LA LLUVIA

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{ALEX}

No estás sola. No estás sola.

El mensaje se repite en mi cabeza.

No estoy sola. Hay alguien allá fuera procurando que no muera, pendiente de mí y de mi hermano y amigos. Una voz invisible que me da esperanza, una esperanza ciega.

"Aguanta."

Otro mensaje misterioso justo cuando empezaba a pensar que se habían olvidado de mí. Llevo días, semanas, en esta celda sin saber nada. Apartada del resto del mundo, separada de las personas que me importan.

Pero no estoy sola, lo sé. Y voy a aguantar. Hasta que vengan a rescatarme. Porque yo no puedo hacer nada.

{MIGUEL KENNEDY}

Camino por las frías calles de Yanna haciendo vigilancia bajo la luz de la luna y las de las farolas que hay en cada esquina, con la única compañía de mi aprendiz, Minerva. Una joven muy peculiar que con solo miradas he captado sus intenciones. Se une a la rebelión. Viene de fuera para atacar desde dentro. No le he hecho grandes preguntas, cuanto menos sepamos el uno del otro mejor, no podemos arriesgarnos.

- El ambiente está un poco tenso, ¿no crees?- murmura Minerva.

- Ah, lo siento, no suelo hablar mucho- le digo algo incómodo.

- No, no lo digo por nosotros, el silencio me gusta. Son los guardias en general, el silencio no ya entre nosotros sino en toda la isla. Es como...

- Si esperasen algo- termino la frase por ella-. Están esperando al Jack.

- ¿Tú crees?- me pregunta la joven.

- He oído cosas- le informo-. Lo están provocando con su hija.

- Y cuando venga...- dice Minerva mirando para todos lados, asegurándose de que no haya nadie cerca-. ¿Qué haremos?

- Depende de la situación. Si todo se vuelve caótico... los rescataremos...

Y de pronto el silencio de Yanna se ve interrumpido. De repente se oye unos golpes.

Unos golpes como si algo cayera del cielo.

Y todas las luces de Yanna se encienden al unísono, haciendo que parezca que es de día a través de las luces artificiales.

Todo se ve.

Las alarmas del pánico suenan por todo el lugar mientras Minerva y yo vemos la lluvia, la lluvia de caminantes.

{JACK}

Hemos conseguido llegar hasta Yanna sin que nos interceptaran gracias a la tecnología de Zeth pero ya nos han visto, tal y como esperábamos.

Los zombis caen desde los aviones que sobrevuelan Yanna, transformando la isla silenciosa en un verdadero caos.

Y mientras ellos caen, yo bajo por una cuerda.

Cuando llego abajo, me veo rodeado de mis zombis. Mario y Kevin me acompañan, yo procuro que mis zombis locos no les hagan daño. Mientras tanto, Mary y Liam van en busca de Alex y demás. No es una misión de conquista, es una misión de rescate. No son tantos zombis como me gustaría pero servirá para distraerlos y protegernos mientras llevamos a cabo nuestro objetivo.

- ¿Preparados?- les pregunto a los dos últimos supervivientes del Equipo Ghost.

Estos asienten con la cabeza, con sus fusiles alzados.

Caminamos entre la multitud de zombis, abriéndonos hueco a través del poder mental que ejerzo sobre los zombis, que aún siguen cayendo como si de una lluvia se tratase.

La lluvia de muertos. Invadiendo toda la isla y causando el terror por todas partes.

No tarda en oírse disparos, tenemos como media hora antes de que acaben con todos los zombis, eso si es cierto que las tropas están tan bien formadas como hemos investigado.

Avanzamos hacia la prisión de Yanna, puede que tengan presa a mi hija allí.

No. Alex no va a estar allí. Estará con el gilipollas que me habló por radio, el profeta de Los Tres Grandes.

- ¿Escuchas eso?- me dice Mario.

Agudizo el oído pero no oigo nada, solo siento una pizca de resistencia de mis zombis que enseguida logro controlar.

- No, solo cientos de gemidos- le digo.

- ¡Eso es!- exclama Kevin-. Han parado los disparos. Y la gente ya no grita. Solo gemidos. Y el fin de la lluvia muerta con la caída de los últimos.

Me paro en seco.

Siento algo raro, como conocido, extraño.

Sigo caminando, abriéndome paso entre los zombis, siguiendo ese nuevo sentimiento.

Y allí está ella, rodeada de zombis, pero sin llegar a atacarle.

Mi hija, Alex, que me mira aterrada.

Enseguida avanzo hacia ella.

- ¡Jack, no!- me grita-. ¡Es una trampa!

Y entonces los zombis que estaban detrás de ella se separan, dando lugar al profeta que ahora maneja el cotarro en Yanna, Erick Jones.

El tipo pálido se ríe a carcajadas, acercándose a Alex y atrapándola por la nuca para que no se mueva. Me mira con una gran sonrisa triunfal.

- "¡Y llegará un momento en el que ambas muertes se miren a los ojos y a sus rostros pálidos, ese será el momento en el que comience el verdadero, único y definitivo fin del mundo!"- recita como anunciando una especie de profecía.

No le dejo que hable más, me enfurezco demasiado.

- ¡Suelta a mi hija, pedazo de cabrón!- grito y mando a mis zombis a que vayan a por él para que libere a Alex.

Y otra vez, esa resistencia que sentí antes, pero esta vez más fuerte. Es como si no me hicieran caso... como si se lo hicieran a otra persona...

Su palidez... esa profecía...

Él... no... no puede ser...

- Por fin lo entiendes, ¿verdad?- se ríe Erick tras mi rostro de incredulidad-. Sí, Jack, tú y yo somos iguales.

Apocalipsis Zeta - Parte 7: La última amenazaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora