El restaurante nos había preparado una extensa mesa para podernos sentar todos juntos. Elegí mi lugar tácticamente, bastante lejos de Isco y, por desgracia, de Lucas, ya que se habían sentado juntos. Yo me encontraba al lado de María y Alice, la novia de Álvaro Morata, y éste a mi derecha. Nos trajeron las cartas de comida, con precios bastante razonables, y elegí unas sardinas a la plancha. Pronto nos trajeron los entrantes.
—Cuéntame Alicia— dijo Álvaro al dejar la vaso de agua enfrente de él. Su novia le había pedido que no bebiera alcohol ya que a ella no le apetecía conducir de vuelta –no conocía muy bien esas carreteras, se excusó– y él accedió caballerosamente.— Tienes un acento muy gallego, ¿no llevas mucho tiempo viviendo aquí, no?
—No, voy a hacer un mes. Y espero que no se me pierda el acento— reí exagerándolo en la última frase.
—¿Y por qué te mudaste? ¿Para estar con tu hermano?
Tragué salvia y me pensé bien la respuesta. Me he mudado a Madrid porque en A Coruña me estaba desquiciando a raíz de la denuncia que interpuse contra mi ex pareja, y su consecuente juicio y sentencia.
—Pues sí, para estar con Lucas. Y para venir a los partidos, sobre todo— bromeé ladina. Álvaro carcajeó, ajeno a mi por completa mentira.
Nos trajeron la comida principal y la devoramos con ganas, especialmente los que habían intervenido en el partido de hoy. Me sorprendió que nadie lo mencionó ni hicieron referencias a las faltas y entradas que se hicieron.
—¡Chicos, foto!— anunció Sergio sacando su teléfono, levantándose y haciendo una selfie grupal.
—¡Espera, coño!— dije sin poder evitar ser tan mal hablada, ya que tenía la boca llena de pan. Todos se rieron y esperaron a que tragara.
—Media hora para tragar, ¿pero qué tienes ahí?— habló Marco, como siempre, bromeando conmigo. Le enseñé mi dedo corazón, provocando un gran "ohhh" del resto del equipo.
Sergio por fin hizo la foto y la subió a sus redes sociales. La cena entonces volvió a su estado anterior, con múltiples conversaciones entre los grupos más próximos.
(...)
Terminado ya mi postre, una tarta de queso con arándanos y nueces, vibró mi móvil en el bolsillo y lo cogí dejando con la palabra en la boca a María. La voz de mi madre sonó robótica por la línea, me disculpé y salí a la terraza del restaurante, a una zona apartada, para poder escuchar mejor.
—Bien mamá, estamos cenando con los compañeros de Lucas.
—Me alegro. ¿Entonces lo estás pasando bien? No me refiero solo hoy, sino en general. Papá y yo estamos preocupados por...
—¿Por qué?— inquirí con un nudo en la garganta. ¡Como Lucas les hubiera dicho algo le mataba!
—Porque como no nos contáis nada...
—No hay nada que contar. Todo va bien. ¿Y por allí?
—Pues lo mismo de siempre, cariño. Eso sí, está empezando a hacer un frío... Ya tuve que sacar las mantas y encender la calefacción. Tu padre dice que soy friolera pero lo dudo mucho, de verdad que está haciendo mucho frío. ¿En Madrid no?
A mi madre le encantaba el tema del tiempo, siempre lo sacaba, y yo seguía la conversación como si de verdad me importara. Cuando ya habían pasado quince minutos pensé que ya iba siendo hora de dejarlo.
—Bueno mamá, te tengo que dejar. Ya hablamos, ¿sí?
—Vale, hija. Disfruta con tu hermano de la capital, cualquier cosa no dudes en decírnoslo. Te queremos mucho, y a Lucas también. Por cierto dile que a ver si nos llama más, que solo le vemos en televisión.
—Sí, sí, se lo diré— me reí y di una vuelta sobre mi misma. En el umbral de la puerta estaba Isco, mirándome expectante. Rodé los ojos ante la insistencia de mi madre y él se rio.— Ya hablaremos. Os quiero.
—Venga, quérote, hija.
Finalicé la llamada e Isco se aproximó con una sonrisa divertida. Hizo un gesto con la barbilla señalando el móvil:
—¿Tus padres?
—Justo— asentí frunciendo los labios y metiendo el teléfono en el bolsillo trasero de mis vaqueros. Al verle con ganas de hablar no me moví de mi sitio y me crucé de brazos.— ¿Has salido a que te de el aire?
—En realidad he salido a buscarte— le miré insistente y con una ceja alzada, esperando que dijera algo más.— Quiero hablar contigo.
—Sé de qué quieres hablar, Isco, y no hace falta...
—No, escúchame— dijo agarrándome suavemente de un brazo y retirando sus dedos enseguida.— Sé que estás molesta conmigo por habérselo contado a Lucas y lo entiendo. No debí haber dicho nada, pero estaba preocupado.
No hacía falta que me lo dijera, se mostraba realmente compungido. Pensaba que más bien creía que estoy loca, pero no era así... Estaba ¿preocupado por mí?
—Sigo preocupado...
—Ya da igual— sonreí, dejando a un lado mi reticencia y apoyando mis manos en sus bíceps.— Fueron solo unos días de bajón, ya está todo bien.
—¿Segura?
—Sí, y no me mires así— exclamé entre risas.— No quiero que cuando me mires sientas pena.
—Siento más cosas— afirmó con aplomo. Una sonrisa se escapó de mis labios a la vez que el corazón me latía rápidamente, consciente de su atroz mirada y de su cercanía.
—Espero que sean buenas— apostillé con una expresión casi coqueta. Él sonrió abiertamente.
—Casi todas lo son— en su tono pude advertir algo de picardía y travesura que me erizó la piel.
El umbrío reciento apartado de las sillas en el que nos encontrábamos, las lámparaillas colgadas de los árboles y la noche densa hacían de por sí un momento mágico. Pero él era la razón de mis trémulos dedos, del calor en mis mejillas y de la sed que bullía en mi interior por un beso suyo. En menos de lo que dura un parpadeo sus labios rozaron los míos, primero pidiendo permiso, y después más apasionados. Acaricié con mis dedos sus mejillas, pobladas de una incipiente barba, y él calentó la piel de mi cintura por encima de mi camiseta madridista.
Al separarnos sus ojos refulgían y yo sabía que era nula para darme órdenes a mi misma. Mis planes mentales acababan de ser esparcidos por su cuerpo y ya no había marcha atrás.
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Better things to come {Isco Alarcón}
أدب الهواة||La rutina de la violencia, del poder, del acoso, de las lágrimas ahogadas y del miedo hacia aquella persona que dice quererte. Alicia conocía muy bien todo aquello, la aturdía, la amordazaba y ella se dejaba llevar -quizás por falta de coraje, de...