EL COMIENZO

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{FERB}

Me sonríe con sus dientes blancos y perfectos, con sus labios rosados y carnosos. No hace otra cosa que sonreírme. Roxana. Eres tú. Siempre has estado ahí. Dentro de mi cabeza. Formas parte de mí.
Pero de repente su imagen se transforma en otra versión de ella, una versión con arrugas, rasguños, piel pálida y seca, dientes rotos y labios cortados, una versión siniestra de Roxana que sigue mirándome. Y, de pronto, me gruñe. Un gruñido que hace que me de un vuelco el corazón.

- Por fin despiertas- me sonríe la chica de mis sueños, pero en su versión real y en carne y hueso-. Me tenías preocupada. ¿Has tenido una pesadilla?
Asiento levemente con la cabeza, algo confuso. Sigo en la misma sala blanca del hospital.
- Lo siento- me dice con una tierna sonrisa-. Bueno, tengo buenas noticias para ti, señor Ferb. Hoy podrá retirarse. Ya se encuentra en condiciones de seguir con su vida diaria.
- Vaya- murmuro con una mueca de desacuerdo.
- ¿Qué pasa? ¿No se alegra?- se ríe levemente.
- Me había acostumbrado a todo esto- le digo señalando alrededor-. Ya sabes, los cuidados y toda la atención. Le he cogido el gustillo.
- Bueno, me alegro saber que realizamos bien nuestro trabajo- me sonríe Roxana-. Pero ya es hora de que vuelva a valerse por sí mismo.
Asiento con la cabeza y me siento en la cama mientras la enfermera se va.
A mi lado tengo ropa nueva. Me cambiaré y saldré del hospital para volver a mi vida normal. Al menos, ya sé donde puedo encontrar a Roxana.

- ¡Hombre, Ferb, que alegría verte de nuevo! ¿Cuánto ha pasado, cinco días?- me saluda Horacio con alegría cuando me paso por mi oficina a dejar algunas de mis cosas.
- La verdad, no sé cuánto tiempo he pasado allí- le digo sincero-. Ha sido como un sueño. Ese golpe me dejó fuera de control. Me tomaré el día libre hoy, necesito despejarme, mañana nos pondremos al día.
- Aquí te esperamos- se despide Horacio con una alegre sonrisa.

Dejo todas mis pertenencias en mi apartamento. Me siento sobre la cama y miro alrededor.
Tengo todo cuanto necesito para vivir en una sola habitación: cama, armario, cocina, mesa, sofá, libros, baño, escritorio...
Es una buena vida. No me quejo. Me gusta. Me gusta vivir. Pero siento que falta algo.
Y ese algo puede ser la chica de mis sueños.
Me dedico el resto del día a pasear por mi condado y un poco más allá. Nunca había llegado tan lejos. De todas formas, no hay nada nuevo, cada condado es muy similar, lo único que cambian son las personas. Pero ninguna me llama la atención, no como Roxana.

Días después de marcharme del hospital y tras varias investigaciones, conozco el momento exacto en el que Roxana sale de su servicio.
No me han dejado entrar en el hospital, a menos que esté herido o tenga algún permiso no puedo entrar y no he podido volver a Roxana, salvo cuando sale del edificio. Y, aún así, soy incapaz de hablarle.
Pero hoy es el día. Esta vez no me echaré atrás. Tengo que ser valiente. Por ella, por la persona que invade todos mis sueños día a día.

Miro mi reloj de muñeca. Solo faltan cinco segundos.
Y tal como había previsto, Roxana sale del hospital.
Me ve y agacha la cabeza en señal de saludo, pero luego sigue su camino.
No está bien perseguir a nadie pero me gusta pensar que no es eso lo que hago.
- ¡E...espere!- la llamo siguiéndola a pasos normales.
Roxana sigue caminando sin mirar atrás.
- No puedo hablar ahora mismo, me voy a casa- me dice sin dirigirme la mirada.
- Solo... solo quería agradecerle por lo de la otra vez. Me salvaste la vida y creo que no se lo he agradecido lo suficiente- le digo colocándome a su lado.
- Solo cumplía con mi servicio, no hay nada que agradecer- me dice quitándole importancia.
- No, en serio. Le estoy profundamente agradecido. Déjame invitarle a un zumo y algo de conversación si le apetece. Tengo fama de ser un buen conversador y mis zumos son una maravilla, puedo garantizárselo- le sugiero y al ver que no contesta y sigue caminando sigo hablando-. Solo un rato. De otra forma seguiría pensando que le debo algo. Por favor.
La mujer suspira y se para.
- Está bien. Solo un rato- me dice-. Estoy algo cansada.
- ¡Bien, gracias!- le digo emocionado e indico el camino con un gesto de la cabeza-. Sígame.

Cogemos por los caminos automáticos del condado, unas calles móviles, bastante útiles, que conectan todos los rincones del condado y del mundo entero. Se suelen utilizar para ir al trabajo y volver pero podemos ir por este camino si queremos en cualquier otra ocasión. De esta forma, llegaremos más lentos que caminando por las calles normales y podré pasar más tiempo con Roxana.

Tras un largo paseo donde nos hemos conocido algo mejor, llegamos a mi casa.
- Sé bienvenida- le digo abriéndole la puerta.
- Gracias, muy caballeroso por tu parte- me sonríe.
- Siéntate. Voy a por los zumos. ¿De manzana o limón? Son los únicos que tengo ahora mismo- le pregunto.
- Manzana, gracias.
Voy a por los vasos y al volver me encuentro a Roxana fisgoneando en mi librería.
- ¿Ves algo que te interese?- le pregunto y esta se vuelve hacia mí, algo sobresaltada.
- Ah, lo siento. No pretendía ser curiosa. Pero sí, sus libros parecen interesantes. "Psicología del subconsciente humano", ese me llama la atención. O " Tácticas y maniobras de ataque y defensa". En cambio, mi librería está llena de aburridos libros de medicina- dice con un bostezo.
- ¿No le gusta su trabajo?- le pregunto, sentándome enfrente de ella-. Yo el mío lo encuentro bastante entretenido.
- Sí, me gusta- dice ella y prueba el zumo-. Me gusta ayudar a los demás pero llega un momento que se convierte en tedioso. En cambio, tu servicio consiste en enfrentarte a inesperadas movidas. Nunca sabes lo que puedes encontrarte. Tienes que improvisar porque no sabes por dónde van a salir los tiros. Es emocionante. Y muy admirable. Ah, por cierto, el zumo está muy delicioso. Tenías razón.
- ¿En lo de buen conversador o solo en lo del zumo?- sonrío divertido.
- En ambos, he de admitirlo- me devuelve la sonrisa-. Me agradas, Ferb, me alegra haberte conocido.
- Y a mí- sonrío levemente y luego bajo la cabeza, algo avergonzado.
Su mirada, la misma mirada que veo en mis sueños. Los mismos labios. La misma expresión.
Me muerdo el labio inferior. Solo deseo que no cambie y de pronto se vuelva en una versión más demacrada que quiera devorarme.
- ¿Le ocurre algo?- me pregunta Roxana, ha advertido mi preocupación.
- En realidad sí- digo casi sin poder evitarlo, las palabras me salen solas-. Tengo que confesarle algo que he ocultado durante mucho tiempo.
- Dime, no me preocupes- me dice atenta.
- Verás, hace un tiempo empecé a tener unos sueños un tanto extraños. El rostro de una persona. Y luego cuando te conocí, supe que eras ella. Y desde entonces, he estado teniendo el mismo sueño una y otra vez, pero terminando en una versión de ti queriendo devorarme. No sé lo que significa, no sé si mi mente quiere decirme algo, pero no te he traído hasta aquí por ese motivo. En cierta parte sí, quería darte las gracias pero también quería conocerte porque, sin darme cuenta, me había enamorado de la chica de mis sueños. Me había enamorado de ti, Roxana.
Cuando acabo, noto mi cara algo caliente, creo que me estoy poniendo colorado. Me muero de verguenza pero siento un gran alivio por soltarlo todo del tirón.
Me digno a mirar a Roxana, que me mira con una expresión que parece ser de confusión. No sé si me he explicado con claridad. Espero, nervioso y expectante, a que diga algo.
- Verás, hay algo que no entiendo...- me dice moviendo la cabeza-. ¿Qué es un sueño?

Apocalipsis Zeta - Parte 7: La última amenazaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora