Capítulo: 27

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El otoño había caído como una capa irrefrenable en Madrid, disminuyendo las cálidas temperaturas veraniegas y forzando a llevar chaquetas con uno mismo a cualquier lugar fuera de casa. En estas condiciones había comenzado el partido jugado en el Bernabéu, Real Madrid vs Chelsea. En el palco, cedido a familiares de los jugadores, nos encontrábamos María y yo, mirando absortas el campo de juego.

—¡Gol!— gritamos al unísono, acompañadas de más voces, cuando Mateo arremetió contra la portería contraria. El marcador se acababa de estrenar.

En el primer tiempo no hubo más sobresaltos, a excepción de un corner a nuestro favor que no terminó favorablemente. En el segundo tiempo sacaron a Casemiro y entró Lucas, a quien animé dando saltos de alegría aunque posiblemente ni siquiera me logró ver. Los contrarios nos marcaron en un penalti el cual Keylor casi consigue sacar fuera. Por desgracia, rozó solamente sus dedos y acabó entre los dos palos que delimitaban la portería.

—Mira, ¡que ponen a calentar a Nacho!— dijo María feliz, señalando con el dedo al banquillo donde se encontraba su marido poniéndose un peto amarillo fosfórico. A su lado, Isco estaba haciendo exactamente lo mismo.

Aprovechando la gran distancia a la que nos encontrábamos no le quité ojo de encima. Hacía dos semanas que no lo veía, como había acordado con mi ser interior, pero obviamente era inevitable volvérmelo a encontrar. Isco corría de un lado a otro junto con Nacho, riendo y bromeando. Solo aparté la mirada de esa escena cuando el Bernabéu se alzó vitoreando al protagonista del segundo gol, Sergio. Aunque la afición no mantuvo la alegría por mucho tiempo, se igualó el marcador enseguida y finalizó el encuentro.

—Por poco ganamos— fruncí el ceño en expresión de desagrado.

—Ya, y encima el último gol ha sido de potra...—María negó con la cabeza haciéndome reír.— Bueno, vamos bajando.

Salimos del palco hasta una zona común, restringida al resto de la afición y compartida con los jugadores. Por unas puertas de cristal les vimos pasar uno a uno en dirección a los vestuarios y un rato más tarde entraron a donde nosotras estábamos.

—¡Enhorabuena!— le dije a Sergio chocando los cinco.— ¿Y tu mujer? ¿No te ha venido a ver?— bromeé.

—No podía— rodó los ojos sonriente.— Es que trabaja mucho.

—Sí, sí, seguro...— reí y él me dio un pequeño empujón, chocando con quien estaba detrás mía, que resultó ser Marco.

—Hombre Alicia, cuánto tiempo. Ya no nos vienes a ver a los entrenamientos— dijo haciendo un puchero y riendo seguidamente.

—Tengo cosas que hacer— mentí parcialmente. Sí que había estado algo ocupada –buscando trabajo principalmente, asunto que no conseguía zanjar– pero la razón no era otra que Isco.

—Uy, la mujer de los negocios— pasó una brazo por mis hombros.— Como tu mujer, Sergio.

Los tres reímos y ellos jugaron a darse puñetazos, así que terminaron corriendo por todo el lugar dejándome ahí sola. Cosas de hombres. No, rectifico, cosas de niños.
Lucas apareció sonriente hablando con Marcelo, quien se dirigió a hablar con otros compañeros del Chelsea.

—¡Alicia!— me agarró por la cadera y me levantó del suelo por unos segundos. Reí emocionada por su actitud.— ¿Lo has disfrutado?

—No tanto como tú, al parecer.

—Mira, te voy a presentar a alguien— retrocedió sus pasos y aprisionó a uno de los chicos que hablaba con Marcelo, uno moreno vestido con la equipación azul del Chelsea.— Éste es Morata, Álvaro Morata, antiguo compañero y buen amigo nuestro.

—Ah sí, me suena de la Selección— sonreí afable y nos dimos dos besos.

—Vaya, no sabía que tenías una hermana tan guapa, compañero— le dijo dándole un codazo a Lucas y recibiendo una merecida colleja. Supe que me había sonrojado así que reí para que no se notara tanto.— Vienes a la cena, ¿verdad?

—¿Qué cena?— pregunté confusa. Si era lo que me estaba imaginando no, no me apetecía nada.

—Vamos a ir algunos del equipo y este hombre a cenar por Madrid. ¿Te apuntas? También viene María y no sé quien más— me explicó Lucas agarrando del hombro a su compañero. Creo que ambos me leyeron en la cara la respuesta que pensaba dar, así que no me dejaron ni empezar a hablar.

—Vente, Alicia— insistió Álvaro, al que peor me sabía decirle que no.— Así hablamos un poco y conoces a mi novia, que se llama casi igual que tú.

—No sé...— los dos chicos pusieron una mirada suplicante, con las manos juntas incluidas. No podía decir que no, suspiré.— Está bien, iré.

—¡Genial! Pues luego nos vemos— dijo Morata volviéndome a dar un beso en la mejilla y desapareciendo. Vaya, que chico más majo.

Lucas miró detrás de mí, hizo una mueca y se alejó, no sin antes darme un apretón en el brazo y una mirada de complicidad. Al darme la vuelta me encontré con Isco, todo vestido de blanco –como el resto de sus compañeros– y con el cabello perfectamente peinado.

—No te has despeinado mucho en este partido, eh— bromeé teniendo en cuenta que al final no le habían sacado. Él rió y negó con la cabeza.

—Me ponen a calentar, me ilusionan y todo para nada...— reímos. Segundos más tarde volvimos a la seriedad y a las miradas penetrantes.— ¿Cómo estás? Hace mucho que no nos vemos.

Durante estas dos semanas no había hecho ningún esfuerzo en tener encuentros con él, empezando por no ir a los entrenamientos y terminando por rechazar una invitación a su casa junto con mi hermano. Simplemente había seguido a rajatabla mis propias normas.

—Pues bien, lo mismo de siempre— me encogí de hombros, aunque en seguida me di cuenta de lo mal que había sonado eso.— O sea, bien. Sin más. Ya me entiendes.

—Sí, sí...— asintió rápidamente notando mi nerviosismo.— Con respecto a lo de aquella última vez...

—¡Isco, vamos! Que ya tenemos reservado y vamos a llegar tarde— le dijo Nacho al pasar por su lado. El malagueño asintió e hizo una señal de que ya iba.

—¿Vas a venir a la cena?

—Me han convencido para que vaya, así que sí— reí ligeramente y él sonrió. Su maldita sonrisa me encandiló por unos segundos –eternos segundos– hasta que comenzó a hablar.

—Se lo agradezco a quien lo haya hecho.

—Pues Morata, el del Chelsea— dije señalándole con el dedo, a unos metros de nosotros.

—Vale, vale— reímos.— Pues nos vemos en un rato.

—Sí. Vete a ducharte anda, que con todo lo que has corrido...— volví a bromearle y él sonrió, se mordió un labio y negó con la cabeza, saliendo en dirección a los vestuarios.

¡Madre mía! ¿Cómo haría frente a la cena? Mi plan de alejarme y no pensar en él se estaba cayendo por momentos. ¿Cómo poner la mente fría y ser capaz de estar junto a él sin analizarle, sin provocarme sentimientos anejos? Ya se vería. Por lo menos no estaríamos solos...

Better things to come {Isco Alarcón}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora