Capítulo: 17

2.1K 70 0
                                    

Me sonó el teléfono en las piernas, lo cogí y miré la notificación, apartando los ojos de la televisión. Le había propuesto a Lucas ver una película, pasar tiempo en familia como en los viejos tiempos. Lo cierto es que, a parte de que me gustaba estar con él, tenía pánico de ir a dormir. La noche anterior había sido un quebradero de cabeza y aunque Lucas no se enteró de nada, dudo que fuera a correr la misma suerte todos los días. Esto tenía que parar.
La notificación era del banco, informándome de una transferencia a nombre de Francisco Román Alarcón. Suspiré aliviada al saber que ya tenía un poco de dinero más, pues estaba entrando en números rojos y esperaba no tener que pedir ayuda económica a nadie. Suficiente tenía Lucas dejándome estar aquí.

—¿Todo bien?— me preguntó echándome un rápido vistazo. Asentí frenética, dejé el móvil a un lado y abracé el mismo cojín de antes.

—Era el dinero de Isco, por haber cuidado al pequeño.

La conversación quedó ahí, cortada por el impresionante alto volumen de los disparos de una serie de televisión policiaca. Intenté concentrarme en la trama y así lo hice, durante un rato. En la serie se narró una situación que me resultó dolorosamente familiar, una trabajadora de hotel vive un tiroteo y su pareja va a salvarla. Está bien, yo nunca viví nada parecido, por eso creo que estaba afectada seriamente con el tema de Andre. Cualquier cosa me recordaba a él.

/El turno de Alicia estaba a punto de terminar. No dejaba de mirar el reloj impaciente, esperando a que Andre llegara a recogerla. Esa noche tenían una cita con unos amigos, se moría de ganas de ir a ese restaurante del que llevaban semanas escuchando hablar. En el silencio del hall del hotel irrumpió el semblante sombrío de un hombre. Era de estatura media, de desgastada complexión física, delgado, de unos cincuenta años y, obviamente, extranjero. Se notaba a leguas su extranjería por el quemado de su piel y sus chanclas con calcetines blancos.

—¿Le puedo ayudar en algo?— preguntó ella en un perfecto inglés que podría confundir a cualquiera con su nacionalidad. Si en algo tenía facilidad era en los idiomas.

En menos de dos segundos el hombre empezó a hablar a gritos, a escupir por la boca y a dar golpes en el recibidor. Alicia tardó un rato en enterarse de qué se estaba quejando aquel personaje.

—¡Cámbienme de habitación ya! ¿A esto le llamáis un hotel de cuatro estrellas? ¡Vergonzoso, asqueroso!— y una retahíla de insultos hacia el recinto fue soltando por esa desagradable boca de labios inexistentes.

—Disculpe, señor. Ha debido de haber algún problema con el servicio de limpieza...— ella se excusó muerta de vergüenza. ¿Cómo había podido ocurrir algo así? ¿Olvidarse de limpiar y recoger una habitación?

Pero el hombre no se tranquilizaba y los insultos pasaron del hotel a ella. Poco tardó una compañera en llegar e intentar poner orden pero fue en vano.

—¡Si aquí trabajaran más hombres en vez de mujeres esto no pasaría! Vete de aquí y que venga tu jefe, que vergüenza le debería dar de tenerte como trabajadora.

Alicia estaba asustada y sin palabras. Sabía que era un hombre ignorante y del siglo pasado, pero le molestaba su agresividad, su prepotencia y su adusto trato. Además hacía una cantidad de aspavientos con las manos que daba la sensación de que en cualquier momento le soltaría un bofetón. De repente alguien apareció detrás de él y le apartó del mostrador con diligencia. Andre imponía y mucho, sobre todo cuando ponía ese gesto grave y seco.
El extranjero se siguió quejando pero en voz baja, murmurando insultos que Andre prefirió no escuchar. Si no fuera porque ya estaba volviendo por donde había venido, le habría dejado claro quién manda de otra manera.

—Ali, ¿estás bien?

Andre se acercó al mostrador, ella salió y le dio un recatado abrazo, sabiendo que algunos de sus compañeros y otros clientes rondaban cerca.

—Sí, todo bien. Has aparecido justo a tiempo— ella carcajeó, más bien soltó el aire con fuerza por la nariz. Él la agarró de la cabeza y la dio un beso en la sien.

—Pues venga, que llegamos tarde con la tontería...— dijo en tono gracioso y se cruzó de brazos, esperando a que ella se cambiara y relevara por fin el turno./

Lo aceptaba, le extrañaba. Tenía tantas ganas de volver a verle, pero al Andre que fue hace tiempo, al cariñoso, protector y burlesco. No al borracho, triste y agresivo que le había transformado. Una lágrima rodó por mi mejilla y la sequé lo más rápido que pude. ¿Estaría bien dejar solo a Lucas para irme a llorar tranquila?

—Ey— la voz de Lucas me azoró. Pegué un brinco que hasta a él se asustó.— ¿Qué te pasa?

Aunque lo dijo con cierta preocupación noté que no se había percatado de mi flagrante lágrima.

—Nada, nada.

—Ah, bueno. ¿Quieres que vaya haciendo la cena?

—Pensaba que ibas a decir que la hiciera yo— reí ligeramente y me tumbé en el sofá espatarrada cuando él se levantó.— Sí, sí, cocina.

Better things to come {Isco Alarcón}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora