Capítulo 33

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Mis párpados pesaban cuando intenté abrir mis ojos, todo estaba oscuro, y a los minutos noté que no me encontraba en mi habitación. Sentí un peso sobre mi cadera, me giré lentamente y algo dormida y visualicé a Nash durmiendo tranquilamente, se veía tan lindo... ¡¿Pero qué carajos hacía yo en la cama de él?!

—¡Nash! —me senté en la cama rápidamente y la cabeza me dio vueltas—. ¡Mierda, Nash!

—¿Qué sucede? Deja de gritar —habló con voz ronca mientras se daba la vuelta en la cama.

—¡Despiértate! —lo golpeé con la almohada, pero no se movió, me arrodillé en la cama y repetí la acción como cinco veces hasta que en un inesperado movimiento me tomó del brazo y se puso sobre mí.

—¿Puedes dejar de gritar e histeriquear aunque sea por la mañana?

—¡¿Qué hago aquí?!

—¿No recuerdas nada de lo que pasó anoche? —preguntó con un poco de desánimo en su voz, mientras me soltaba y se sentaba a mi lado.

—No mucho... Fuimos a una fiesta... Estuve con un chico...

—Ah claro, de eso te acuerdas.

—...Y no sé cómo terminé aquí contigo, creo que bebí de más.

—Así es, y te traje conmigo porque lo creí mejor.

—¿Qué hora es?

—La una y treinta.

—Me van a matar —dije fregando mi rostro con mis manos, manteniendo la calma, ya no podía hacer mucho.

—¿Quieres que te lleve a tu casa?

—Le pediré a Emily que venga por mí, tengo que hablar con ella y eso.

Él asintió y llamé a mi amiga para preguntarle si podía venir a buscarme.

"¡¿Qué haces en casa de Nash?! ¡¿Dormiste con él?! ¡¿Qué pasó?!"

Las palabras de Emily seguían resonando en mi cabeza muerta por la resaca, ya que en realidad, yo no tenía respuestas claras para esas interrogantes.

Él de la nada se puso de pie y salió de la habitación, a los minutos volvió con una aspirina y un vaso de agua, le agradecí para luego tomarla.

—¿Por qué tú no tienes resaca? —le pregunté escondiendo mi rostro en la almohada, buscando distraerme con algo.

—Yo no bebí demasiado.

—El campamento te hizo efecto y ahora eres aburrido —hablé con un pequeño tono de interrogante.

—No, solo que alguno de los dos debía quedarse con uso de la razón.

—Hablas como si hubiera hecho alguna locura —lo miré seria, él sonrió—. Dime que no hice nada —le supliqué con la mirada.

—No fue algo realmente malo —se encogió de hombros mientras seguía con su sonrisa pícara.

—¿Qué hice? —suspiré algo cansada.

—Tú... me pediste algo.

—¿Algo como qué? Dime que no me diste droga —abrió sus ojos, impresionado.

—No seas tonta, jamás te haría algo como eso —sonó algo molesto.

—Sólo bromeaba. Habla.

—Me pediste... que te hiciera el amor.

Ésta vez, yo abrí mis ojos, sorprendida y muy avergonzada, sentí mis mejillas acalorarse un poco, lentamente subí mi mirada, y me encontré con sus ojos que me miraban con ternura, dejándome confundida.

Campamento Militar || Nash Grier (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora