Capítulo: 62

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Llevaba varias horas tirada en el sofá, en la misma posición en la que él me dejó, esperando que de algún modo la vida abandonara mi cuerpo. Me había destrozado, tanto física como mentalmente. Me había reducido a un simple objeto al que maltratar y usar a su costa. Y esa era la peor parte, la deshumanización. Si la sangre no acababa de salir de mi cuerpo lo forzaría yo misma, me sentía irremediablemente sucia y para siempre manchada por su crueldad.
Andre había salido del piso hacía varias horas y para cuando llegó, creo que se sorprendió de que siguiera viva. Le estaba costando trabajo matarme. Esta vez no me habló, no se dirigió hacia mí, como si ya no existiera. ¿Cómo podía ver a una persona en su sofá medio desnuda y llena de sangre y ni siquiera inmutarse? Ya no me iba a cuestionar su forma de ser, estaba enfermo y no había mayor explicación. La única pregunta que me rondaba la cabeza es en qué momento cambió, o si siempre fue así pero al principio sabía contenerse. ¿Había estado conviviendo con un psicópata? ¿Pretendía casarme con alguien así e incluso tener hijos? Ya no importaba.

—¡¡¡Policía!!! ¡Abran la puerta!

Del impecable silencio pasó a los golpes de la Policía contra la puerta. No me lo creía y Andre menos. Salió de la cocina y, esta vez sí, se acercó a mí.

—¿Qué cojones has hecho, zorra?— me gritó con rabia contenida. No hice el esfuerzo de levantar mi vista del suelo. Él siguió gritándome como si eso fuera a cambiar la situación hasta que la puerta cayó y entraron un grupo de policías con casos y potentes armas de fuego.

Los minutos siguientes pasaron demasiado rápido. Andre estaba en el suelo esposado y dos policías me cubrieron con una manta y comprobaron mis constantes vitales mientras llamaban a una ambulancia y repetían por radio "la tenemos, la hemos encontrado". Andre desapareció y entraron los sanitarios justo cuando yo empezaba a perder la consciencia. ¿Volvería a abrir los ojos algún día?

Isco

—Estate quieto, coño— me culpó Carvajal dándome un manotazo en la pierna.

—No puedo, quiero verla ya.

—Te jodes, porque voy a entrar yo primero— apuntó Marco a mi otro lado.

—En tus sueños.

Llevaba más de dos horas esperando en el hospital. Cuando nos avisaron de que ya la habían encontrado vine echando leches junto con Dani y Marco, quienes se habían quedado en mi casa por la tarde para hacerme compañía. Hace unos veinte minutos nos informaron de que ya podíamos pasar a verla pero entraron Lucas y sus padres, su familia más inmediata. Pero yo también era su familia y no podía esperar mucho más para verla.

—¿Y puedo entrar yo?— inquirió Dani.

—Lo que queráis pero entro yo primero— respondí nervioso y ellos se rieron, no sé si por lo que dije o por cómo lo dije, ya que cuando me ponía ansioso se me marcaba mucho más el acento malagueño, si eso era posible.

—Mira, ya viene Lucas— apuntó Marco levantándose del asiento seguido de nosotros dos.

Lucas traía unas ojeras que en mi vida había visto y tenía los ojos algo rojos. Nada más vernos nos dimos un abrazo.

—¿Cómo está?— pregunté expectante.

—No sé, Isco...—negó con la cabeza mirando al suelo.— Pero quiere verte.

Better things to come {Isco Alarcón}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora