Capítulo: 57

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—Buenos días— saludé sonriente al recién despertado con pelo de león. Después de la noche que habíamos pasado quería hacerle saber que yo estaba bien, que todo seguía igual y que el hecho de que mi ex pareja estuviera rondando por esta ciudad no me importaba. No era del todo cierto, pero madrugar y preparar un buen desayuno me ayudaban a creerlo.

—Así da gusto despertarse— rió ligeramente mientras se rascaba la parte trasera de la cabeza. Aún tenía marcas de las sábanas en las mejillas y estaba totalmente adormilado, pero era demasiado mono. Corrí a sus brazos y le di un buen beso.— Hoy estás extremadamente alegre.

—Sí, porque hoy juegas un partido importante y tengo ganas de verte ganar— sonreí ampliamente, al igual que él, quien me atacó de nuevo y me arrinconó contra la encimera.

—Tengo mucha presión encima, entonces.

—Nah, la de millones de aficionados y la mía solamente.

—Si te parece poco...—volvió a reír esta vez contra mis labios antes de besarme. Condujo sus manos hasta mis caderas para acariciar mi piel hasta llegar a mis pechos. Reí y me escabullí hacia la mesa.

—Hoy estás extremadamente... ¿cachondo?— reí estruendosamente.

—Hombre, anoche me dejaste con las ganas...— volvió a reír y se sentó a la mesa, justo enfrente de mí.

Ayer habíamos estado toda la noche disipando nuestros miedos y, para cuando la situación volvió a ser medianamente normal, yo ya me estaba quedando dormida y él estaba demasiado activo.

—¿Lo siento?

—Con esa cara no puedo no perdonarte— rió mientras se untaba mantequilla en una rebanada de pan.

Cuando terminamos de cenar Isco tuvo que prepararse para ir a Valdebebas, puesto que tenían que concentrarse antes del partido. No quería que se fuera, pero ambos teníamos cosas que hacer.

—Entonces vienes, ¿no?— me dijo por quinta vez antes de marcharse. Este hombre tardaba demasiado en despedirse, cosa que no me importaba.

—Sí, pesado— rodé los ojos con una sonrisa.—Intentaré ir.

—No, lo intentarás no. Vendrás.

—Lo que tú digas.

Él sonrió y me atrajo una última vez a sus labios. Le retoqué un poco el cuello de la camisa y le di las llaves de su coche.

—Nos vemos luego.

—No marques un gol sin mi.

—Pues ven pronto entonces— rió mientras salía hacia su coche. Le seguí con la mirada hasta que le perdí de vista y cerré la puerta de casa.

(...)

Trabajar en un hotel localizado en el pleno centro de la capital española daba mucho trabajo. No paraba de salir gente por todos lados, unos se iban, otros llegaban, otros solamente venían a quejarse...

—¿Es así todos los días?— le pregunté exhausta a mi compañera con la que no tenía mucha relación. Pocas palabras habríamos intercambiado desde que llegué.

—Casi siempre— se encogió de hombros y siguió con lo suyo.

Resoplé y me retoqué unos mechones que se me habían soltado de la coleta. Miré la hora una vez más, quedaba una hora para que comenzara el partido y casi lo mismo para que terminara mi turno, eso si nada me atrasaba.
Continué con mis labores hasta que me llamaron al despacho del coordinador para recoger unos papeles y sellarlos.

—Alicia, un cliente te busca— me avisó mi compañera asomando la cabeza en la sala. Asentí algo extrañada, dejé los papeles colocados y volví al mostrador.

—¿Sí?— pregunté al aire, esperando que alguna de las personas que estaban en la recepción se acercara. Y así fue, un hombre giró su cuerpo en mi dirección y me penetró con la mirada congelándome.—¿Q-qué haces tú aquí?

—Ha caducado mi orden de alejamiento, puedo estar donde me de la gana.

Su aspecto había cambiado ligeramente. Ya no parecía un alma en pena, sino un individuo al que le corría agresividad y violencia por las venas. Podía notar su odio hacia mí.

—Tenemos que hablar.

—Estoy trabajando— me escabullí como pude hacia el despacho, bajo la mirada de mi compañera, quien se había quedado a cuadros al ver como me negaba a atender a un simple cliente.

Poco tardó en volver tras de mí y, con esa cara de pocos amigos, obligarme a volver y a hacer mi trabajo. O sino, "yo misma me encargaré de que te despidan". Andre sonrió triunfal al verme volver.

—¿Tienes reserva?— pregunté mirando a la pantalla del ordenador.

—Vamos a hablar, te espero fuera.

—He dicho que estoy trabajando y no me apetece hablar contigo. Vete a donde te tengas que ir pero aléjate de mí.

—Qué mal te está sentando la fama, Ali— dijo con un ápice de asco. Todos sus gestos eran claras muestras de lo que sentía.— Te espero fuera.

Y se marchó dejándome con el corazón a mil por hora y con la inaguantable de mi compañera ajena al tono amenazador de mi "cliente". Me pasé el resto del turno temblorosa, esperando que se hubiera ido para cuando me tocara salir a mí. Consulté en mi móvil cómo iba el partido y me adentré en la aglomerada calle. Ver a tantas personas me tranquilizó, quizás él no me vería si es que se había quedado esperando. Sin embargo, no había avanzado ni treinta metros, cuando alguien me agarró del brazo tan fuerte que parecía que me lo intentaba romper.

—Sigue caminando y como intentes algo te juro que te mato aquí mismo— me susurró su terca voz al oído.

En ese momento actué como una autómata y me dejé conducir por la calle con demasiado miedo como para ni siquiera abrir la boca para quejarme del dolor que me estaba infligiendo. Nos paramos frente a su coche, me metió dentro como un saco de patatas y bloqueó las puertas una vez estuvo dentro. El terror aumentó cuando vi como nos alejábamos del centro.

—¿Qué quieres, Andre?— un hilo de voz salió de mis labios, mirándole con asco y miedo a la vez. Había vuelto a afeitarse y físicamente parecía un Apolo, qué pena que estuviera tan demacrado por dentro.

—Solo quise venir y mirarte a los ojos mientras te preguntaba cómo eres tan jodidamente zorra— escupió desviando su mirada hacia mí.

—¿Por qué? ¿Por estar con otra persona?

—Por follarte a un millonario en vez de esperarme a mí, por olvidarte de todo lo que hemos vivido juntos, de los planes que teníamos...

—Isco, se llama así, y por favor no vuelvas a hacer referencia a él. Esta mierda— dije señalándonos— no tiene nada que ver con él.

—Claro que tiene que ver, ¡te estás acostando con ese jodido inútil!

—¡Aquí el único inútil eres tú! ¡Y puedo hacer lo que me la puta gana!— grité con todas mis fuerzas. Fuerzas que desconocía que tenía.

—¡Eres mía! ¿Cuánto dolor te tengo que hacer pasar para que te entre en la cabeza?

Decidí relajarme para evitar un disgusto y que nos estrelláramos contra algo. Aunque a decir verdad no me importaría que pasara algo de ese calibre y así no volver a verle más.

—Olvídate de mí, olvídate de todo lo que vivimos y la mierda de planes que hicimos y llévame a casa, por favor.

—Joder, estás para que te de una hostia— rió descaradamente.— No me voy a olvidar de nada porque yo no soy tan hijo de puta como tú, no me olvido de la gente a la que quiero. Y de tu casa da gracias si la vuelves a ver en tu miserable vida.

Le miré más atemorizada de lo que ya estaba. Sí, me había convertido en una persona mucho más fuerte gracias a Isco, a María y a toda la gente me había apoyado, pero a solas con él, con sus amenazas, me sentía verdaderamente una prisionera. Si las puertas estuvieran desbloqueadas me tiraría ahora mismo del coche en marcha.

—¿Qué quieres decir? ¿A dónde vamos?

Better things to come {Isco Alarcón}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora