Capítulo: 41

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El hombre hablaba con ímpetu y hacía violentos aspavientos con las manos en dirección a la muchacha que tenía enfrente. Podría parecer una discusión pero ella no mediaba palabra, estaba cabizbaja y en susurros pedía que se calmara.

—¿Y a éste qué le ha dado?— dijo María mirándole de reojo y sin tomar demasiada importancia.

Hablaba en italiano pero suerte para mí, era uno de los idiomas que manejaba. Le decía cosas que yo ya había escuchado antes en mis propias carnes: "asquerosa", "no eres nada sin mí", "como sigas por ese camino terminamos mal", "un día haré una locura"... Me estremecía solo de escucharlo porque no solo salía de la boca de ese hombre, sino de mis recuerdos también.

/El ambiente en el vehículo se respiraba tenso e incluso doloroso. Andre no dejaba de gritar y de mirarla intermitentemente, apretaba el volante con furia y cada vez que cambiaba de marcha parecía que fuera a arrancar la palanca. Alicia intentaba mantener la calma pero veía como sobrepasaban el límite de velocidad y cada vez se sentía menos segura.

—¡Mira a la carretera, joder!— gritó al notar su mirada penetrante más tiempo en ella que en donde debería.

—¡A mi no me grites, desgraciada! Mira, como tengamos un accidente va a ser por tu puta culpa, nos vas a matar.

—Eres tú el que está conduciendo.

—Y tú me estás tocando los cojones. Siempre igual, joder, siempre calentándome. ¿Te parece normal tratarme así? Un día va a pasar algo y quiero que sepas que será por tu culpa, te lo estas buscando.

Alicia cerró los ojos herméticamente y se juró que si volvía sana y salva a casa se alejaría de él. Sus amenazas eran flagrantes y ella ya no se sentía segura. Pero eso nunca pasó, al final siempre vuelve la calma y el perdón, el "dame otra oportunidad", el "te necesito conmigo"... Y ella, aún sabiendo que todo se repetiría, prefería quedarse con las partes más oscuras de él a quedarse sin nada./

—¿Nos vamos?— inquirí con un nudo en la garganta. No podía seguir reviviendo aquello. María iba a hablar y, por su gesto, prefería quedarse un rato más.— Por favor, vámonos.

Me puse de pie sin esperar respuesta, agobiada, con las piernas entumecidas y con un sudor frío recorriéndome la espalda. María se levantó enseguida y fue detrás de mi.

—¿Te encuentras bien?— asentí como pude aunque no, no era así. Me estaba dando un ataque de ansiedad y sentía que me iba a caer redonda al suelo. María llamó a un taxi y le pidió que nos llevara al hotel, que estaba a más de veinte minutos.— Me estás asustando, tía. ¿Prefieres ir al hospital?

—No, no— logré pronunciar entre ahogos y taquicardias. María me agarró de las manos y me miró preocupada, como si eso fuera a hacerme sentir mejor. Aunque lo cierto era que tener a alguien a tu lado mejoraba las cosas.

Hacía meses que me dio el último ataque de ansiedad, justo unas semanas después de que terminara el juicio. Ahí fue cuando mis padres hablaron con mi hermano sobre la idea urgente de llevarme a Madrid para alejarme de aquel panorama. Pero con anterioridad me habían dado varios y siempre los pasaba igual de mal.
Llegamos al hotel y fuimos directas a nuestra habitación, donde me tumbé en mi cama y María se sentó a mi lado.

—¿Mejor?— asentí con una mano en la cabeza. El mareo había disminuido y el corazón parecía haber vuelto a su velocidad de latido normal. Pero estaba asustada, pensaba que todo esto ya estaba superado.— ¿Qué ha pasado? Y no me digas que nada.

Me debatí seriamente en si debía contarlo o no. Por una parte me había prometido no hablar de esto con nadie en Madrid, pero por otra parte necesitaba decirlo, sacarlo fuera. Quería la opinión y el apoyo de alguien ajeno, no solo mi familia y mis amigos de Galicia.

—Es una larga historia.

—Ya ves que tengo tiempo.

Me incorporé en la cama y pude ver en su mirada una mezcla de consternación y de ganas por saber lo que tenía que contar. Con las lágrimas a flor de piel decidí abrirme y soltarlo. Si luego me arrepentía no me importaba en estos momentos.

—Hace unos meses estaba saliendo con un hombre allí en Galicia, llevábamos cinco años juntos pero las cosas empezaban a ir mal. Todo fue evolucionando hasta el punto de que me daban continuos ataques de ansiedad, entre otras cosas, y finalmente le puse una denuncia por violencia de género.

María abrió los ojos y me apretó la mano cariñosamente. Sabía que había algo más, lo intuía, así que insistió haciendo un gesto con la mano.

—¿Te insultaba?

—Empezando por ahí, sí. Pero era mucho más que eso, eran humillaciones, eran celos y incluso... Llegaba a pegarme— los ojos no aguantaron y dejaron caer un par de lágrimas. Di un suspiro y solté todo el aire que me quedaba en los pulmones.— El día que lo denuncié tuvimos una pelea. Yo había salido a comprar, me había encontrado con una compañera y nos quedamos tomando algo. Al llegar a casa él se puso desmedidamente enfadado, como una fiera, y acabé tirada en las escaleras con una rotura de clavícula— me toqué la zona afectada como si aún pudiera sentir el dolor.

—Dios mío...— María no daba crédito, se tapaba la boca como intentando censurar lo que seguramente hacía eco en su cerebro.

—Tuvo que venir la ambulancia y, por consecuente, la policía— continué con voz temblorosa y algo nasal.— Aunque en un principio no quise increparle, en el hospital vieron restos de marcas en mi cuerpo y me incitaron a denunciarle. Me dijeron que si no lo hacía cualquier día acabaría muerta, siendo un número más de víctimas de violencia de género de las que se iba haciendo recuento a lo largo del año en las noticias.

No aguanté más y lloré sin medida. María me abrazó fuerte y al separarme pude ver también lágrimas en sus ojos, que enseguida disipó para mostrar fortaleza.

—Has sido una valiente haciendo lo que hiciste— dijo rotunda y contundentemente.— Estoy orgullosa de que hayas salido de aquello. Ya ves que no todas pueden.

—No sé si he salido del todo...—reí ligeramente, viendo el panorama. Yo sabía que no lo había hecho aún, y no sé si algún día lo conseguiría.— Por favor, esto no se lo digas a nadie. Es secreto totalmente, solo lo sabe Lucas.

—¿E Isco?

—No, no. Tiene una idea de algo pero no sabe todo esto.

—Vale, tranquila.

Nos volvimos a abrazar una vez más y estuvimos un rato hablando, más bien ella dándome un discurso feminista y contundente. En un momento dado llamó Nacho avisando de que acababan de llegar y de que bajáramos a cenar. No me apetecía absolutamente nada.

Better things to come {Isco Alarcón}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora