Capítulo 10. Confesiones.

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«Confesiones»


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No solo no dormí bien en toda la noche, sino que me levanté adolorida con la combinación del ejercicio y los golpes. Por lo mismo, me puse el uniforme más lentamente que de costumbre y cubrí los raspones de mis rodillas con mis medias negras y altas.

Un médico me había revisado anoche después de darme un calmante y me aseguró que no tenía ningún golpe serio, contusión o fractura. Yo, más que nadie, sabía que eso era un milagro. Me colgué la mochila y me salté el desayuno, mi madre intentó renegar pero yo no estaba de humor ni para comer ni para escucharla.

El camino al colegio no era tan largo, pero aún continuaba nerviosa por lo del día anterior. Intenté calmarme para que aquella mala experiencia no me fuera a dejar traumada y me repetí unas veinte veces que nada iba a pasarme. Sin embargo, tenía esa horrible sensación de que había alguien siguiéndome, observándome.

Me detuve y miré hacia atrás. La calle parecía desierta, pero yo no me sentía sola. Estaba segura de que había alguien ahí, mirándome. Una sensación muy extraña me obligó a seguir mi camino pero con paso apresurado y, en cuanto vi el colegio, no pude evitar echarme a correr.

No me sentí segura sino hasta que crucé las puertas y me recargué en uno de los pasillos. Puse una mano sobre mi corazón en lo que mi agitada respiración se calmaba y dejé caer mi mochila al suelo.

—¿Ami?

Brinqué del susto ante la simple mención de mi nombre, pero me relajé al notar que solo era Raúl.

—Me asustaste —me quejé—. ¿De dónde saliste?

—Te vi llegar corriendo, ¿te sucedió algo?

—No, todo está bien.

—No te creo.

Alcé la vista y lo miré a los ojos. Raúl era orgulloso y desde nuestra última pelea no nos habíamos hablado mucho, pero en ese momento se estaba tragando su orgullo porque estaba preocupado por mí, podía notarlo en su mirada.

—Solo estoy un poco paranoica —admití.

—¿Por qué?

Dejé que mi espalda se deslizara por la pared hasta quedar sentada en el suelo, él se arrodilló ante mí y nos miramos a los ojos. Sin decirle nada, deslicé mis medias un poco para dejar a la vista las heridas de mis rodillas.

—¿Qué te pasó?

—Me caí. Cuando salí a correr un auto comenzó a seguirme, intenté huir y tropecé.

—¿Cómo que seguirte? ¿Te hizo algo?

Negué varias veces con la cabeza.

—El carro chocó, el hombre se mató.

Sunforest 1. Amira Rey. [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora