Capítulo 4

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Nada. Eso es lo que soy en esos momentos. Absolutamente nada. No duermo, no como, no hablo, no salgo de casa. Desde que anoche leí la nota de Mia, parezco un muerte viviente. No soy capaz de procesar las palabras de mi amiga. Simplemente aparecen en mi mente como si de un disco rayado se tratara, torturándome una y otra vez. No he vuelto a hablar con Logan, pero a juzgar por la persiana cerrada de su habitación, está en las mismas condiciones que yo. Que tu mejor amiga desaparezca es duro, mucho, pero que lo haga tu hermana, sabiendo cuán unidos estaban, debe ser un infierno. Si yo me siento culpable por no haberla protegido, ni me imagino cómo se debe estar sintiendo él.

Mi madre ha tratado de hacerme salir de mi cuarto durante todo el día, pero le he dicho que no me encontraba bien -cosa que es cierta y que se ha tragado fácilmente al ver mi estado deplorable- y me ha dejado descansar tranquila. El sobre amarillo con las fotos y la carta sigue sobre mi escritorio. Siento su presencia imponente, como si tuviera toda la atención. Es como si dijera: "Hey, mírame, estoy aquí. Soy tu pesadilla personificada. Mi misión es recordarte que a tu amiga la acosaban y que ha desaparecido porque tú no fuiste lo suficientemente buena como para protegerla".

El lunes y el martes me lo paso exactamente igual que el domingo. Tirada en la cama, sin hacer nada que no sea lamentarme y auto compadecerme. Mi madre empieza a estar preocupada, creo que planea llevarme al médico. No lo puedo permitir, tengo que ir a clases ya, nadie puede saber lo de Mia. Pero no tengo ganas de moverme de mi habitación, no tengo ganas de ir a ese infierno que llaman instituto y mucho menos tengo ganas de enfrentarme a esa pandilla de inmaduros que tengo como compañeros sin ella. Pero debo hacerlo, nadie puede saber que ha desaparecido. Inventaré que está de vacaciones con su prima para explicar su ausencia, pero no puedo quedarme encerrada en casa lamentándome porque levantaría sospechas.

Así que el martes me preparo para ir a clases. Mi madre se sorprende, pero no me dice nada. Durante el resto de la semana da pena verme. A todos los que me preguntan qué me ocurre les digo lo mismo: he estado resfriada y lo voy arrastrando todavía. Me he cruzado un par de veces con Logan en los pasillos, y no tiene demasiado mejor aspecto que yo. No se mete conmigo, como suele hacer siempre, sino que se limita a saludarme con un asentimiento de cabeza mientras intenta que no se le escapen más lágrimas. Supongo que le es duro verme, quizás le recuerdo a ella. Bueno, en mí caso sí es así. Cada vez que me lo encuentro quiero llorar desconsoladamente.

El sábado por la noche, algo cambia en mí. He pasado de la desolación a la ira en cuestión de minutos. Estoy enfadada con quien sea el responsable de todo aquello por arrebatarme a la persona más importante de mí vida. La determinación se abre paso a través del dolor y llamo a Logan. "Vamos, cógelo" pienso mientras da señal.

-¿Qué quieres? -su voz no suena hostil, simplemente cansada.

-Tenemos que encontrarla -le digo con firmeza-. Tenemos que traerla sana y salva.

-No podemos llamar a la policía -me recuerda.

-Entonces la encontraremos nosotros.

La desaparición de Mia CollinsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora