Capítulo 42. Lucha.

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«Lucha»


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Rodé sobre el mármol frío hasta terminar boca abajo. Mi vestido estaba tan empapado que resultaba demasiado pesado maniobrar con él. Dos pies se colocaron frente a mi rostro y alcé la vista para encontrarme con la figura imponente de Isis.

Con un giro de muñeca prácticamente imperceptible hizo que mi cuerpo saliera volando hacia atrás y chocara con algo de madera que se rompió bajo mi peso. Mordí mi labio mientras abrazaba mi costado, pero inevitablemente solté un quejido.

El eco de su risa voló por la habitación, ¿dónde estábamos? Miré a mi alrededor y reconocí la estancia. Nos encontrábamos en el castillo. La lluvia golpeaba con fuerza todas las ventanas del ala, la última vez que había estado ahí Joham y Dandelion se habían encargado de estallar todos los vidrios al mismo tiempo, pero no quedaba evidencia de ese incidente.

Con cuidado, me puse de rodillas para localizar a Isis en el centro del ala. Sus ojos rojos no me perdían de vista y me causaron un escalofrío.

—A pesar de todo, debo reconocer tu valentía. —No lo dijo con nada de respeto, sino con una combinación de burla y enojo—. Se requiere mucho valor para hacer una tontería así. Y sobre todo, para mandar a tu enamorado a distraerme...

—¿Dónde está Joham? —la interrumpí.

—Esperaba que hicieras esa pregunta.

Con un chasquido hizo que el cuerpo de Joham apareciera flotando a su derecha y el corazón se me encogió al verlo. Estaba inconsciente y el costado izquierdo de su rostro se encontraba manchado de sangre. ¿Estaba vivo?

Cómo si hubiera leído mi mente, en ese momento sus dos ojos verdes se abrieron lentamente y parpadearon varias veces confundidos, hasta que me reconocieron.

—Ami... —gimió.

No había felicidad en su voz, era más bien un reproche por encontrarme ahí.

—Joham.

Como si fuera mi imán personal, mi cuerpo se levantó y comencé a correr hacia él, pero la bruja me hizo cruzar nuevamente el aire hacia el lado contrario.

Esa vez choqué contra la pared y tardé al menos un minuto en superar aquella oleada de dolor. Joham gritó débilmente mi nombre, pero me fue imposible responderle.

«¡El anillo!» —gritó otra voz dentro de mi cabeza.

—Lo sé —susurré esperando el momento oportuno.

Me acomodé sobre mis codos y miré a la bruja con odio. Ella tenía las manos completamente extendidas y de sus dedos comenzaron a salir chispas. En menos de un segundo, extendió sus brazos hacia mí y un rayo atravesó la estancia con el objetivo de golpearme.

No tuve tiempo para reaccionar, pero el rayo pareció chocar contra una pared invisible y fue desviado hacia el techo. Con mis brazos protegí mi cabeza puesto que pedazos de concreto comenzaron a caer muy cerca de mí.

Tomada por sorpresa, Isis miró el brazo extendido de Joham y entendió todo demasiado tarde. El forestniano logró lanzarle una esfera de color que alcanzó a golpearla en el brazo izquierdo, haciéndola perder el equilibrio y liberando su cuerpo de la magia. O acababa de tomarla desprevenida o el plan de las hadas comenzaba a funcionar e Isis se estaba debilitando.

Joham dio un salto y cayó frente a mí, dispuesto a protegerme a pesar de su obvia debilidad.

—Joham...

Sin importarme nada más, lo abracé con tanta fuerza que seguro lo lastimé, pero no dijo nada. Sus manos tomaron mi rostro y me obligaron a mirarlo, mientras me acariciaba la mejilla.

—¿Estás bien?

—¿Tú estás bien? —pregunté histérica—. ¿Acaso te volviste loco?

Él me dedicó una disculpa con su mirada.

—Era la única manera. De otra forma no lo ibas a lograr...

—¡Pudiste decírmelo!

—No me habrías dejado y todo hubiera sido mucho más difícil —suspiró—. Tenemos que irnos de aquí. No puedo ganarle y estoy demasiado débil para usar más magia. 

Como si yo pesara menos que una pluma, me cargó con sus brazos y me colocó en su espalda. No podíamos correr hacia la salida porque fácilmente Isis nos interceptaría, pero Joham se dirigió a las escaleras de la planta alta tan rápido que me recordó que él no era humano.

Subimos varios pisos intentando encontrar un escondite o una salida, pero conforme lo hacíamos mi pecho vibraba más, como si algo terrible estuviera a punto de pasar.

—Detente —le pedí.

—¿Qué? —preguntó él, no porque no me hubiera escuchado sino porque no entendía mi petición.

—¡Alto!

Una sombra negra nos golpeó en el costado y rodamos juntos por el suelo de una largo pasillo. Joham quedó sobre mí y miró por encima de mi cabeza, asustado. Se movió rápidamente y con su cuerpo me cubrió por completo al mismo tiempo que un grito de dolor escapaba de su garganta.

Yo también grité a pesar de que no sentía dolor. De un momento a otro, su cuerpo se desplomó sobre el mío y sus labios quedaron sobre mi oído.

—Corre —suplicó.

—No —dije derramando algunas lágrimas—. No te dejaré.

—Ami —gimió— yo no valgo la pena.

El peso de su cuerpo desapareció y entonces comprendí que se lo estaban llevando. Miré horrorizada como unas líneas de humo negro se enroscaron en sus brazos, piernas, torso y cuello, estirando sus extremidades como si estuviera encadenado. Él no hizo nada por evitarlo y solo cerró los ojos, rindiéndose.

Debajo de Joham se encontraba Enzo. De su palma extendida salía el humo negro que estaba aprisionando a Joham.

Aprovechando la distracción de mi enemigo, tomé el anillo que tenía colgado en el cuello y me lo puse en la mano izquierda, dispuesta a recuperar el control de la situación.

Ya no tenía caso huir. Era momento de luchar.


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Sunforest 1. Amira Rey. [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora