La pequeña localidad asturiana nos recibió con un cielo oscuro y tormentoso, amenazando con que llovería en cualquier momento. Isco abrió la puerta de la casa rural y yo entré anonadada por la belleza sublime del interior. Absolutamente todo era de madera, la decoración era rústica, había unas escaleras de caracol que subían al piso de arriba y nuestra habitación era simplemente increíble. La cama era matrimonial, las ventanas tenían vistas a un descampado con unas montañas nevadas al fondo y en la propia habitación había un jacuzzi. Aparte de eso había un baño y un lavabo en la parte inferior de la vivienda. Era sencillo pero precioso al mismo tiempo.
—Me encanta— dije contenta rodeando su cuello con mis brazos. Isco no había dejado de sonreír prácticamente desde que empezamos el viaje.
—¿A qué te refieres exactamente?
—A ti— reí y le di un beso suave en los labios.— ¿Vamos a cenar? Me muero de hambre.
—Ya somos dos. Mientras conducía vi un bar en dirección al centro, ¿vamos allí?
—No creo que haya muchos más sitios.
—También es verdad— reímos.
Dejamos nuestras cosas en la casa rural y salimos hacia ese bar. El clima era muy frío, hacía algo de aire y mis orejas estaban congeladas.
—¿Corremos?— inquirió Isco divertido, yo puse una mueca de no tener ni un poco de ganas y él echó a correr. Negué con la cabeza riendo y salí tras él.
—No vale, tú estás acostumbrado a esto— me quejé viendo como él me llevaba adelantados unos tres metros. Cuando le conseguí alanzar me agarré a su chaqueta y tiró de mí hasta que por fin llegamos al bar del centro.
Entramos en el local y enseguida notamos el grave cambio de temperatura. Nos quitamos los abrigos y nos sentamos en una de las mesas cercanas a la puerta. Elegimos unos bocadillos, yo de tortilla de patata y él de calamares y enseguida nos los trajeron.
En mitad de la conversación sonó su teléfono, miró quien era y lo volvió a guardar sin haber respondido.—¿Quién era?— pregunté con una ceja alzada.
—Victoria, pero ahora no me apetece hablar con ella— dijo antes de darle un buen mordisco a su bocadillo.— Estoy ocupado.
Sonreí. Pasamos algo más de una hora en aquel local, hablando y riendo, pero sobre todo olvidando quiénes éramos. Habíamos dejado a un lado nuestras vidas, una de futbolista y la otra con un pasado oscuro, para simplemente disfrutar de la maravillosa compañía del otro. Sabía que este viaje iba a ser muy importante para nuestra relación, así que procuré disfrutar al máximo los buenos momentos.
(...)
Habíamos llegado a casa hacía poco, Isco estaba abajo hablando con su hijo y yo estaba en nuestra habitación. El jacuzzi parecía estar llamándome a gritos así que sin darle muchas vueltas encendí los chorros y calenté el agua. Mientras tanto me desvestí hasta quedar completamente desnuda y me metí dentro. Dios, qué calma.
—¡Isco!— le llamé a gritos.
—¡Voy!— respondió desde abajo.
Unos dos minutos después apareció detrás de mí y me miró con una ceja alzada.
—Qué bien te lo montas.
—Te estaba esperando— respondí entre divertida y sensual. Él río, se agarró la camiseta por detrás y se la quitó. Cuando terminó de desvestirse se metió en el jacuzzi y apoyó la espalda contra la madera.
—¿Qué has hecho, Ali?— me preguntó de repente mordiéndose el labio para evitar sonreír. Yo me encogí de hombros y fruncí el ceño.
—No sé a qué te refieres.
Él me agarró de las piernas y me atrajo hacia sí mismo. Nuestros rostros estaban perlados por el vaho que se estaba formando y estaban ligeramente iluminados por las luces que alumbraban la habitación.
—He hablado con Victoria, dice que no cree que sea buena idea llevarse al niño a Francia y alejarle tanto tiempo de mí.
—¿Enserio? ¡Eso es genial!— exclamé emocionada con mis dos manos en sus mejillas.
—No sé qué le habrá hecho cambiar de opinión tan drásticamente...— dijo haciéndose el loco. Yo reí.
—Ni idea, habrá sido inspiración divina...— ambos reímos y nos besamos. Pasé mis manos mojadas por su pelo y su cuello, mientras que él apretaba con delicadeza mis muslos y mi cintura.
—¿Alguna vez lo has hecho en un jacuzzi?— susurró divertido. Me eché un poco hacia atrás negando con la cabeza y él con una mano en mi espalda volvió a alcanzar mis labios.
—Supongo que será mi primera vez...
(...)
Prefiero una cama, gracias. De verdad que muy cómodo no fue y ahora me dolía la espalda. Aunque por lo demás estuvo genial, principalmente porque no nos tuvimos que preocupar de que me pudiese quedar embarazada.
Estábamos los dos en albornoz sentados en la cama, él contra el cabecero y yo entre sus piernas. Aún teníamos el cabello mojado y la satisfacción nos recorría las venas. Me encantaba sentir su pecho contra mi espalda y sus manos acariciando mis piernas. Me encantaba estar con él. Cuánto amor había en sus brazos, cuánta paz me daba.—Isco...—le llamé. Él respondió con un sonido grave de garganta.— Quiero decirte algo.
—Cuéntame.
Giré el torso para poder mirarle a los ojos, los que ahora me miraban con cariño y ternura pero en unos segundos rebosarían odio y desconfianza. ¿Cómo encontraba las palabras para contarle aquello? ¿Cómo podía mirarle a los ojos mientras le rompía el corazón? Es cierto, no podía.
—Te quiero mucho...— susurré acariciando su barbilla. Él sonrió y me besó, sus labios estaban húmedos.
—Y yo a ti, cariño. Me lo estoy pasando genial, necesitaba desconectar.
—Yo también— sonreí en una especie de mueca y apoyé mi mejilla contra su pecho. Él me rodeó fuertemente.
Cada día que pasara con esta mentira en peor bestia se convertiría. Era muy consciente de ello. Pero mi principal preocupación en estos momentos era proteger a dos personas: a Isco de sentirse traicionado, y a mi bebé de ser susceptible de sufrir un aborto. Aunque algo me decía que este noble sentimiento de protección no me depararía nada bueno.
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Better things to come {Isco Alarcón}
Fanfic||La rutina de la violencia, del poder, del acoso, de las lágrimas ahogadas y del miedo hacia aquella persona que dice quererte. Alicia conocía muy bien todo aquello, la aturdía, la amordazaba y ella se dejaba llevar -quizás por falta de coraje, de...