LA VERDE NIEBLA

749 73 5
                                    

{MIA}

No, no, no.

Maldita zorra.

Por su culpa están cayendo todos nuestros experimentos.

- Te encontraré, Aledis- prometo al aire.

La niebla verde empieza a envolver al mutante sobre el que estoy montada y este comienza a gruñir y tambalearse, como si quisiera escapar de algo invisible que le hace daño. No sé como lo habrá hecho ni de qué estará compuesto pero lo que tengo claro es que es un compuesto que mata casi instantáneamente a nuestras creaciones, sin dañarles la piel, solo destruyendo el interior. Y eso solo puede significar que nos han estado observando, espiando, y eso hace que me ponga aún más furiosa porque, al fin y al cabo, sabía de nuestra existencia y nuestros planes y nosotros nada de ella, siempre ha estado un paso por encima de nosotros. Es ella, es ella la verdadera diosa que todos deberían apoyar. ¡Pero no! ¡La odio, la odio!

La tengo, llevo rato siguiéndole la pista. No estaba en la estación de radio ni en su casa ni en su centro ni en ningún edificio de la ciudad. Y en cuanto lanzó el cohete que transportaba esas malditas pistolas lo supe: estaba en las montañas, en la zona de Yanna con más altitud, escondida por allí. Debía de tener algún refugio escondido o algo que ha estado usando todo este tiempo.

Y el mutante me ha dejado cerca del lugar de donde salió esa explosión antes de que la niebla le invadiera. Sé que está cerca. Lo sé porque veo movimiento a través de una pequeña pantalla que me lo indica gracias a unos satélites. No tardo en encontrarla, en un saliente de una montaña nevada, al frente de un gran agujero oculto con una capa de nieve falsa.

- Vaya, vaya, ¿me estabas esperando?- le pregunto a Aledis y esta me sonríe por respuesta.

Está casi igual como la recordaba, más envejecida pero con sus facciones, ya libre de máscara. Y se ha cortado el pelo, ya no lo lleva largo como Azula, sino corto, como la persona que es en realidad.

- Te has preparado para la ocasión, ¿eh?- le pregunto mirándola de arriba a abajo.

- Qué quieres que te diga, ya no necesito ocultarme más- me responde encogiéndose de hombros.

- Pues déjame decirte que antes estabas más guapa- le digo burlona-. Ahora pareces lo que viene siendo un feto.

- No voy a responder ante tus ataques de cría- me contesta serenamente y luego me indica que la siga con un gesto de cabeza.

Parece que fue ayer cuando las dos teníamos dieciseis años y éramos las mejores amigas del mundo, unas amigas que se conocieron en unas extrañas condiciones, dos personas que a pesar de ser tan jóvenes poseíamos una inteligencia extraordinaria que fue lo que nos trajo hasta aquí, con el fin de asegurar el futuro de la raza humana. Pero claro, con el tiempo ambas sacamos conclusiones muy diferente de nuestro objetivo. Y nuestros caminos se separaron. Bueno, la muerte, según lo que creía, fue lo que nos separó pero ahora sé que no, que seguía vivita y coleando.

Sigo a Aledis a una distancia prudencial, no conozco sus intenciones. La nieve falsa que cubre la entrada (que no es más que una proyección) conduce a un túnel que se interna en el interior de la montaña.

- ¿Adónde me llevas?- le pregunto, desconfiada-. ¿Y por qué coño te estoy siguiendo?

- Dímelo tú- me dice esta mientras camina, sin volverse para mirarme-. ¿Por qué no me has matado ya?

- Bueno, yo...- me paro porque ni siquiera estoy segura de por qué no he acabado ya con ella, con el enemigo-. No creas que no lo haré porque una vez hayamos sido amigas íntimas. Sufrí mucho con tu muerte. Fue el mayor dilema de mi vida, debía decidirme entre el amor y un propósito. Finalmente, acabé decidiéndome por todo lo que hemos conseguido hasta ahora. Y ahora estás viva... Pero es demasiado tarde, ha pasado mucho tiempo y ahora lo tengo todo claro. Te mataré, eres el enemigo.

Apocalipsis Zeta - Parte 7: La última amenazaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora