Capítulo 7: Primera infracción

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—Y hoy —hizo una pausa dramática acompañada por una sonrisa—, tendrán una tarde divertida; se dedicarán a pintar —finalizó Gustav.

¿Pintar? ¡Nos estaban usando para hacer el mantenimiento! Mínimo merecemos una paga, un día de descanso.

Nos dirigimos a nuestras habitaciones para colocarnos alguna ropa vieja. Rebusqué entre mis cosas hasta que hallé una camisa blanca y unos pantalones azules desgastados. Até mi cabello deseando que ojalá nadie me lanzara pintura encima.

—¿Qué pintaremos? —pregunté observando a nuestro alrededor.

—Hay variedad, ventanas, puertas, que se encuentran fuera, y luego sillas y mesas que están dentro junto a las latas de pintura.

Asentí aunque el hombre no me vio.

Tomé un pincel y caminé a paso lento.

—¿A dónde iras? —me preguntó Nash acercándose y caminando a mi lado.

—A donde no estes tú.

—Qué problema, porque yo voy a ir contigo.

Agarré un tarro de pintura para luego ir hacia la otra sala donde se encontraban las mesas y sillas, a mi lado venían Mika y Frida, también Matt y Nash que seguían nuestros pasos desde lejos.

Me senté en el piso para empezar a pintar la parte de abajo de la silla. Observé de reojo como Nash se marchaba hacia otra parte.

Me sorprendió el hecho de que nadie armó ningún tipo de escándalo, Derek llegó apenas unos segundos después que nosotros y se dignó a poner música desde su celular. Luego de unos minutos que parecieron horas, alguien me interrumpió.

—Kendall —llamó Nash, aunque no lo veía sabía que estaba a mis espaldas.

—¿Qué quieres?

—Que me mires.

—No.

—Solo es un segundo.

Levanté la mirada sin pensarlo demasiado, ya que yo estaba en el piso y él de pie.

Con el pincel que llevaba en la mano derecha mojado en pintura blanca me hizo una línea en la frente, para luego sonreír con diversión y salir prácticamente corriendo.

Jodido infantil.

¿A quién engaño? Esto no quedaría así.

Esperé unos 15 minutos con la idea de que pensara que no me vengaría y con un pincel que escondí detrás de mi espalda fui a buscarlo, estaba pintando una de las mesas junto con otro chico.

—Nash —dije alargando un poco la 'a'.

—Ni pienses que me voy a girar.

—Vamos, ¿Acaso me crees capaz?

—De hecho, te creo capaz de hacerme lo mismo y más.

—No seas así.

—¿Y entonces qué quieres?

—Solo date la vuelta —ordené fastidiada.

Él se volteó con inseguridad; tenía el ceño fruncido y una mirada de que sabía que yo haría algo, y aún así no quiso evitarlo. Me acerqué lentamente para poner mis manos en su nuca y asi él puso las suyas en mi cintura, miraba mis labios y luego mis ojos, se fue acercando hasta que apenas unos centímetros nos separaban y entonces decidí que era el momento; sostuve el pincel y le dibujé formas aleatorias en la cara para luego alejarme victoriosa.

—¿Con que no eras infantil? —gruñó, pasando la mano por su rostro intentando sacársela.

—Tú empezaste de todos modos.

—Esto no se quedara así.

Puse los ojos en blanco dispuesta a marcharme, cuando al haber dado algunos pasos siento como alguien se dirige corriendo en mi dirección. Un instinto me hace girar y al ver a Nash me hago hacia un lado, logrando que él tropezara y derribara las latas de pintura que se encontraban apiladas.

El suelo estaba hecho un desastre, y me di cuenta que yo también cuando él me tomó del brazo ocasionando que ambos cayéramos sobre la pintura.

—¿Qué haces?

—No seas histérica —dijo al ver que intentaba zafarme.

—Esto no se ve bien.

—¿Sabes qué se ve bien? —Lo miré, esperando que continuara—. Tu rostro lleno de pintura, y tus labios —susurró, llevando sus dedos a mis mejillas.

—Alguien nos va a ver —Le supliqué.

—¿Y?

Fruncí el ceño, molesta, pero antes de que pudiera huir, la voz de Gustav se interpuso con un tono terriblemente acusador.

—¡Grier! ¡¿Qué has hecho?!

Reí, al menos me había librado de esta.

—¡Ella también tuvo la culpa! —me señaló.

—¡Oye!

Maldito idiota.

—Collins —El hombre suspiró en reprobación—. Ambos, ya, a mi oficina.

Nash se había puesto de pie antes que yo y me tendía la mano para ayudarme, acompañado de una sonrisa burlona que solo me hizo fastidiar un poco más.

—No necesito ayuda —murmuré levantándome y pasando de él, siguiendo a Gustav que comenzó a caminar.

—Como digas.

—Te odio —articulé sin emitir sonido cuando me giré y me sonrió.

—Fue culpa de ambos —Guiñó un ojo.

Gruñí y apresuré mis pasos porque ya no quería escucharlo.

Un castigo ahora me vendría genial.

Campamento Militar || Nash Grier (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora