Capítulo: 39

1.9K 69 2
                                    

A las dos de la mañana estábamos todavía en el karaoke, los chicos riendo y nosotras algo pasadas de copas. Ellos, como buenos profesionales –y coaccionados por el preparador físico y su entrenador– procuraron no beber a penas nada de alcohol.

—Déjalo ya, va— me quitó Isco el vaso de ron con cocacola, viendo que no paraba de reírme de gilipolleces con María y de balancearnos de un lado a otro. No iba tan mal como aparentaba.

—¡Tía, ve a cantar!— gritó María al escuchar que pedían a alguien para salir al karaoke. Yo me rehusé rotundamente, encontrando refugio detrás del malagueño.

—Venga Alicia, que tú cantas muy bien— se burló – ¿o lo dijo de verdad?– mi hermano y me agarró de un brazo llevándome junto con Marcelo y Marco hasta el escenario improvisado.

Les fulminé con la mirada mientras cogía el micrófono y hablé unas palabras con el animador para elegir una canción. Elegí mi canción favorita, Ruido Blanco, y la canté con todo el corazón y sin ninguna vergüenza. Hacía tiempo que no cantaba y seguramente andaba algo desafinada, pero el alcohol de mis venas se ocupó de que no me importara.

—¡Nos molestan los modales de una muchedumbre apasionada! ¡Tantas palabras para no decir nada!— grité el estribillo saltando y viéndoles a ellos vivirlo igual de emocionados. La canción era dinamita.— Somos rachas de viento eléctrico, olas de información perdida, somos sonido nacido en extinción, ruido blanco de máquinas dormidas...

Terminé sonriente y efusiva y al bajar al suelo Lucas se me echó encima y me zarandeó a volandas. Estuvimos un rato más disfrutando de la noche hasta que algunos se empezaron a ir yendo, entre ellos Isco, quien me rodeó por detrás y me susurró al oido.

—¿Te vas ya?—él asintió y apartó un mechón de mi frente.— Te acompaño.

—Casi te debería acompañar yo, que vas un poco... regular— su risa me hizo reír a mí. Hice un aspaviento con la mano para restarle importancia y entrelacé su mano con mi mano una vez estuvimos en la soledad del ascensor.

Me apoyé en el espejo exhausta y le miré desde lejos, tan guapo, tan sonriente. Sus ojos me decían lo mucho que le gustaba lo que estaba viendo. Cuando me quise dar cuenta nuestros labios ya estaban rozándose y mis pestañas acariciaban la piel de su rostro. La puerta del ascensor se abrió y salimos hacia su habitación, cerramos la puerta al entrar y volvimos a envolvernos con nuestros brazos. Sus manos acariciaron mi cuello con restos de sudor por la adrenalina y su lengua jugó con la mía con destreza y pasión.
Se me escaparon algunas risas a causa del alcohol y él respondía de igual manera, siendo cualquier sonido suyo música para mis oídos. Además su olor me enloquecía, una mezcla de colonia de hombre y su esencia propia. Delirante.
Cuando estábamos a punto de subir a otro nivel –todavía no sé hasta cuál habríamos llegado– la puerta se abrió y apareció la cara de Kroos desencajada. Me mordí el labio para evitar reírme pero me fue imposible.

—Ehh...— el alemán intentó mediar palabra sin éxito alguno. Ojalá alguien le hubiera hecho una foto en ese instante, con medio cuerpo fuera de la habitación y una mano temblorosa en el pomo de la puerta.

—Pasa, pasa— habló Isco entre risas apartándose de mí y dándome una mirada cómplice. Toni dudó, esbozó un rictus, y atravesó el pasillo hasta las camas mientras susurraba algo en alemán.

—¡Perdona!— le dije con los dientes apretados y algo avergonzada.

—¡A la próxima en tu habitación, Alicia!— me respondió provocando la risa de Isco. Le di un pequeño puñetazo y abrí la puerta.

—Me voy, que ya es tarde y tienes que dormir— le guiñé un ojo y fui respondida con un beso en los labios.

—¿No quieres que te acompañe?

—¿A mi habitación? No, tranquilo. Nos vemos mañana.

—Hasta mañana— sonrió una última vez, aunque creo que nunca lo había dejado de hacer, y cerré la puerta detrás de mí.

Al llegar a mi habitación me encontré con un panorama similar, Alicia y Nacho tumbados en la cama de ella viendo algún vídeo. Él se levantó, se despidió de nosotras y se marchó a su habitación. Cuando caí en la cama me di cuenta de que había estado conteniendo la respiración y que sentía algo extraño en el estómago. ¿Eran nervios, emoción, amor? No lo sabía, aunque indudablemente lo intuía.
María me hizo varias preguntas pero las esquivé todas con la perfecta excusa de que tenía sueño, y verdaderamente lo tenía. En menos de diez minutos caí rendida, con el olor de Isco impregnado en mi ropa y su sonrisa clavada en mis recuerdos. Si esto no es amor, se parece bastante.

Better things to come {Isco Alarcón}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora