Los labios de aquel alemán le dejaban con la boca seca de nervios. Lábil labio que dejaba que le carcomiera su sanidad, se desliza con una suavidad digna de cosquilleo y temblor. Las piernas le hubiesen comenzado a temblar antes. En la piel blanquecina y pálida del velloso rubio se distinguía su alcurnia. No cabía duda que era hijo de dukes y vampiros aristócratas. Belleza milenaria desde hace siglos que solo podrías disfrutar una vez en toda tu existencia. En efecto sabía que los vampiros mantenían los rasgos antiguos para que el siguiente en su generación mantuviera su hermosura. Pero podía decirse con toda realidad que Hedrich no era precisamente hermoso como tal. No era nada femenino ni afeminado, ni asomo de ello. Tenía tantas marcas que parecía más un verdugo.
No, Rogue no era despampanante en la belleza, pero era un hábil animal matador en su atractivo varonil. Era todo un hombre en ese aspecto, era fuerte, podía decirse que su fuerza y musculatura era mucho mayor que la que poseía D' La Rosa. ¡Enorme para que mentir!
Y entre su mirada verde un puma podía acobardarse. La mirada felina que poseía aquel demonio era peligrosa, se podría decir que era su propio poder. La hipnótica mirada de la muerte. Que te seduce entre tus pesadillas, más por temor que por placer.
El miedo era su seducción. Para los humanos es un maldito desgraciado, para los vampiros es un bastardo que había que matar para sobrevivir. Para los Dukes era una desgracia que entregara su castidad con una simple plebeya que se tiro y degusto hasta la muerte. Pero... entre todos aquellos que lo han odiado, llego Benet.
Para aquel entonces hubiese decidido morir antes de permitir que alguien se atreviera a humillarlo.
Hasta que llego Benet en medio de la oscuridad de aquella prisión.
El motivo por el que fue encarcelado y sometido fue porque mato a más de un conde. Como cinco condes, una dinastía entera.
Benet le alimento, le cuido y le dio abrazos en las tormentas, jamás se lo pidió. Lo hizo porque quería, lo hizo sin esperar nada a cambio. Rogue no podía pagarle con dinero, no podía pagarle el tiempo que vivieron en ese lugar.
Su amistad le bastaba a Benet.
Vuelve a la realidad del momento de ahora. Ahí donde vivían juntos los dos.
Benet. Quien en ese instante había decidido abrazarlo por la espalda. En la cama, el cariño es más hermoso. Rogue no era fan acérrimo a los apapachos, ya que nunca los tuvo. Nunca le habían abrazado ni dado besos de cariño, nunca le han hecho el amor o fingido hacerlo.
El italiano es todo lo que tiene, es todo lo que le queda por siquiera proteger. Y si eso incluía tener que quitarle las memorias del Zar, entonces lo haría.
Se llevó al guapo italiano a un lugar que el Zar no podía tocar. No porque fuera lejano, sino porque ese lugar estaba en permanente disputa con las bestias del Imperio Ruso. No los humanos precisamente. ¿Qué hizo Rogue?
Se lo llevo a Irlanda. Al condado de Wicklow, un clima Holoártico, las hayas y robles son aquello que decora el lugar donde ahora viven los dos. Entre el aroma delicioso de la madera, la humedad del clima.
Los juncos y los helechos verdes son aquello que pisan de camino a donde Benet trabaja. El frio aire de las montañas y el silencio eran simplemente perfectos para Rogue. Así podía mantener aislado y apartado al vampiro. Ocasionalmente Benet enseña canto, artes y matemáticas.
El cabello rubio del alemán se enchinaba, su barba de tono metálico amarillo brillaría si el sol pudiera acariciar aquel tono rubio. Pero eso nunca podría pasar.
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"El Amante Del Zar" (Saga "Almas Gemelas" Libro 1)
VampireEl corazón late potente aquella noche de invierno, las copas con el vino rojo están goteando en la cama de seda y los gemidos de dos voces resuenan en la soledad del lugar, sensual, excitante, anhelante de placer no importan las horas que pasen. Hay...