Pasaron un cuarto de milla mientras corrían a toda velocidad hacia la entrada de la ciudad. Ni siquiera se dignaron a mirar cuando unos cazadores les vieron y con rifles en manos apuntaron al lobo italiano cuya piel es muy valiosa y demandada.
Mayúscula fue su sorpresa cuando un enorme oso de cara corta los ataco por atrás, al primer cazador le rajo la garganta. Permitiendo que borbotones de sangre dejaran salir de la piel al rojo vivo. El segundo se levantó con pavor dispuesto a salir corriendo para pedir ayuda. Tenía que correr unos cuarenta metros para la siguiente vivienda en medio de los alrededores de la ciudad. Pero el lobo italiano le llegó por atrás atacando el cuello del hombre, dándole una muerte rápida a diferencia del ataque que realizo su acompañante.
El hombre oso volvió a su forma humana dejando ver su cuerpo brutalmente lleno de músculos y mostrando que su cabello pelirrojo no solo estaba en su cabellera si no en todo su cuerpo, en sus pectorales, brazos, piernas y Andrea no quería ver que en efecto también estaban en los genitales.
Tenían que conseguir ropa y lavarse.
Estaban cubiertos de sangre en casi toda la totalidad de sus cuerpos. El alfa vio la cabaña donde estaban los humanos antes de atacarlos y le indico a Dmitriy el lugar en el interior. Una tormenta de granizo se avecinaba a la ciudad y no querían ser golpeados por esta. Así que tendrían que quedarse en aquella cabaña hasta que la tormenta cesara.
El interior era hogareño y rustico, ambos caminaron desnudos por el lugar haciendo rechinar la madera bajo sus pies desnudos. Se aseguraron de arrastrar los cuerpos de los cazadores al interior. Andrea lo tuvo que arrastrar, el hombre oso solo se echó al hombro el cadáver destazado del cuello que había mató. Dmitriy tenía listo el menú para la cena de esa noche. Cerraron las ventanas y mataron al perro que les pertenecía a los cazadores que empezó a ladrar.
Esperaban que con el inicio de la tormenta lo confundieran con algún relámpago. Manchaban el suelo de madera con sus pisadas manchadas de sangre, Dmitriy busco agua que pudiera calentar para bañarse. Encontraron un tinaco de madera que contenía agua limpia, se dieron un rápido baño y se secaron con mantas que tomaron de la sala de la cabaña.
Por la noche decidieron buscar ropa, no les quedaba para nada, ni la ropa interior ni tampoco las ropas grandes, un dejo de fastidio se hizo presente entre los dos. La vergüenza es parte de la naturaleza humana ante su desnudes, su exposición indebida de su cuerpo le causa repelús al alfa. Pero no parece ser el caso de su acompañante. Pero tendrían que dejar eso de lado si querían soportar la noche. Andrea solo encendió la chimenea de la cabaña. Hacia un frio más fuerte que antes, era obvio que tendrían que pasar la noche desnudos y compartir las sabanas y edredones para mantener el calor.
Cuando Andrea se fijó ya había empezado el festival de carne que no quería ver. Dmitriy tomo los cadáveres para empezar a cortarlos con un hacha cercana que estaba ahí mismo. Utilizo el resto del agua y especies para hacer un estofado de carne humana, lo crudo y cruel del asunto aparte del comienzo del canibalismo es que ni siquiera estaban pasando hambre, ni siquiera estaban en necesidad.
Simplemente era el antojo por la sangre humana. Lo peor de todo, es que Andrea tenía tanta hambre que comenzó a mordisquear el fémur de un cazador cercenado, la carne cruda es un pecado de todo hombre ante los dientes del lobo.
Chicloso, era como las bestias podían definir la carne cruda como tal. Pero que delicia.
Menos de un día y Andrea ya se estaba deshumanizando más rápido de lo que creyó aguantar. La sangre es exquisita, la carne jugosa. Su sabor apetitoso y digno de un manjar. Dmitriy mira a la bestia comer y una leve excitación recorre la entrepierna del oso. Andrea no lo vio y no quería verlo. Su instinto le ganó y eso era bastante preocupante. Pero tal parece que eso no le molesta a su acompañante quien le mira con deseo.
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"El Amante Del Zar" (Saga "Almas Gemelas" Libro 1)
VampireEl corazón late potente aquella noche de invierno, las copas con el vino rojo están goteando en la cama de seda y los gemidos de dos voces resuenan en la soledad del lugar, sensual, excitante, anhelante de placer no importan las horas que pasen. Hay...