuando supe de tu traición. Me desobedeciste, me decepcionaste. Y pagarás por ello.
- ¡No, Elisa! ¡Dame otra oportunidad! ¡Te demostraré que soy de fiar, solo quería salvar a mi hermana, me da igual Jack! ¡Yo aún te quiero, podemos vivir juntos y felices! ¡Por favor!- le suplico, atado de manos y pies.
No puedo hacer otra cosa que rogarle piedad.
Sin embargo, Elisa no parece ceder a mis peticiones.
- No doy segundas oportunidades, Abadón Fire. Y ahora...- dice dirigiéndose a la horca pero la interrumpe uno de sus soldados que se le acerca para murmurarle algo al oído-. ¡Esperad! ¡Bajad a la chica!
Entonces un atisbo de esperanza se extiende por mi interior.
- No- me dice la chica pelirroja al ver mi mirada-. No te alegres, esto te va a gustar aún menos.
Entonces hace una seña y dos soldados salen de las puertas del edificio, apresando a alguien.
Mi madre.
Es ella.
Está aquí.
Pero algo falla.
No es la misma.

{ALEX}

Me quitan la soga del cuello y me bajan del tablero. Pero sé que no es para perdonarme la vida, sino para condenarme a un destino peor.
Y entonces la veo. Han sacado a mi madre de su prisión.
No está preparada, aún no.

Me llevan hasta el centro del patio, me atan una cadena que está fijada en el suelo al pie derecho.
Cruzo la mirada con Abadón. Le suplico que me perdone, que me perdone por no poder estar con él, por escaparme, por hacer que todo se vaya a la mierda, por mi muerte inminente.
No quiero morir. No quiero morir.
Quiero vivir. Estar con mi hermano. Estar con mis padres. Vivir como una familia sin problemas, de esas que ya no existen.
Pero a quién quiero engañar, ya estoy muerta. Lo último que vi antes de que me arrastraran hasta aquí fue cómo apresaban a mi padre y lo adormecían con algún tipo de medicamento. Sin él, estoy perdida. Todos lo estamos.

Acercan a mi madre hasta mí.
Esta gime y alza sus brazos hacia mí en cuanto me ve. Pero no con la intención de abrazarme, no, quiere comerme. Aún no ha avanzado en su entrenamiento, sigue siendo más zombi que humana. Ha pasado un tiempo pero parece que no evoluciona, a pesar de que me han asegurado que es una híbrida.
- Y ahora- le dice la que parece ser la líder de nuestros invasores a mi hermano-, verás como tu madre devora a tu hermana. Una estampa familiar muy bonita, ¿eh?
- ¡Alex!- grita mi hermano-. ¡No te des por vencida! ¡Lucha! ¡Lucha como la persona fuerte a la que siempre he admirado!
Entonces algo cambia en mí, algo se enciende, una chispa de esperanza, la voz de mi hermano, eso es. Debo ser fuerte por él, aunque al final el destino sea el mismo.
- ¡Soltadla!

Mi madre camina hacia mí con pasos firmes. Casi camina como una humana. Pero solo sabe gemir, no la he vuelto a escuchar desde que la salvaron de la muerte, cuando murió por intentar protegerme. Una lanza la atravesó, una lanza que no era para ella, un destino que no era el suyo.
- Mamá...- murmuro retrocediendo unos pasos a la vez que ella se acerca-. Lo siento mucho. Fue todo por mi culpa. No deberías haber acabado así. ¡Este no era tu destino!
Pero no hace caso de nada de lo que le digo, sigue avanzando sin mostrar reacción alguna.
La cadena es corta y no me permite moverme mucho. Y ella casi está a mi alcance.
- Cometí un error, no debería haber venido, debería haber dejado las cosas como estaban. Pero no, estaba furiosa y fui una idiota por querer matar a mi padre- sin darme cuenta se me escapa una pequeña risa-. ¡Y resulta que ni siquiera puede morir! Y no es tan mal padre como pensaba... como me hacías creer cuando llorabas por él. Simplemente... es distinto... es una persona solitaria que siempre ha seguido a su corazón, a su instinto, y no se ha parado en su camino hasta conseguir grandes cosas. Pero te aseguro que no ha habido un solo día que no pensara en mí, en ti e incluso en Abadón. Nos quiere pero el mundo está en su contra y con nosotras solo nos pondría en peligro...
Me desahogo hablando con mi madre, no me han dejado verla desde que pasó todo aquello. Pero parece que no funciona. Tal vez me hayan engañado y sea verdad que es una zombi, que ya está muerta.
Se abalanza sobre mí pero la esquivo y doy un traspiés con la cadena, al enredarse con ella.
Caigo al suelo golpeándome en la boca. Un hilillo de sangre cae al suelo arenoso.
Mi madre se tira sobre mí e intento quitármela de encima y levantarme sin que llegue a morderme.
Cuando se levanta, la empujo hacia atrás y cae. Pero vuelve a levantarse. Y a venir a por mí.
No puedo evitar quedarme mirándola mientras viene hacia mí. Me aguanto las lágrimas. Pero quiero llorar. Fue ella la que me enseñó a ser fuerte y aguantar todo tipo de situaciones, la que me enseñó a levantarme después de una caída. Y ahora voy a tener que matarla.
Pero no puedo. No quiero. No soy capaz.
- ¡No te des por vencida!- me anima Abadón-. ¡Tú puedes con todo, Alex, con todo!
Trago saliva y vuelvo a empujar a mi madre cuando estaba a punto de morderme.
- ¡No tenías derecho a venir a por mí!- le grito a Maya-. ¡Sé cuidarme por mí solita, tú me enseñaste a defenderme! ¡Y te tuviste que entrometer! ¡Todo lo que siempre he querido ha sido tu felicidad y la de mi hermano! ¡Y os he fallado a los dos! ¡Os he fallado!
- Qué dramática, me encanta esta chica- se ríe la joven pelirroja que está al lado de mi hermano-. Pero ya va siendo hora de que muera, ¡acortad la cadena!
De repente, me veo impulsada hacia atrás. Ahora tengo menos espacio para moverme.
Y mi madre casi está sobre mí.
- ¡Adelante!- le grito furiosa-. ¡Ven a por mí! ¿A qué esperas? ¡Acaba conmigo! ¡Acaba con tu propia hija! ¡Yo debería estar muerta, no tú!
- ¡Alex, no!- me grita Abadón.
"Lo siento", murmuro con los labios mirando hacia él.
Luego desvió la mirada hacia mi madre, que está a dos palmos de mí.
Le sonrío dulcemente.
- Te quiero- le susurro.
Y justo entonces surge una mueca en su cara.
- Te quiero, mamá- le repito.
Cara a cara, quieta en el sitio.
Parpadea una vez.
Se la ve confundida.
- ¡¿A qué esperas?!- grita la pelirroja-. ¡Come, bicho, come!
Mi madre abre la boca. Como si quisiera decir algo, pero no puede.
Está reaccionando, atrayendo su parte humana.
O no, o quizás me equivocaba.
Abre su boca y se tira sobre mí.
Sus dientes se acercan a mi cuello.
No opongo resistencia.
Dejo que muerda.
Pero no me muerde a mí.
No muerde a nada.
Entonces lo entiendo.
Lo entiendo y grito.
Grito como si me estuviera muriendo.
- ¡ALEEEEEX!- grita mi hermano.
Ha servido pero esta farsa no durará eternamente.
Mi madre se ha dado cuenta de la situación y está actuando. Es lista, siempre lo ha sido.
Los soldados notan que no hay sangre y empiezan a acercarse, escucho sus pasos.
- ¿Qué cojones?- dice uno y oigo cómo se recarga su arma.
Pero no siento que esté todo perdido.
No. Al contrario.
Siento el alma de mi padre a través de mi madre. Él la maneja.
Él está despierto.
Un segundo después, comienza la batalla.

{ABADÓN}

Sonrío.
Sonrío ante la gran leyenda de la que siempre había oído hablar. Sabía que era cierta pero nunca los había visto en acción.
Los cuatro jinetes del apocalipsis.
Zero, Zeta, Zombi, y La Muerte.
Cada uno en un caballo y con armas, acompañados de una tropa de soldados de Yanna.
Alguien me quita las ataduras, uno de mis soldados, y me alejo aprovechando la confusión de Elisa.
Pero esta no tarda en advertir mi huída y corre hacia mí después de matar de un disparo al tipo que me ha liberado.
- ¡Abadón!- me grita Alex y me giro hacia ella-. ¡Cógela!
Mi hermana me lanza un revólver y lo cojo al vuelo.
Entonces me giro hacia Elisa y disparo. Pero no a ella, sino a su arma, que sale volando. Entonces se para, con las manos hacia arriba, en el límite de los muros.
Entretanto, se libra a nuestro alrededor una batalla con pérdidas en ambos bandos pero con un claro vencedor.
- ¿De verdad vas a disparar, Abadón? Vamos, si me has dicho hace nada que aún sentías algo por mí. ¿Todo esto?- dice señalando al centro del patio-. Solo era un pequeño susto. ¿En serio creías que mataría a una humana? Solo habíamos venido a por los híbridos.
- Mi madre es una de ellos- le digo muy serio, evitando que me tiemble las manos mientras apunto hacia Elisa.
- Podemos hacer una excepción, claro está- me dice razonablemente, dando un paso hacia mí.
- No des un paso más o te vuelo los sesos- la amenazo y se queda quieta.
- Baja esa pistola, Aba. Aún podemos comenzar de cero, como tú dijiste. Vivir juntos y felices. No malgastemos más vidas humanas. Quedamos pocos. Podemos tener una gran descendencia. Podemos olvidarlo todo. Yo estoy dispuesta. ¿Y tú?
- ¡Cállate!- le grito furioso, temblando-. ¡No te creo! ¡No te creo nada!
- Ah, ¿y yo sí debería creerte? ¡Tú fuiste el que me engañaste en primer lugar! Sabes que tengo un pronto muy malo y de ahí que enloqueciera un poco y te hiciera pasar por todo esto, pero ya nos conocemos, hemos convivido juntos, sabes tan bien como yo lo bien que funcionamos, en todos los sentidos- me sonríe pícara-. Somos un gran equipo.
- Voy a dispararte ahora mismo- le digo recargando la pistola y con un dedo en el gatillo.
Elisa mira alrededor.
- Todos mis hombres están cayendo. Déjame vivir, tómame prisionera si quieres, déjame redimirme. Déjame demostrarte que lo nuestro puede ser real. Lo digo en serio, Abadón, ya estoy perdida. No voy a hacerte daño, no ganaría nada matándote, nos superáis. Soy vuestra. Soy tuya- me dice suplicándome con la mirada, dando unos pasos hacia mí.
No soy capaz de decirle nada más, solo sigo apuntándole, a nada de dispararle.
Pero ella toma mis manos y hace que baje el arma.
Me rodea con sus brazos y puedo volver a oler su aroma de fresas.
No puedo negarlo, estoy enamorado. Enamorado, completamente enamorado.
Pero de repente se me viene a la cabeza la imagen de mi hermana en la horca. De mi sufrimiento interno. De la idea de que todo mi mundo se venga abajo. El corazón en un puño, a punto de estallar, lleno de rabia, odio, pena, sufrimiento, pero también esperanza, amor, alegría.
"Mátala"
El hombre malo.
Es él.
"Ahora es el momento"
Y cuando abro los ojos, me encuentro con el cadáver de Elisa bajo mis pies.
Me dejo caer, de rodillas, y suelto el arma del homicidio.
"Era lo que había que hacer"
Un pitido invade mis oídos.
La cabeza me da vueltas.
Todo se desvanece.
Solo queda paz.

Apocalipsis Zeta - Parte 7: La última amenazaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora