Tic, tac, tic tac...
Las manecillas no se detienen y nunca mostraran piedad. Porque el pasar del tiempo es infinito e infinita será nuestra eternidad.
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Los rayos del sol son reflejados en las suaves cortinas. En la seda negra que pide ser acariciada por una suave piel sensible entre sus dedos.
Los pupitres vacíos de la madera de roble tienen un aroma fresco. Un aroma de bosque. Un aroma dulce y tranquilizador. Las plumas de tinta estaban depositadas en los tinteros o debes en cuando en hojas blancas con una sola gota de tinta en toda la hoja. Una gota que se escurre y serpentea cual cobra.
— Y entonces cuando hubieras aclarado tu voz debes de cuidar no decaer mientras entonas. ¿Entiendes muchacho? — Le pregunto Benet al joven estudiante frente suyo, un muchacho que le miraba con total atención y respeto.
— Muy bien maestro Lombardi. Entiendo que quiere decir, pero en caso de que no haya ensayado de manera adecuada mis ejercicios de vocalización para canto... ¿Cómo puedo remediar mi error? — Pregunto el joven vampiro mientras apuntaba todos los consejos que le daba el maestro de música de su escuela.
— ¡Muchacho! No puedes simplemente pasar de eso. Si no ensayas no lograras que nadie te escuche apropiadamente. Además...— Momentos después la mente del italiano se nublo totalmente. Olvidando por completo su dirección establecida, su propósito, su tiempo y su lugar. Privándole del ahora.
¡Tic tac! ¡Tic Tac! ¿No te olvidas de mí, verdad mi amor? ¿Nunca te olvidarías de tu amado y delicioso príncipe albino verdad?
El demonio del dulce olvido hace de las suyas nuevamente, le permite volver a recordar. Un mareo repentino azoto su mente, haciéndolo tropezar durante las lecciones privadas de canto. El joven vampiro a su lado le sujeto con fuerza cuando vio cómo su instructor se caía de tropezones hacia atrás.
— Maestro, ¿Se siente bien? Se ve un poco más pálido que antes. ¿Serán otra vez sus pequeñas lagunas?
El vampiro menor le ayudo a sentarse en una silla, mientras un mar de recuerdos vuelven como balas rápidas a su cabeza de manera abundante.
Mira a su alrededor, sintiéndose perdido y desconcertado. No sabe dónde está, ni del porqué. Todo lo que sabe y todo lo que siempre recordara son los ojos azules y los hermosos labios rosados de Nicolau. Se prometió no olvidar y mírenlo.
Pasaron los días y pasaron los años y se atrevió a olvidar. Benet aprieta los labios asustado, abrazándose a sí mismo notando como el joven vampiro a su lado le mira con repudio y extrañeza.
— Llamare a su compañero Hans Von Hammer. Seguramente él sabrá tratar tus nervios. No niego que es la primera vez que me toca ver a un vampiro perder la cordura por completo. — Se hubiese retirado hace tanto tiempo que Benet se asustó cuando cálidamente Rogue le cubrió con una manta alrededor de sus fuertes hombros.
Ambos ojos se miraron durante unos instantes, antes de que el alemán se sentara en frente suyo.
— Asumo que has recordado algunas cosas importantes ¿Verdad? En tu mirada solo veo confusión. ¿Cómo te sientes? —
La mirada de Benet solo auguraba lo que él no quería reconocer.
— Rogue... ¿Sigues a mi lado? ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Qué año es? ¿Qué fue de Nicolau? ¿Por qué estoy en este lugar que parece una escuela?
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"El Amante Del Zar" (Saga "Almas Gemelas" Libro 1)
VampireEl corazón late potente aquella noche de invierno, las copas con el vino rojo están goteando en la cama de seda y los gemidos de dos voces resuenan en la soledad del lugar, sensual, excitante, anhelante de placer no importan las horas que pasen. Hay...