El muchacho asomo su cabeza por la ventana cristalina por el hielo de la tormenta de nieve, una fuerte ventisca azotaba las calles de piedra de la ciudad, allá en Moscú. Allá en su nación, allá donde lo vieron nacer y donde lo verán regir. Sus acuosos ojos azules se cerraron para perderse en sus pensamientos lentamente cuyas pestañas largas y quebradas contrastaban con la blancura de su piel rosa y sus cabellos blancos. Lanza un suspiro al aire, dejando que una nube de humo del calor de su cuerpo tiñe la ventana de leve calor, calor carnal, cuyos labios acorazonados se entre abran delicadamente. Intentando relajarse y pensar con la cabeza fría. Un tic en su parpado derecho tiembla nuevamente.
La presión entre la familia real del Zar y los constantes intentos de asesinato lo tenían asustado y frustrado, tendrá el apellido de su cruel padre Alejandro Romanov primero. Pero no heredo ni su apariencia ni su tenacidad, ni siquiera se parecía a él físicamente, el muchacho a diferencia de su padre presentaba un albinismo como nunca se había visto en esa corte y su padre era de cabellos negros y ojos miel.
El futuro Zar de los grandes rusos era un chico delgaducho, frágil de salud, afeminado y alguien que no sabe nada sobre estrategia militar y menos como gobernar una nación. Recuerda como hace unos días su padre le dijo que si moría en combate lo sucediera y se coronara sin rechistar nada, conoce a su hijo y lo sentimental que era, pensaba que su estúpido hijo pasaría días de duelo en su nombre, que mandaría hacer una estatua como fue su viva imagen, que pediría que su corte nombrara un día en su honor para venerarlo.
Mayúscula fue su sorpresa de Alejandro Primero cuando su hijo le dijo que nunca haría nada de eso. Su real majestad no dudo en darle tremenda bofetada que lo mando al suelo, la piel delicada de su hijo se marcó los dos días de viaje de regreso a Moscú, la intención de su hijo no era lastimar emocionalmente a su padre, pero el chico estaba cansado de lucir como un hombre débil, su idea para lucir maduro termino siendo un golpe directo al cariño con el que siempre contaba el Zar Alejandro, el joven príncipe ya no sabía cómo ganar la simpatía de su padre.
¿Qué más podía hacer?
Tan solo podía maldecir nacer con una naturaleza enfermiza, no ser el hombre que su padre tanto quería que fuera. Aprieta sus dientes furioso mientras escucha la tormenta fuera de la ventana. De repente una fuerte ventisca abrió la ventana de golpe y le dio un golpe en la nariz que lo obligo alejarse de la ventana, se revisó el golpe e intento ignorar un leve ardor que corría en su nariz.
Cerró la ventana y se retiró del lugar para bajar al comedor, esa noche cenaría con música en vivo, los mejores cantantes de Europa fueron traídos esa noche para deleitar a la familia real Romanov y a toda su corte real.
El príncipe salió de la habitación y se encontró a su padre en el cuarto contiguo de su habitación y este lo miro severamente. Revisándole el rostro, la mirada de su majestad podía helarle la sangre con su mirada de león. Apariencia imponente, altanera y perspicaz que no perdía momento para intimidar con su sola mirada y su sola presencia.
—Nicolau ¿Qué te paso en el rostro? — Cuando preguntó eso Nicolau se tocó la nariz encontrándose con sangre goteando de esta, un sirviente se acercó preocupado y le comenzó a limpiar la sangre goteando.
— ¡Qué horror joven príncipe! ¡Alguien debió atacarlo! — Dijo el sirviente. Sorpresivamente a esa respuesta el Zar se rio con sorna, con una maquiavélica voz que te calaba en los hueso por su severidad y soberbia, todos lo miraron confundidos.
— ¿Atacarlo? Seguro mi hijo se golpeó accidentalmente, si no entonces no estaría tan tranquilo, solo mírenlo — Ni una sola muestra de empatía, incluso se burlaba de sus errores. ¿Qué clase de padre trataba tan mal a su hijo?, pues el mismísimo Zar Alejandro.
ESTÁS LEYENDO
"El Amante Del Zar" (Saga "Almas Gemelas" Libro 1)
VampireEl corazón late potente aquella noche de invierno, las copas con el vino rojo están goteando en la cama de seda y los gemidos de dos voces resuenan en la soledad del lugar, sensual, excitante, anhelante de placer no importan las horas que pasen. Hay...