Los cascos trotaron en incesantes sonidos mientras el Zar en su despacho privado esperaba la información recabada, de la carreta baja una figura. Un vampiro que se ha infiltrado en cortes a lo largo de varios imperios. Al llegar a la habitación del Zar, agacha la cabeza en señal de respeto y el espía era desvestido del abrigo para después ponerle sobre su escritorio una carta. Una carta manchada en un seco manto de sangre, pero que no impide su necesaria lectura.
Nicolau indico que se largara de su vista. Porque no estaba dispuesto a ser interrumpido mientras leía, el vampiro le hace caso y se retira, y ahí en la soledad absoluta de la habitación, tomo la carta abierta, todos los sirvientes se apartaron lo más que pudieran, porque era obvio que lo que sea que estuviera escrito en aquel mísero papel le robaría el alma y le provocaría la más grande de las cóleras. Todo lo que tuviera que ver con su amante siempre le robaba el aliento, le quitaba la paz y lo devolvía al campo de batalla por su asqueroso y enfermó amorío en su nombre, voz cantarina que le recordaba dulces ensueños.
Besos amorosos y dolorosos.
Tomo un poco de coraje en la soledad, puso su mano sobre el papel manchado en sangre, soltó aire y doblo el papel para contemplar lo que hubiesen escrito.
Paso unos momentos analizando cada línea, cada letra, cada párrafo y su horror ante aquello no hacía más que incrementar a medida que conocía una devastadora y cruel verdad, no más que abrumar su mente, engendrar dudas y angustia, le hizo soltar quejidos entre confusión o asombro. Se pasó la mano libre por su rostro, cabello y labios, deseando parar de leer.
Y saber que leyó el nombre de Benet le dejo seca la garganta, le robo su paz, su sueño, sus aspiraciones, la alegría de la vida.
Todo...en una simple carta que desvelo la triste, cruda y desdeñosa realidad.
Y que le hizo odiar profundamente al bastardo que ahora era el dueño del corazón de su amado. Ahora podía odiar un nombre y tenía un rostro.
"Rogue Von Preußen Hedricht"
Arrojo el papel al suelo, dolido, llorando y quedamente se abrazó a sí mismo. Cuando su esposa, Sofía, quien mirase la escena de su esposo sufriendo en silencio le contemplo. Se levantó entre preocupada y fingido orgullo, porque no tenía idea si de ofrecer consuelo u ofrecer burla.
Porque sabía que lo que sea que su esposo leyó le quebró el alma, le destrozo por completo, le tenía devastado, pero a su vez verle patético y vulnerable era perfecto, podía seguir molestándole, por insultarla y mancillarla, pero sería mentir que Sofía no sentía lastima por su esposo. Se acercó para ver dicha carta. Cuando la leyó se quedó tan sorprendida como de piedra. Abrió sus labios rojos, cubriéndose con su mano mientras conocía el mayor y más grande secreto que pudo testiguar en su vida.
Y si... era por Benet.
No solo era el comienzo de algo terrible, una furia como ninguna, el final de sus días de forzada y mítica paz, el principio del horror. Sofía intento hablar, decir algo. Lo que sea, pero no podía, simplemente no podía, se quedó muda.
Se acercó para tomar del hombro a su esposo. Quien sorpresivamente la tomo entre sus brazos y lloro en su hombro.
La zarina no cabía de sí, el necesitado y dolido corazón del Zar no podía nada más que contraerse entre sollozos. Ahora ya solo le queda lamentarse, sufrir mientras su esposa le ofrece consuelo en un mar de lamentos lejanos.
Afuera de la habitación, Dmitriy, quien había leído la carta a hurtadillas sin ser visto, sabía perfectamente que algo mucho peor venía, la ira o el olvido eran las únicas opciones que le quedaban al Zar.
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"El Amante Del Zar" (Saga "Almas Gemelas" Libro 1)
VampireEl corazón late potente aquella noche de invierno, las copas con el vino rojo están goteando en la cama de seda y los gemidos de dos voces resuenan en la soledad del lugar, sensual, excitante, anhelante de placer no importan las horas que pasen. Hay...