"¡Actuar mientras que en el delirio, ya no sé lo que digo o lo que hago! Y sin embargo es necesario...."
(Luciano Pavorotti. I Pagliacci. R. Leoncavallo)- Pavorotti (Pueden buscar la canción si gustan)).
Nicolau soltó un suspiro asustado al ver la sangre de Benet y se acercó para quitarle el abrigo, el vampiro se apartó de su majestad. Todos habían visto que le habían disparado y seguía vivo, se vería descubierto si el príncipe le quitaba el abrigo y veía que no había ni una sola cicatriz de la sangre que lo manchaba. Es obvio que le acusarían de ser brujo o vampiro.
No permitió que se acercara a él y se vio obligado a mostrarse hostil gruñendo como si fuera un tigre para que no toquen su herida. Pero era más una señal de advertencia, tenía mucha hambre y oler la fina sangre que corre por las venas del príncipe estaba carcomiendo la voluntad que tanto había intentado controlar durante años.
Eso no era normal, jamás había sentido tantos deseos de devorar un cuerpo con tanta hambre, el príncipe tercamente quería quitarle el abrigo. Sin saber el grave peligro inminente que estaba provocando.
— ¡Quítese el abrigo sus heridas se infectaran! — Y de un fuerte tirón rasgo la tela del abrigo y dejo ver el musculoso hombro derecho de Benet, de tono trigueño y lampiño. Hermosamente fuerte y definido, cuyas venas donde ya no hay sangre se resaltan.
Pero había un detalle, no había ninguna herida de bala en su cuerpo, como si ninguna bala lo hubiera tocado, pero ahí estaba la sangre. Goteando del abrigo del vampiro. Su majestad totalmente atónito soltó la tela del abrigo, asustado y sorprendido. Lentamente comenzó a caminar para atrás alejándose del hombre que lo salvo.
Nicolau recordó que había llevado a Benet a un lugar donde casi nadie entraba para resguardarlo, desviándose de donde los demás invitados se estaban escondiendo.
Estúpidamente ahora se dio cuenta que estaba a merced de alguien que no fue herido por simples tiros en la espalda.
Benet dejo de encogerse y se irguió imponente sobre su majestad, mirándole de frente, mientras sus ojos se tornaban de un color carmesí, el fuego de la chimenea del centro de la habitación iluminaba la parte izquierda del cuerpo de Benet. Mientras la oscuridad de la habitación está asustando al príncipe y mirar aquellos malignos ojos de demonio lo petrificaron de miedo. El vampiro comenzó a caminar hacia su majestad, totalmente dejándose llevar por sus instintos, su mente tenía una cosa en ese momento.
Bebería la sangre del hijo del Zar Alejandro, aunque sea la última cosa que haga.
No hay punto de retorno, ya vio que es un monstruo. Al carajo el hecho de que lo salvo, al carajo que toda la guardia real lo vaya a descuartizar por asesinar al príncipe.
Benet piensa que tal vez ese era el destino verdadero de Nicolau, morir en manos de un vampiro. Ocasionar una horrible conmoción con que una criatura como un vampiro matara al príncipe.
Nicolau seguía caminando para atrás hasta que llegó a la pared de mampostería, el abrigo de Benet hecho girones se dejó caer en la alfombra roja, dejando ver el cuerpo de una estatua griega, tal pareciera como si el más experimentado arquitecto hubiera esculpido aquel cuerpo, una silueta digna de una criatura como el vampiro.
El príncipe entonces tuvo un pensamiento fugaz, Benet es una criatura inhumana, pero no quitaba que lo había salvado, era una deuda, le debía la vida a Benet. Un pensamiento aturdido y lleno de coraje despertó en Nicolau y comenzó a caminar lentamente hacia Benet.
Este gesto tomo desprevenido al vampiro y pensó que tal vez hubiera más de una posible cosa que sucediera. Ya sea que el humano lo intentara atacar. O que el príncipe acepto que no sobrevivirá al ataque de una criatura como Benet y el mismo se entrega a su muerte. Como si ya conociera a los vampiros y sabe que no hay escape de ellos. Pero no fue ninguna de la dos, el príncipe dejo caer lágrimas totalmente asustado por la reacción del vampiro.
ESTÁS LEYENDO
"El Amante Del Zar" (Saga "Almas Gemelas" Libro 1)
VampireEl corazón late potente aquella noche de invierno, las copas con el vino rojo están goteando en la cama de seda y los gemidos de dos voces resuenan en la soledad del lugar, sensual, excitante, anhelante de placer no importan las horas que pasen. Hay...