27 de agosto de 1914.
Se tardó días, semanas, un mes. Pero logró convencer a base de sexo y besos a Rogue de no tomar una decisión precipitada, por menos los emperadores alemanes, padres de Hedricht se sentían orgullosos de que su hijo tuviera un esposo que calmara sus impulsivas decisiones y que podrían llevarlo a la ruina. Resulta que, aún sin desearlo, Benet es un príncipe meticuloso, sabe estrategias y puede cuidar su posición.
—Bendito sea Maquiavelo, que sin él no me hubiera preparado para este momento— Benet abrazaba a Rogue, explicándole y obviamente mintiéndole que no fue "Nicolau" como tal, sino un lacayo que solamente lo molió a golpes, con quien no tuvo relación alguna, obviamente no diría que fue el Zar en persona, eso ocasionaría que fueran a la guerra y lo que más le conviene a todos es la neutralidad, de por si la sociedad humana para ese entonces ya estaba lidiando con el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Habsburgo y su esposa la duquesa Sofía Chotek.
Se reunió con sus suegros explicando que posición debía tomar la sociedad vampírica alemana bajo el estallido de la gran guerra.
—Escucha Rogue, la guerra ha comenzado para los humanos, nada volverá a ser lo mismo, debemos pensar con la cabeza fría, lo que menos debemos hacer en este momento es que los vampiros declaremos la guerra con nuestros semejantes regentes. ¡Simplemente debemos atrapar a un caníbal de poca monta y matarlo para decir que mi victimario pago el precio! No podemos quedar tampoco como unos debiluchos a los que nos pueden hacer lo que les pegue la gana...—Incluso Hedricht se quedaba estupefacto de lo calculador que era su prometido.
—¿Desde cuándo sabes tanto sobre política? —Le cuestiona Rogue tocándole las mejillas, Emerald, la emperatriz le señala que deje de tocar el velo de su prometido.
—Hijo ya discutimos esto, no puedes tocar a Benet en público de esa manera, y deja de levantarle el velo— Lo regaña la mujer tallándose las cienes cabreada, pasa del tema y continua aceptando la propuesta de Benet— D'La Rosa tiene razón, debemos mantenernos neutrales de conflictos humanos, la boda seguirá en curso y debemos mantener nuestro número de invitados impecable para que sea aceptado y aunque nos desagrade, tenemos que invitar a príncipes de título Ruso, tiene que quedar en claro que no tenemos problemas con ellos no importa los conflictos que viva el pueblo humano...— Mujer estratega y planificadora, su esposo al contrario, era igual de temperamental que su hijo, Vincent el emperador bebe unos tragos del buen vino.
—Escúchenme, sé que desean una postura pacifica en cuanto al casamiento de ellos dos, y entiendo el parlamento ingles fueron unos pusilánimes con nosotros, pero... venga ustedes dos son hombres, lo que menos se debe demostrar es que solo por eso sean pacíficos, así que si se casaran deben demostrar que aunque gusten de otro hombre son fieros guerreros que empuñaran la espada en el campo de batalla cuando les falten al honor. Esta es una prueba reacia del comienzo de su mandato hijos míos— Sirve dos tragos para Benet y Rogue, quienes los toman y estrechan los vasos para brindar, dándole un trago y colocándolo vacío después en la mesa.
—Entiendo tu punto querido, pero hasta ahora no le podemos declarar la guerra a un ruso que seguramente podría bien haber actuado solo, sin la necesidad de ser mandado por el propio Zar de las sombras, los Romanov han sido nuestros rivales hace muchos siglos. Pero debemos seguir imparciales a este conflicto, ejecutaremos a un caníbal cualquiera, su cadáver será exhibido para el pueblo de los vampiros. Y continuaremos con la boda, ahora pasemos de tema—La mujer arregla unos papeles de su escritorio y carraspea —Sigamos con Benet, recuerdo que tenías una petición que hacernos a nosotros como los padres de Rogue, puedes decirnos que es... —
En silencio los tres alemanes esperan la pregunta del príncipe italiano. Quién nervioso, toma la mano de Rogue para darse apoyo en la pregunta sorpresa que tenía guardada incluso para su prometido.
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"El Amante Del Zar" (Saga "Almas Gemelas" Libro 1)
VampireEl corazón late potente aquella noche de invierno, las copas con el vino rojo están goteando en la cama de seda y los gemidos de dos voces resuenan en la soledad del lugar, sensual, excitante, anhelante de placer no importan las horas que pasen. Hay...