Capítulo: 56

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Al encontrarnos la cerradura de la puerta principal con indicios de que habían intentado forzarla, Isco contactó enseguida con la empresa de seguridad y consiguió que le enviaran las imágenes de las cámaras de vigilancia. En principio nos imaginábamos que algún ladrón habría intentado robarle aunque era extraño, puesto que si le ibas a robar a alguien tan famoso y millonario por lo menos te podrías esforzar un poco más.

—¿Y si ha sido un fan?— inquirí con la mirada fija en la pantalla del ordenador. Isco buscaba en los nuevos archivos las imágenes.

—Lo dudo, nunca me ha pasado. Como mucho vendría a que me hiciera una foto con él o que le firmara un autógrafo, pero de ahí a forzar la cerradura...

Isco parecía algo nervioso y el pequeño Iker lo estaba aún más, no dejaba de dar vueltas por el salón y subirse en nuestras piernas para que le acariciáramos.

—Menuda calidad, macho...—se quejó al abrir el vídeo de 8 horas, más o menos las que habíamos estado fuera de casa.

Pasó el vídeo rápidamente hasta que se vio a una persona rondando por la calle y mirando hacia la casa. Era un hombre, alto, joven y moreno.

—Con esto no sacamos nada—repitió dando un bufido.

La imagen se fue acercando poco a poco hasta que reconocí la difuminada figura. Literalmente se me paró el corazón y se me heló la sangre del cuerpo.

—¿Qué pasa?— inquirió al ver mi cara de haber visto un fantasma.—¿Le conoces?

Apoyó su mano en mi muslo y di un respingo. O estaba alucinando o esto era una puta locura. ¿¡Qué diablos hacía Andre en Madrid?! ¿Qué hacía intentado entrar en la casa de Isco?
Me levanté como impulsada por un resorte y con las manos tapando mi boca empecé a dar vueltas por el salón.

—Alicia, ¿qué pasa?

—Le conozco, Isco. Le conozco y no me lo creo.

Empecé a hiperventilar, agarré mi móvil y busqué en mis archivos el documento de la sentencia. Mis manos temblaron al leer que, en efecto, su condena había finalizado a penas hacía una semana. La orden de alejamiento era historia.
Isco se levantó y en cuanto se acercó a mí le mostré la pantalla sin ser capaz de mediar palabra.

—¿Qué significa todo esto? ¿Alguien tiene una orden de alejamiento contra ti?

—Que acaba de terminar, sí. Y no es alguien cualquiera, es ese hombre— señalé su portátil temblando. Sé que Isco no entendía nada básicamente porque no le había contado ni una cuarta parte de la historia.

—Tranquila, ven.

Me rodeó con sus brazos, apoyé mi cabeza en su pecho y procuré tranquilizarme. Nadie se puede imaginar lo que es que la persona que tanto dolor y sufrimiento te produjo se presente ahora de repente en casa de tu pareja, habiéndose recorrido medio país. Había venido a por algo.

—Ahora cuéntame todo, sé que hay demasiadas cosas que no me has dicho y nunca te he forzado a contármelas pero esto es serio.

Nos volvimos a sentar en el sofá. Isco no dejaba de mirarme como si así me fuera a sacar toda la información. Yo sabía que tenía que soltarlo así que entre jadeos lo hice. Le conté todo: los insultos, las humillaciones, las peleas, los golpes, los celos e incluso el suceso final. Isco no daba crédito pero sabía que se estaba enfadando porque respiraba con pesadez.

—No me creo que ese desgraciado te haya tratado así— escupió con rabia mirando a la pantalla.— Dios Alicia, deberías habérmelo contado antes.

Acarició mi mejilla suavemente pero me miraba con algo de pena. Sus ojos volaron hasta mi clavícula, destapándola un poco de la ropa, y la ira se hizo con él.

—Siento que hayas pasado por todo eso... Te juro que nunca voy a dejar que nadie te trate así, cariño. Te mereces el puto cielo.

Lloré con más fuerza contra su pecho, él acariciándome el pelo, lavándome las heridas. Necesitaba oír esas palabras, que alguien me dijera que iba a estar a salvo. Y pondría la mano en el fuego porque Isco haría todo lo que estuviera en su mano por ayudarme y nunca dejarme caer.

—Joder, no me puedo creer que estuviera a punto de perderte, que estuvieras a punto de volver con esa... bestia.

—¿Ahora qué vamos a hacer? Me da miedo que haya venido a tu casa y no a la mía.

Le agarré la cara con las manos llenas de preocupación y le di un beso casto.

—Quizás deberíamos llamar a la Policía...

Me lo pensé varias veces. Miré la imagen del vídeo para analizar una vez más su cuerpo. Sí, era él, lo reconocería incluso incinerado.

—Vamos a dejarlo pasar por esta vez.

Una parte de mí, ilusa o inocente o tonta, no quería volverle a ver en manos de la justicia y menos por mi culpa.

—Está bien, pero si vuelve a ocurrir vamos a la Policía, a la Guardia Civil o donde haga falta.

Asentí y recibí un beso en la coronilla. El resto de la noche la pasamos abrazados uno al otro, yo porque le necesitaba, y él por ahuyentar mi miedo. Me sentía segura entre sus brazos, rodeada a su fuertes piernas y con su olor constantemente causando estragos en mi cerebro. Quería estar con él y no alejarme nunca. Ser felices y superar mi pasado al que cada vez veía más como eso, pasado.

Better things to come {Isco Alarcón}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora