Capítulo: 53

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Por la cristalera y la entrada al edificio pude ver hace tiempo que el sol ya se había puesto y que, por lo tanto, mi turno estaba acabando. Sin embargo, una oleada de turistas asiáticos acaban de llegar y todavía no había terminado de asignarles las llaves de su habitación. Cuando todo estuvo listo ya había pasado más de media hora y yo resoplaba con todas las horas de trabajo encima de mi espalda.

—Ya te puedes ir Alicia y descansa, que te lo mereces— me sonrió mi jefa dándome una palmada en la espalda.

—Gracias, buen turno.

Salí de la recepción directa hacia los vestidores donde me cambié a mi ropa de calle y seguidamente me subí a uno de los coches que me estaba dejando Lucas en dirección a casa de Isco.
Después de aquel día en el Retiro, hace ya dos semanas, las cosas habían cambiado considerablemente. Por una parte me salió esta oferta de trabajo, para cubrir una baja de unos meses, y por otro lado mi relación con Isco mejoró más de lo que esperaba. Aquel día estuve a punto de cometer un grave error, dejar a la persona que más quería para volver a recaer en los brazos del hombre que me había destrozado no solo el autoestima sino la concepción de mí misma y de lo que debía ser mi vida. Si no hubiese sido por la insistencia de Isco ahora mismo... No sé dónde estaría ni en qué situación.

Llegué a casa de Isco y la encontré vacía, algo que me sorprendió un poco porque el entrenamiento había terminado ya hace un rato. Pensando que se podría haber quedado en el gimnasio seguí con lo mío e hice la cena, pero el tiempo pasaba y no llegaba. Casi a las once se escucharon las llaves en la puerta principal y entró él con su chandal del Real Madrid y con una gran bolsa blanca de papel.

—¿Dónde estabas?— pregunté con el cejo fruncido yendo hacia él.— Estaba preocupada...

—He ido a hacer un recado— respondió dejando un beso en mis labios y acariciándome el pelo para tranquilizarme.— ¡Has hecho la cena, gracias!

—No hay de qué. ¿Qué tal el entrenamiento?— inquirí cogiendo unas aceitunas y llevándomelas a la boca. Isco escrutó con la mirada la comida y repitió mi acción.

—Duro, pero muy bien. Los chicos dicen que a ver si vuelves.

—Es verdad, habrá que volver— reí.— Por cierto, ¿qué es esa bolsa?

La curiosidad me mataba, lo acepto, aunque Isco no parecía tener muchas ganas de contármelo puesto que hizo un aspaviento con la mano para restarle importancia. La miré unos segundos más y luego me centré en la cena, que devoramos con ansias y hambre.
Más tarde recogimos lo que habíamos ensuciado y yo me dediqué a lavar los platos mientras que él limpiaba la mesa.

—Ali— me llamó haciendo que girara la mitad de mi cuerpo, con las manos goteando en el fregadero.—Quiero pedirte algo.

—Dime.

—Pero deja eso— rió y esperó paciente a que me secara las manos y le mirara directamente. Su sonrisa me decía que algo bueno estaba a punto de decirme.— La semana que viene se celebra la gala de fútbol "Best FIFA football awards" y quiero que vengas conmigo.

Se me congeló la sonrisa sin saber muy bien que responder y él me agarró de las manos traspasándome sus ansias y su tremenda felicidad.

—Me han nominado al premio Puskás y quiero que estés tú a mi lado, incluso si no lo gano, quiero que estés. Nunca había sido nominado a algo tan importante.

Sus ojos refulgían y su sonrisa era tal que deslumbraba. ¿Cómo decirle que no?

—Eso es genial, Isco— sonreí acariciando sus mejillas.— Yo... Bueno, nunca me habían invitado a algo tan importante... Pero si quieres que vaya, allí estaré.

—Sabía que aceptarías, así que me he adelantado a algo...

Se separó de mí y agarró la gran bolsa blanca en cuyo centro estaba el logo de una marca de ropa demasiado cara que ni siquiera conocía. Abrió la bolsa y sacó lentamente un vestido largo y precioso.

—No, Isco... ¿Es para mí, enserio?

—Para mí no es, desde luego— rió.—¿Te gusta?

—Me encanta...—toqué la tela del vestido con dedos trémulos, mis ojos abiertos como platos. No me podía creer que algo tan bonito fuera a estar en mi cuerpo.— No sé cómo agradecértelo.

—Yo sí lo sé— me lanzó una mirada traviesa y tras dejar el vestido guardado en la bolsa sobre la mesa se abalanzó sobre mí y nos besamos sedientos y emocionados.

Reí todavía con la idea en la cabeza. No me creía que fuera a acompañar a un futbolista a una gala tan inmensamente importante, y menos que ese futbolista fuera mi novio. Isco estaba cambiando mi vida tan drásticamente, tan exponencialmente en positivo que a veces no podía evitar pensar en la caída. Pero ahora mismo solo me importaban sus besos, sus caricias, su cuerpo pidiendo más y él mío dispuesto a darle todo lo que pidiera.
Acabamos en la cama, piel con piel, nuestros gemidos mezclándose a tal punto de fundirse y ser inconfundibles. El placer que él me causaba me ponía los ojos en blanco y provocaba que me aferrara a las sábanas como si me fuera la vida en ello. Tenía las mejillas rojas, al igual que sus labios y sentía tanto amor que no podía soportarlo. Me esforcé con él hasta que terminó y se dejó caer a mi lado. Entrelazamos nuestras piernas y apoyé mi cabeza en su pecho mientras acariciaba su torso en pequeños círculos.

—Isco...—susurré con una sonrisa sin poder evitar que su nombre escapara de mis labios. Porque de eso trataba el amor, macerar tu boca hasta que lo único que salga de ella sea su nombre.

Better things to come {Isco Alarcón}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora