Andrea no podía pensar, no podía dormir y mucho menos comer. Hace semanas que el hombre osos no le dirige la palabra. Ni una sola palabra. Y ahora no podía irse, ocurrió lo que él no quería que pasara. Su temporada de celo ya llego. Y a su mente la única persona que desea lo folle no le habla en lo más mínimo. Intento ir de nuevo con él y platicar para remediar la discusión que tuvieron. Aquel hombre sabía tocarle la medula sensible, Dmitriy permanecía serio y calmado en sus reuniones, explicándole que lugares estaban poblados por manadas pero la única cosa que pasaba por la mente de Andrea era la larga y gruesa polla de ese hombre penetrándolo.
Llámenlo vulgar o pervertido pero no puede evitarlo, es su instinto y ese instinto quiere salir en forma de lobo. Desea que el Sr. Vólkov deje de castigarlo así y le permita descargar todas sus ansias contenidas.
Volvió a reunirse con él esa tarde había reunido una cantidad estrafalaria de dinero para lograr obtener una manada todavía más grande. Le venía bien pero nuevamente solo miraba directamente a los ojos intensos del hombre oso. Dmitriy se sienta derecho mientras fuma una pipa.
– ¿Te ocurre algo Andrea?
Le pregunta mientras mira que el alfa no deja de mirar sus labios. Este se inclina para besar sus labios gruesos y toscos, adoraba esos labios y como nunca antes deseo que ese hombre lo sometiera. Pero los labios del mercader se apartan alejándose de él.
–Veo que estas un tanto distraído, podrías descansar un día de tu tarea como alfa. No hay ningún problema en que te tomes un tiempo..
Nuevamente los labios de Dmitriy fueron callados con otro beso, esta vez más hambriento y deseado, mientras el alfa se sienta en el regazo de Vólkov permitiéndole sentir esa erección. El hombre oso aparta nuevamente su rostro, admite que esa parte atrevida del alfa le prende desde lo profundo de su mente. Toma las caderas de Andrea con delicadeza y lo sienta en su escritorio, Andrea abre sus piernas pensando en que podría conseguir que le haga suyo. Que lo tome con brusquedad mientras lame el cuello del hombre oso pero este se aparta dejando al alfa en su mesa sin tocarlo. Este jala la gabardina del hombre bestia y el otro suspira irritado.
–Andrea, tú mismo me rechazaste, lo único que te pasa por tu calenturienta cabeza es en sexo, sabes perfectamente que te quiero. No te tocare solo porque estas en celo, entiéndelo.
–Hare lo que tú quieras, por favor lo necesito.
Andrea ruega por que lo haga suyo y hará lo que él quiera con tal de sentir ese cuerpo sobre él dándole cariño y placer a partes iguales. Dmitriy se gira sobre sí mismo, sabe que ambos se gustan y no dejara de recalcárselo.
–Sabes lo que quiero a cambio Andrea.
Le mira directo a los ojos adoraba esa mirada perversa, sabía perfectamente todo lo que hace a diario, es un traficante, que mata hombres humanos y bestias, vampiros y brujos sin piedad. Le encanta esa seriedad que fortalece en su cuerpo y mirada, en esa marca de bestia que tiene en su pecho, por la quemadura de un hierro candente, adoraba ese cuerpo musculoso moverse sobre su cuerpo, sus cabellos cobrizos rizados caen por sus hombros y su frente, se vea tan matador y guapo con ese cuerpo y ese rostro lleno de deseo sobre él.
– ¿Qué quieres?
Le pregunta Andrea mientras acerca sus labios a los de aquel hombre.
–Tu mano en matrimonio, mandare mi petición a tu padre y me importa un carajo lo que piensen los demás Andrea.
La realidad golpeo fuertemente la cabeza de Andrea en cuanto le dijo eso. Por dios, hablaba en serio. Quería todo de él, su cuerpo, su alma. Todo lo que pueda ofrecerle, todo lo que es, lo que alguna vez fue y será.
–Te aclaro que en cuanto pueda volveré a hacerte comer carne humana, te llevare a África y no volveremos nunca a pisar suelo Europeo.
Andrea suspira mientras decidía negarse a ese pedido. Pero una repentina caricia en sus genitales le hizo jadear sonoramente mientras volvía a ser sometido por esas caricias, ese suave movimiento que lo deja gemir y sentir ese suave cosquilleo en su vientre bajo. Intenta razonar bien la situación, todo lo que conllevará pertenecerle a aquella bestia voraz que devora personas como la simple comida que son para él. Passolini siete como aquel vientre lleno de músculos le acaricia simulando embestidas por encima de la ropa, suspira sintiendo aquella virilidad brindándole placer.
–Dmitriy, es una locura, nos perseguirán. Me quedare sin manada. Mi familia me rechazara.
–Te amo...
Gime el hombre bestia mientras le besa en el cuello y rasga la camisa del alfa, al carajo la ropa. ¿Qué animal necesita la ropa? Ninguno de los dos quería separarse del otro, y el maldito controlador sabe que Andrea más que nunca quiere ser penetrado por él.
–Ya no me quedara nada, me quedare solo. Mi reputación como hombre estará arruinada, como alfa jamás volveré a ser reconocido.
El hombre pasa sus gruesos labios por ese delicioso cuerpo, le besa el cuello, le besa los labios. Su lengua es ese instrumento de placer que le deja olvidar la tormenta de calamidad que se cierne sobre ellos.
– ¿Cómo olvidarlo Don Passolini? Eres mío, yo soy todo lo que necesitas. Yo te amo.
El arranque de sus pantalones le sobresalta, cuando siente su ropa rasgarse y caer sobre el suelo y permitir que Dmitriy le haga suyo, todo suyo.
–Andrea...– Su voz tan ronca y profunda gimiendo su nombre, lo amaba aunque todos supiera que terminaran en el fondo del infierno pecando en el valle infernal – ¿Te casarías conmigo?
El alfa suspira y entiende que ya no puede negar, ya dejo que de ser todo aquello que alguna vez fue, que su manada lo perdone, que lo odien porque él no se puede dar el lujo de dejar de amar a su querida luna. Su luna de rojo sangre que le hará vivir en el cielo y en el infierno a partes iguales.
–Acepto...
Dijo el alfa para después ser besado con brusquedad en los labios, mientras el hombre oso muerde y hace sangrar aquellos labios que tanto adora morder.
"Una mañana
Una tarde,
Una noche.
Serán todos los días de mi vida que me dedique para amarte,
Por toda la vida."
Fin de la Parte 2.
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"El Amante Del Zar" (Saga "Almas Gemelas" Libro 1)
VampireEl corazón late potente aquella noche de invierno, las copas con el vino rojo están goteando en la cama de seda y los gemidos de dos voces resuenan en la soledad del lugar, sensual, excitante, anhelante de placer no importan las horas que pasen. Hay...