Isco
Es increíble como una persona que te hizo tan feliz en su momento ahora puede ser la que te de dolores de cabeza, pero es así. Aunque el divorcio y la custodia del pequeño lo llevábamos bien en un principio, sus continuos viajes repentinos al extranjero y los míos programados por los partidos estaban complicando las cosas. Y no solo era malo para nuestro hijo sino para nuestra propia relación, que iba de mal en peor.
Hoy el día se presentaba perfecto, no porque fuera a hacer demasiadas cosas sino por la cena en casa de Marco. No íbamos a poder ir todos los compañeros, pero aún así tenía altas expectativas y más cuando me enteré de que vendría la hermana de Lucas... ¿Alicia? Aunque no había hablado mucho con ella, es más, casi nada, había algo que me hacía quererla ver de nuevo. Quizás fueran solo cosas mías, tampoco le daba mucha importancia.
—¡Pisha!— exclamó Marco al verme llegar casi de los primeros. Ambos sonreímos y nos dimos un abrazo amistoso.
—¡Bro! ¿Cómo va todo?— no hizo falta preguntar porque enseguida vi que ya estada casi todo preparado. La barbacoa estaba en su sitio, bolas de carne y otros condimentos en la mesa listos para ser cocinados y un tenderete improvisado para servir las bebidas.
—Tampoco me lo he currado mucho, pero ya ves— respondió el moreno echándole un último vistazo a todo.
De las puertas correderas que daban al interior de la vivienda salió Karim, quien supuse que venía del baño porque se estaba colocando el cinturón por el camino.
—Que guarro que eres— le reproché entre risas y recibí una colleja en forma de saludo por su parte.
—Queh guarroh queh ereh— me imitó el acento y los tres presentes nos reímos.
—Venga chicos, cuando venga Sergio le hacemos una broma— propuso Marco. Yo acepté enseguida aunque Karim, el buenecito del grupo, opuso más resistencia.
—Que si hombre, que siempre nos está haciendo bromas a nosotros— le intenté convencer aunque el francés era tozudo.
—Pero algo como qué, ¿un susto?— los tres nos miramos ante su proposición y aceptamos.
Desgraciadamente no nos dio mucho tiempo a idearlo porque justo avisó de que ya estaba fuera y, por lo tanto, a punto de entrar. Sin mucho preámbulo nos escondimos los tres detrás de unos arbustos, le vimos entrar y quedarse helado al no ver a nadie y luego saltamos estrepitosamente para asustarle.
—¡Qué cabrones! Los tres mosqueteros estos...— dijo entre risas saludándonos uno a uno.
—No fue mi idea, que conste— habló Karim lavándose las manos.
—Oye, ¿y Pilar? ¿No veníais juntos?— pregunté mientras me llevaba unas aceitunas a la boca, aunque con el manotazo que me propinó Marco entendí que debía esperar a que llegaran más invitados. Era muy típico en mí terminar con la comida antes de la hora de empezar.
—Supuestamente sí, pero al final tenía que hacer unas cosas de trabajo y ya nada...—explicó notablemente afectado. Esos dos sí que se querían y eran uña y carne.
—¡Bueno no pasa nada!— le animó Marco dándole una palma en la espalda.
El resto de invitados fueron llegando poco a poco y a la hora establecida ya estábamos prácticamente todos – cosa extraña porque éramos la mayoría muy impuntuales–. Los últimos en llegar fueron, como no, los gallegos. Mi mirada se centró en Alicia descaradamente y la analicé como si de un cuadro se tratara. Era tan esbelta y sonriente y tenía un pelo precioso que se dejaba caer por sus hombros con soltura. De un momento a otro me crucé con la mirada de Lucas y me giré 180 grados con algo de vergüenza pero diversión a la vez.
(...)
Después de haberme pasado casi toda la noche mirándola reuní el acopio suficiente como para hablarla. Ella parecía distraída aunque de vez en cuando notaba cierto brillo en sus ojos que, por cierto, eran hipnotizantes. No eran muy grandes, más bien alargados, con pestañas oscurecidas por el maquillaje. Su iris era marrón claro por los alrededores de la pupila y verdoso en la periferia, y finalmente tenía unas pecas situadas en el puente de la nariz y en las mejillas que le otorgaban una mirada y un rostro inocente. Me sorprende cuánto llegué a analizar de ella pero era normal, teniendo en cuenta que le conversación estaba siendo pobre y casi ni le estaba prestando atención.
De repente sonó mi móvil, me disculpé y me alejé mirando la pantalla. Cuando vi que era Victoria resoplé y descolgué.
—Dime.
—Isco, tengo una urgencia...— ¿no me digas? ¿Otra?— Te vas a tener que quedar con Francisco durante unos días.
—¿Y ahora qué ha pasado?— pregunté furioso no solo porque me estuviera diciendo lo mismo de siempre sino porque había llamado a mi hijo Francisco y yo solo le llamaba así cuando me enfadaba. Pero en fin.
—Me han surgido negocios, sale el vuelo mañana a primera hora... Lo siento, de verdad.
—¿Cuánto tiempo vas a estar? Porque te recuerdo que yo en unos días me voy, que tengo partido, y mis padres no se pueden hacer cargo de él estas dos semanas.
—No sé, pero será un tiempo... Mira, lo siento, ¿vale? Lo siento por el niño sobre todo, pero es mi trabajo.
—Joder, eres increíble— reí con ironía.— Yo también trabajo pero como siempre soy yo el que me las tengo que arreglar.
—¿Pues qué quieres que te diga? Busca una canguro que aquí el rico eres tú.
El tema del dinero me irritaba demasiado pero no quería volver a discutir con ella sobre lo mismo. Lo que más odiaba, sin duda, era cuando discutíamos sobre estas cuestiones haciendo parecer a nuestro hijo como un saco de patatas que nadie quiere. Y no era así, Isco era lo más importante de mi vida y ella lo quería muchísimo también.
—Vale, Victoria. Ahora le recojo y asunto zanjado— colgué la llamada sin querer saber su respuesta y me dirigí hacia Marco para contarle lo sucedido.
Él, que era casi como mi mejor amigo, estaba igual de harto que yo de estos temas pero entendió que lo tenía que hacer así que me animó e hizo ciertas bromas que me sacaron alguna sonrisa. Al marcharme Sergio me pilló por banda –como siempre el capitán lo quiere saber todo, pero se le perdona–, se lo conté y me fui rápidamente no sin antes guardar en mi mente una última imagen de la hermana de Lucas.
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Better things to come {Isco Alarcón}
Fanfic||La rutina de la violencia, del poder, del acoso, de las lágrimas ahogadas y del miedo hacia aquella persona que dice quererte. Alicia conocía muy bien todo aquello, la aturdía, la amordazaba y ella se dejaba llevar -quizás por falta de coraje, de...