Capítulo 30. Guerra.

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«Guerra»


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Me medio levanté apoyándome de los codos y le lancé mi mejor mirada de desprecio. Algo caliente comenzó a cosquillear detrás de mi oreja y al pasar los dedos me di cuenta que era un hilillo de sangre.

Isis levantó la barbilla y los ojos grises le brillaron con satisfacción al percatarse de la herida.

—Jamás me uniría a ti —escupí con rabia.

Un destello rojo brilló en los ojos de la bruja al mismo tiempo que se acercaba dos pasos. El caos estaba hacia donde mirase, pero el mayor de mis problemas se encontraba frente a mí. Yo era muy débil en comparación a ella, iba a matarme...

Aún así me puse de pie para hacerle frente, porque no le iba a dar el placer de verme asustada o de darle la espalda. Ella era muchísimo más alta que yo, me sacaba casi una cabeza de altura.

—Y te prometo que te vas arrepentir por eso.

La bruja extendió su mano hacia mí, pero antes de que lograra hacerme algo un animal saltó sobre mi cabeza y cayó en medio de nosotras, ocultándome de Isis.

Era un enorme lobo de pelaje blanco. Sorprendida, lo escuché gruñir segundos antes de impulsarse con sus patas traseras y lanzarse en contra de la bruja para protegerme.

Isis no tuvo tiempo de reaccionar y ambos rodaron lejos de mí. Sabía que tendría que aprovechar el momento para correr, pero no pude evitar temer por la vida del lobo y aquello me dejó paralizada en mi lugar.

La bruja intentó reponerse pero el lobo colocó sus dos enormes patas sobre sus hombros. Isis lo agarró de la cara para impedir que los enormes colmillos la alcanzaran, en ese momento una sombra negra chocó contra el costado del lobo y lo sacó volando junto con un chillido.

—¡No! —grité.

Enzo se acercó a Isis después de haber atacado al lobo para quitársela de encima, pero más lobos furiosos aparecieron entre los árboles y los rodearon. El más grande, al que habían atacado, se puso de pie y desde donde estaba me miró con sus dos enormes ojos plateados... hasta entonces comprendí quienes eran.

—Arus —susurré—. Son las hadas.

Isis alzó sus dos brazos hacia el cielo y un nuevo remolino se creó de la nada. Alguien me tiró al suelo y me obligó a permanecer agachada, alcancé a ver que algunos de los lobos salían volando mientras que otros intentaban atacarla, pero entonces el remolino desapareció junto con ella y Enzo, dejando al bosque sumido en un silencio tan macabro como ella.

—Ami. —Me giré enseguida para encontrarme con Joham, quien aún me cubría con su cuerpo—. ¿Estás bien?

—Joham...

Me senté sobre mis talones y él me imitó. El pelirrojo lucía apaleado pero tras un rápido vistazo noté que no tenía ninguna herida grave. Lo abracé permitiéndome sentir todo el alivio posible. Él me calmó acariciando mi cabello.

Desde mi lugar pude ver a Arus acercarse a mí, aún en su forma lobuna. Cuando estuvo a tan solo centímetros solté a Joham para poder acariciarle el hocico.

—Gracias...

El lobo miró a Joham, quien asintió y tras eso se internó en el bosque junto a su manada. Aún sentía el brazo del pelirrojo sobre mis hombros, pero el alivio se desvaneció con tan solo mirar a mí alrededor y encontrar todo destrozado.

—No...

Me puse de pie y corrí hacia las casas que aún ardían en fuego, varios forestnianos trabajaban en equipo e intentaban apagarlas con su magia. Las cenizas flotaban en el aire pintando el día de gris, pero por más que me acercara no tenía ni idea de cómo ayudar.

Dandelion acababa de apagar un fuego cuando se percató de mi inútil presencia, inmediatamente se acercó a mí.

—Princesa, ¿dónde está Joham?

—Él... —Miré hacia atrás solo para enterarme de que no me había seguido—. No lo sé.

—¿Estás bien?

—No —gemí—. Ella es horrible, ¿cómo pudo hacer esto?

—Tienes que irte.

—¿Y dejarlos así?

—Lamentablemente no puedes hacer nada, pero tienes que ponerte a salvo.

—No quiero, déjame ayudar.

—Amira —dijo tras un suspiro cansado—. La guerra ha comenzado, en serio tienes que salir de aquí.

El corazón me dio un vuelco ante la palabra guerra y entonces me dio la impresión que todos los destrozos que había a mí alrededor eran poca cosa en comparación a lo que se avecinaba.

Algunos forestnianos estaban desechos y lloraban sobre cuerpos inertes mientras la ceniza caía del cielo y comenzaba a ocultar el color verde del pasto. Era un cuadro horrible y la cabeza me daba tantas vueltas que ya no alcanzaba a comprender nada.

Y entonces todo se detuvo y solo una cosa tuvo sentido. Ignoré los intentos de Dandelion por detenerme y me acerqué a Joham, quien tenía los ojos tan grises como el cielo y por primera vez desde que lo conocía no reaccionó ante mi cercanía. Las lágrimas se deslizaban silenciosamente por sus mejillas y no apartaba la vista de las dos personas que estaban a sus pies.

Ahí, sobre el césped y entre restos de madera, había una Samara encorvada e histérica que lloraba a gritos mientras se abrazaba de un pequeño niño rubio que tenía los ojos cerrados. No importaba lo mucho que lo sacudiera, la cabeza del pequeño rebotaba contra el cuerpo de su madre pero ni así reaccionaba. Yian estaba muerto.

—Esto es mi culpa...

Las rodillas se me doblaron y caí a su lado, sin poder apartar la vista de la espantosa escena y sin lograr detener el llanto que comenzó a brotar imparable de mis ojos.


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Sunforest 1. Amira Rey. [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora