Lucas había sabido invertir su dinero en algunos de sus bienes, especialmente su casa y sus dos coches. Aunque no vivía en una mansión multimillonaria lo que tenía no estaba nada mal y, en mi opinión, era mejor que cualquiera de esas fincas enormes donde vivían los famosos. La casa era un dúplex con un jardín con piscina y un garaje a la altura de la calle. La decoración iba acorde con su estilo de siempre aunque reconozco que la tenía más ordenada que de costumbre. Pero sin duda la mejor parte de la casa era la que había habilitado como mi habitación, siguiendo con estricto rigor todos mis gustos.
—¿Te gusta?— preguntó detrás de mi, apoyado en el marco de la puerta. No podía ver mi cara pero era de felicidad.
La habitación era bastante grande, de paredes relucientemente blancas a juego con la mesa de noche, el armario y la mesa de estudio. La cama se encontraba en el centro, era enrome y tenía varios cojines peludos encima. La única decoración especial que había era un elefante de la India de color carmesí dispuesto en la mesa de noche y un mapa del mundo de color grisáceo en la pared sobre el cabecero de la cama. Y como colofón, en otra de las paredes había una pegatina blanca gigante que imitaba la figura de un surfista con su tabla –en Galicia me pasaba todos mis ratos libres surfeando–.
—Me has dejado sin palabras— admití dándome la vuelta y abrazando a mi hermano mayor.
—Eso es lo que quería oír— dijo entre risas.—¿Has visto las vistas de tu ventana?
Nos acercamos a ésta, él retrocedió las cortinas y pude ver el jardín: todo lleno de césped a excepción de una piscina en el centro y varios árboles en la periférica, entre los que se encontraba una hamaca.
—Es perfecto, a papá y a mamá les encantaría— admití con la mirada fija en el exterior.
—No te creas, a ellos les sacas de A Coruña y ya no les gusta nada— y tenía tanta razón, a nuestros padres viajar no les gustaba mucho. Consideraban que ya vivían en el mejor sitio del mundo: nuestro pequeño pueblo con playa incluida.— Bueno, voy a preparar algo de cenar, tú ve organizándote.
—Muy bien— me di la vuelta y observé a mi hermano salir de la habitación. Por unos momentos me senté en la cama y me dejé caer sobre mi espalda notando la comodidad y la calidad del colchón. Ahí fue cuando me di cuenta de que no había una lámpara, sino varias luces organizadas con un orden simétrico en el techo.
En los siguientes treinta minutos me dediqué a trasladar toda la ropa de la maleta al armario, que por cierto era bastante más grande de lo que parecía. Coloqué mis productos de aseo personal en el baño del pasillo, que sería el que yo usaría, y el maquillaje lo organicé como pude en la mesa de estudio. <<Tendría que comprar algo para meter las cosas>>, pensé.
Cuando Lucas me llamó avisándome de que ya estaba la cena me di prisa en bajar para encontrarme simplemente con una ensalada. Aún así la tomé con apetito.—¿Mañana vendrás al entrenamiento?— me preguntó con la boca llena de lechuga. Si estuviera aquí mi madre ya le habría dicho cuatro cosas por hablar con la boca llena.
—No sé— me encogí de hombros y continué.— Me apetece ver un poco la ciudad, pero si paseo contigo seguro que nos pararán mil veces a sacarte fotos, ¿verdad?
—Quizás— río.— Pero creo que me dijo Nacho que su mujer tenía que ir mañana de compras a no sé dónde, podríais ir juntas.
—Pero si no la conozco de nada— me excusé.
—Luego te paso su número y habláis, que es una chica muy maja.
Y así fue, nada más terminar de cenar me puse a hablar con aquella mujer llamada María. Estuvimos un rato conversando hasta que me comunicó que sus hijos la precisaban y que ya hablaríamos mañana. Le conté a Lucas que los planes por ahora iban bien y me fui a dormir.
Se suponía que la parte difícil llegaba ahora: conciliar el sueño. Llevaba semanas durmiendo fatal, con pesadillas o simplemente sin poder pegar ojo, pero por alguna razón esta vez no estaba tan ansiosa y el cansancio del viaje también ayudó.
Cuando estaba dando vueltas en la cama me encontré a mi misma pensando en mi encuentro con los jugadores del Real Madrid, pero en especial con uno de ellos; Isco Alarcón. Era guapo, muy guapo pero en fin, casi todos lo eran. ¿Por qué no paraba de pensar en sus grandes ojos fijos y en su lozano aspecto? ¿Estaría pensando él en su primer encuentro conmigo? ¿Acaso eso importaba? Pues no, claro que no debería importarme, pero por alguna razón sí lo hacía.
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Better things to come {Isco Alarcón}
Fanfiction||La rutina de la violencia, del poder, del acoso, de las lágrimas ahogadas y del miedo hacia aquella persona que dice quererte. Alicia conocía muy bien todo aquello, la aturdía, la amordazaba y ella se dejaba llevar -quizás por falta de coraje, de...