Capítulo 18: En la frontera lejana...

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La furia se veía en los ojos de Dmitriy, arrojo contra la pared una botella de licor. Andrea sabía que no valía la pena intentar calmar la mente de aquel hombre. Ni siquiera el podía calmarlo mientras mostraba lo iracundo en su mirada. El mercader se irgue sobre sí mismo volviendo a dejar que su fría mirada vuelva al piso. Los arranques de ira que presentaba eran más peligrosos de lo que parecían, una vez rompió una ventana arrojando una silla por esta.

–"Ni en tus más salvajes sueños te permitiré la mano de mi hijo".

Recito con burla e ironía en sus robustos labios, recordando las últimas palabras que le mando el padre de Andrea, Santino le declaro en la carta. Le amenazó a él con matarlo, y con castrar a su preciado alfa. No solo los rechazaron, los humillaron. Son el chisme más escandaloso y furtivo que alguna vez se supiera en el submundo de los hombres bestias. Cuando ambos se prepararon para la respuesta sabían que sucedería algo así, pero no a la escala de que en una semana ese chisme llegó jodidamente rápido a la entrada de San Petersburgo. En una semana les quitaron el título de bestias y los tacharon de lunas rojas. Es obvio que nadie tardo en saber que uniones así entre bestias diferentes no era la obra de nadie más que no fuera la luna roja.

Era muerte entre especies, ahora eran la burla, eso ya lo tenía contemplado el hombre oso. Pero nunca pensó que intentaran lastimar a la manada de Andrea. Como perros hambrientos atacaron el lugar donde vivía la manada de Passolini. Ganaron la contienda, pero ahora el rostro del alfa está marcada por puñetazos fuertes, le partieron el labio, le abrieron la ceja.

Nadie puede tocar a su luna, nadie puede. Dmitriy se vuelve sobre sí mismo, cada que mira el rostro golpeado de Andrea le hierve la sangre. Las ganas de volver a matar al lobo que le hizo esos moretones a su bien amado.

–Vólkov, no me importa. Ya sabía que esto me pasaría de una u otra manera.

–Se arrepentirán de esto...

La voz de aquella bestia enojada era profunda, gutural y amenazante. Hablaba en serio, muy en serio.

–Déjalo así, me conformo con saber que mi manada me sigue fiel a pesar de todo.

En efecto, su manada a pesar de que estaban extrañados por aquella noticia no se marcharon, decidieron seguir siendo la manada de Passolini. Eso los aliviaba bastante, no podían creer que el repudio fuera tan fuerte. Dmitriy piensa detenidamente que puede hacer, ahora que eran rechazados por la sociedad de las bestias no se les reconoce como tal. Les tachan de pecadores que nunca debieron nacer. ¿Cómo se atrevieron a escupirle en la cara a su amado Andrea?

También mato al bastardo que se atrevió a lastimar al alfa al escupirle. Mira como Andrea le observa nervioso, esperando que esa ira no se desquite con él. No pasa pero cuando el oso se enoja se enoja en serio. El verano era agobiante, pero tal pareciera que Dmitriy no sudaba ni una gota. Y la frialdad en su mirada te podía congelar. No tenía idea en que pensaba su luna, pero era obvio que no era nada bueno.

–Muy bien, ya que para todos esos malditos bastardos yo ya no soy un hombre bestia entonces no tengo que seguir escondiéndome ¿No?

–Dmitriy no empieces de nuevo, no empezaras una guerra exponiéndote a la raza humana.

A veces las ideas de su querida luna eran muy extremas. Y esa idea se la sugirió hace dos días.

–Podría emboscar las zonas de casería. Puedo reclutar caníbales, nadie podría pararme.

–Cariño por favor.

A veces las ideas terminaban siendo demasiado serias, y de hecho no eran malas ideas. Pero Andrea no quería que eso pasara.

"El Amante Del Zar" (Saga "Almas Gemelas" Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora